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Usoa Barrutiabengoa Olazabal / Nerea Elias Muxika
Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004
 NORMALIZACIÓN DEL MERCADO NEGRO | LAS MUJERES, ABASTECEDORAS ASIMISMO EN EL NUEVO CONTEXTO | EL MERCADO NEGRO EN HERNANI: LAS RECADERAS 

 

LAS MUJERES, ABASTECEDORAS
ASIMISMO EN EL NUEVO CONTEXTO

 

      La escasez de alimentos y la pobreza trajeron mucha hambre; además, con las cartillas de racionamiento no se conseguía lo suficiente para alimentar a toda la familia, y los y las hernaniarras, sobre todo las mujeres, tenían que recurrir al mercado negro para abastecer a sus familias.

      A pesar de que la guerra y el caos posterior a ella obligaron a readecuar los roles de género, la responsabilidad principal de la mujer continuó siendo la familia. La mujer siguió ocupándose de la misma y, al mismo tiempo, era la principal abastecedora de la familia, en tanto en cuanto era la madre o la responsable de dicho grupo. Por otra parte, el papel que cumplía como abastecedora no se limitó al ámbito familiar. Llevadas por la situación, las mujeres pasaron a convertirse en proveedoras del pueblo de Hernani, y dotaron de otra dimensión a la clásica función que cumplían como suministradoras; en definitiva, sus funciones se ampliaron y comenzaron a abastecer a un grupo más amplio que iba más allá de la unidad doméstica.

      Todas las labores relacionadas, no sólo con el abastecimiento diario de la unidad doméstica sino de todo el pueblo, recayeron en las mujeres. Por un lado desempeñaban las labores oficiales: el denominado “auxilio social” y el racionamiento. Por otro, se dedicaban al mercado negro.

      Participando en ese mercado negro lograban proveer al pueblo. El estraperlo influía no únicamente en la persona que lo realizaba, sino también en su entorno. En el mercado negro se ofrecían ciertos productos a la venta, y para ello, antes que nada, había que conseguirlos. Como hemos visto, las mujeres se encargaban habitualmente de traerlos. Así, traían productos no sólo para ellas, sino para todo su entorno y para algunas tiendas. Las mujeres, por tanto, y mediante el estraperlo, realizaron labores de abastecimiento para todo el pueblo.

      Las mujeres del Auxilio Social[20] también jugaron ese papel. Daban de comer a niños o repartían algunos productos a las familias pobres, desempeñaban una labor social de cara a todo el pueblo; su cometido era dar algo a quien no tuviera nada, abastecer al pueblo. Ese trabajo lo asumieron las mujeres, que pasaron de desempeñar las tareas del hogar (conseguir víveres, cocinarlos, cuidar niños... ) a realizar esos trabajos en un ámbito más amplio.

 

 

Dos vías de abastecimiento:
la vía legal (el racionamiento)
y la ilegal (el mercado negro)

 

      En aquella época las mujeres disponían de dos vías para abastecer a la unidad doméstica. Una era la legal, el racionamiento. La otra, el mercado negro, traspasaba los límites de la legalidad.

      El ejemplo de Rosa nos sirve para ilustrar el caso de las mujeres que trabajaban también fuera de la unidad doméstica de trabajo. Además, muestra claramente que su labor (como mujer y trabajadora que era) estaba relacionado con el suministro; en este ejemplo se cumple, por tanto, todo lo mencionado anteriormente. Rosa trabajó en el ayuntamiento durante tres años, repartiendo las cartillas de racionamiento y los productos que llegaban al mismo.

      El proceso de racionamiento era siempre el mismo. No se hacía a diario, sino cada cierto tiempo, y se comunicaba a la población mediante un bando. En el bando se explicaba qué se racionaría y a qué precio:

 

      Ni goatzen naiz, eitten zuten jo bandua... Jose Kiskilosok... ta barrek banduan esate tzon “ha llegau un camión con lentejas y se abrirá la tienda de Manuela”, erderaz, “a las ocbo de la mañana y por cada cartilla de racionamiento 100 gr de lentejas”... Iñaki

      Recuerdo que hacían público un bando... Jose Kiskiloso... decía en el bando ‘'ha llegan un camión con lentejas y se abrirá la tienda de Manuela”, en castellano, “a las ocho de la mañana y por cada cartilla de racionamiento 100 gr de lentejas”... Iñaki

 

      Según relata Iñaki y aparece también en varias entrevistas, todos recuerdan perfectamente el funcionamiento del racionamiento, sobre todo aquellas personas que debían permanecer durante largo tiempo haciendo cola.

      La frecuencia del racionamiento no estaba previamente establecida; es decir, podía ser una vez al mes, cada dos meses o dos veces durante el mismo mes, según decidiera el Centro Regulador y la cantidad de producto que se recaudara. Rosa sabe mucho de eso, ya que era su oficio y tenía que tener todo bajo control. No recuerda muy bien cómo funcionaba el bando, pero el resto lo recuerda claramente, ya que era algo que hacía habitualmente.

 

      Bai kartilak, hilean behin. Egia ez dakit nola jakiten zan bandoa, igual hori ez det gogoratzen. Kartila ailegatzen zanen jendeak bazekin bazeola eta... ez ziran kartilak egun baterako bakarrik, kartilak... ez dakit, ez dizut esango zenbat denborako zian, baino, klaro, ez zan egunero etortzen, hilean behin baldin bazetorren, ordun hilekoa bazuten. Rosa.

      Sí, las cartillas una vez al mes. No sé cómo se sabía lo del bando, eso no lo recuerdo. Cuando llegaba la cartilla, la gente ya sabía que estaba... no eran cartillas para un solo día... No sé para cuanto tiempo, pero, claro, no venían todos los días, si era una vez al mes, pues una para todo el mes. Rosa.

 

      El proceso de racionamiento se realizaba como explicamos a continuación:

1. Primero, en abastos recogían los alimentos.

2. La población recogía las cartillas.

3. La gente acudía con las cartillas a las tiendas a comprar los alimentos.

      Quien producía tenía que declarar toda la producción; y en abastos les obligaban a entregar al Estado un porcentaje de lo declarado. Por ello, se hacían mil trampas para no declarar todo, dejaban aparte lo necesario para subsistir. Toda la población sabía que se hacían apaños, incluso las personas responsables del ayuntamiento. No todos los víveres recogidos en Hernani se racionaban allí; también eran distribuidos a otros lugares de Gipuzkoa. Es decir, lo recaudado en un pueblo no se destinaba únicamente al mismo. Se recogían los productos de todos los pueblos y luego se volvían a repartir pueblo a pueblo.

 

A La izquierda de la imagen se encuentra el Ayuntamiento de Hernani
y a su derecha el edificio que era utilizado como alhóndiga.
Imanol Larretxea.

 

      El día que tocaba racionamiento, la gente debía acudir primero al ayuntamiento, a recoger la cartilla. Cada miembro de la familia tenía una; según nos cuenta Rosa, cualquiera podía recoger las cartillas de sus familiares, y acostumbraban a hacerlo así: iba alguien de la familia, la mujer o algún hijo o hija habitualmente, y recogía las cartillas de toda la familia. La cartilla era imprescindible para comprar el producto y la cantidad especificada en el bando.

      Había cartillas de dos tipos: una para la carne, y otra, para el resto. Las cartillas se repartían en tres categorías. La primera correspondía a quienes contaban con muchos recursos económicos; la segunda, a las familias medias; y la tercera, a aquellos y aquellas que tenían escasos recursos económicos. Había, además, una cartilla especial para los niños y niñas y la gente enferma, con la que recibir, por ejemplo, más leche; es decir, se les daban algunas ventajas que se consideraban básicas para su subsistencia.

      Como hemos dicho, para comprar los productos del racionamiento hacía falta la cartilla. Una vez conseguida, la gente acudía a las tiendas a comprar el género. Los alimentos eran distribuidos por el ayuntamiento a las tiendas y, junto con ellos, se les daba una lista de las cartillas. Repartían la población entre las tiendas que hubiera, y al finalizar el racionamiento, las tiendas tenían que devolver esa lista al ayuntamiento, para contabilizar todo lo vendido. Nos cuenta Rosa que el control era muy estricto.

      Como las mujeres eran las proveedoras de la casa, también eran ellas las que hacían cola. Pero a menudo utilizaban tretas y estrategias muy bien diseñadas para hacerse con el mejor género. Para ilustrar la situación que se vivió durante el racionamiento, vamos a citar, una vez más, las palabras de Iñaki. En el caso de Iñaki, toda la familia participaba en dichas estrategias, bajo la dirección de la abuela:

 

      Ta orduan ze eitten giñan, jartzen giñan arreba zarrenak ta ni, Manuelanean jartzen dute lentejak, ta jartzen giñan zerrendan, jartzen giñan. Ta bestian beste bat, ta orduan, gue amonak itte zun kaleak pasa, ta oain tokatzen dio Iñakiri, nei bialtzen tzian etxea, ta hua nee ordez jarri. Ta orduan e, zenbat tokatzea, ba, adibidez libra bat lenteja, ba hua hartzen tzun ta etxea emate zun. Eta geo beste batek ba. Herritikan bueltak emanez aber hiloban bat noiz tokatzen zitzaion barrua sartzeko, ulertze ntzu? Ta harri tokautakon bestea bialdu etxea. Halaxe. Iñaki.

      Y entonces nos poníamos mi hermana y yo. Donde Manuela ponen lentejas, y nos poníamos a la cola. Y en tal sitio otra cosa, y mi abuela iba calle por calle, ahora le toca a Iñaki, me mandaba a casa, y se quedaba ella en mi lugar. Y entonces, cuánto toca, una libra de lentejas, pues la cogía y se la llevaba a casa. Daba una vuelta por el pueblo para ver cuándo era la vez de sus nietos y nietas para entrar ella, ¿entiendes? Y según nos iba tocando, nos iba mandando a casa. Iñaki.

 

      No debemos olvidar la situación en la que se encontraban quienes vivían en los baserris. Como vivían más lejos, necesitaban más tiempo para bajar a comprar al pueblo, y ello les obligaba a organizar el día.

      Rosa, además de trabajar en el ayuntamiento, regentaba una carnicería en la Calle Mayor, junto con su madre y su hermana. Por lo tanto, conocía también el tercer paso del racionamiento. Según dice, se formaban colas desde muy temprano, y siempre surgía algún problema, porque había mucha tensión. Al ser las mujeres las encargadas del racionamiento, las colas estaban formadas mayoritariamente por mujeres. Las primeras de la fila podían elegir el mejor género, en este caso, el trozo de carne más sabroso; por eso se ponían a la cola muy temprano, no por miedo a quedarse sin carne, sino para poder comprar lo mejor de lo puesto a la venta. Con el resto de alimentos sucedía lo mismo, así que no es difícil imaginar qué tipo de situaciones se vivieron esos días en las calles de Hernani.

 

      Sekulako kolak, hori bai, gainera goizetik, igual, lehenbizi zanak aukera zun eskatzeko zer behar zun, eman beharko zitzaion 100 gr tokatzen bazitzaion, pues 100 gr haragi. Lehenbizi zegonak ba xerrak errez izango zitun; azkenak ba beste klasekoak, por ejemplo gisatzeko eo... Hoi zergatikan lehenbizi zanak aukera zun zer eskatzeko, kantidadia ez, baino zer bai, por ejemplo ez ziran sartzen razionamentun, ordun egiten gendun txekorraren odolakin ba... odolkik, ez txerriakin baizikan hoixe... hoiek libre zian, etortzen bazian kartilakin eta odolki bat, puxka bat bazegon, klaro, lebenbizikoak zun aukera handiagua. Azkenak beti zegonakin gelditu behar zun. Rosa.

      Unas colas terribles, desde la mañana, porque, igual, la primera podía pedir lo que quería, si tocaba 100 gr de carne, pues 100 gr. Pero la primera tendría filetes; y la última, otra clase de carne, para guisar o así... Es decir, la primera podía pedir, no la cantidad, pero sí el género, y por ejemplo, cosas que no entraban en el racionamiento, morcilla que hacíamos con sangre de ternera, no de cerdo, pues ésas eran libres, si venían con la cartilla y pedían una morcilla, si había un trozo, pues claro, la primera tenía más posibilidades. La última tenía que conformarse con lo que quedara. Rosa.

 

      Como dice Rosa, al final, la ventaja de estar a la cabeza de la cola no consistía únicamente en poder elegir la carne; si se ofrecía algo más, morcilla en este caso, las primeras podrían comprarla. Y a las últimas sólo les quedarían los restos; además de tener que conformarse con el peor género, no podrían hacerse con ningún otro producto.

      Algunas veces había alboroto y surgían las peleas. Fatima fue testigo de muchas de aquellas discusiones:

 

      ...hantxe bati bultza, bestei bultza, alkarrekin diskutitzera. Guri sekula gustatu ez zaiguna beste batzuei bai, “yo he venido la primera”, “sí, pero le he dicho a fulana que me cogiera”, “pero ella no ha dicho nada”, pues halaxe, baina gustora. Fatima.

      ...empujón por aquí, empujón por allí, a discutir. Lo que a nosotras no nos ha gustado nunca, a otras sí que les gustaba, “yo he venido la primera”, “sí, pero le he dicho a fulana que me cogiera”, “pero ella no ha dicho nada”, pues así, pero a gusto. Fatima.

 

      Se puede decir que esas tensiones eran el reflejo de la vida de aquella época, pequeñas explosiones provocadas por el modo de vida de entonces; pero, además, dejan claro lo importante que era el racionamiento para la población.

      Las mujeres recurrían al mercado negro (conocido también como estraperlo), además de la vía de abastecimiento legal, para poder alimentar a su unidad doméstica. La tarea principal del día a día de muchas mujeres era alimentar a la gente que tenían a su cargo. Dedicaban muchas horas a esa tarea. Además, debían actuar con imaginación e iniciativa para inventar estrategias destinadas a hacerse con todo lo necesario.

      Para analizar el papel de proveedoras que las mujeres ejercían, es necesario entender cómo se conceptualiza el tiempo de las mujeres; es decir, el “tiempo” puede también analizarse desde un punto de vista de género, para entender mejor por qué esa tarea de suministro recaía en ellas. Si analizamos el tiempo bajo el punto de vista de género, veremos que el tiempo no tenía el mismo significado para las mujeres que para los hombres. El tiempo de la mujer era entendido como un tiempo dedicado al grupo, un tiempo para dedicarse a los demás. En cambio, el tiempo del hombre era un tiempo individual. Así, las mujeres desarrollaron una ética de grupo basada en la atención a los demás (hijos e hijas, y familia), y crearon un concepto colectivo del tiempo[21].

      Esa concepción del tiempo fue muy importante en la posguerra, ya que las mujeres potenciaron ese tratamiento del tiempo a la hora de sacar a la familia adelante haciendo frente a la escasez. Por tanto, detrás de la participación en el mercado negro se esconde la continuidad del grupo, ése era el objetivo. Por lo general, la participación de las mujeres en el estraperlo no era una acción individual, sino algo que se veían obligadas a hacer para garantizar la supervivencia de las personas que tenían a su cargo.

      Hasta ahora, hemos hablado de las actividades que realizaban las mujeres dentro del racionamiento. Pero, como hemos dicho anteriormente, las mujeres rebasaron los límites de la legalidad sin ningún “trauma”. La participación de la mujer en el estraperlo supuso dar una nueva dimensión al rol clásico de proveedora, ya que llegó a abastecer no sólo a su familia, sino al pueblo de Hernani en su conjunto. Cuando las mujeres dejaron de ser meras compradoras para convertirse en vendedoras de estraperlo con el objetivo de cubrir su función de suministradoras, todas las características de la feminidad cambiaron y la función de las mujeres adquirió una dimensión más amplia.

      Las mujeres se vieron en la obligación de adoptar otros sistemas para abastecer de alimentos a su familia, y se convirtieron en “especialitas” del estraperlo. En Hernani, en el mercado negro, las principales protagonistas eran las mujeres, bien como compradoras bien como vendedoras. Anteriormente hemos explicado que había dos tipos de mercado negro y que la mujeres se dedicaban, sobre todo, al de pequeña escala, al estraperlo. En ese tipo de mercado negro, se comerciaba con pequeñas cantidades, con las que abastecían al pueblo de Hernani.

 

 

 

 

[20] El “Auxilio Social” era un servicio de la “Sección Femenina”: “El servicio social obligatorio primaba la formación en las tareas del hogar a base de ajuares y labores, y, con el tiempo, se transformó en una imposición que impedía conseguir un trabajo, pasaporte o cualquier otro tipo de documento oficial sin su cumplimento previo [...] El periodo de cumplimiento era de seis meses, tres de ellos dedicados a la formación teórica y los tres restantes dedicados a la prestación obligatoria de trabajo en comedores, hospitales y oficinas”. FOLGUERA CRESPO, Pilar, (1998) “El franquismo. El retorno a la esfera privada (1939-1975)” in Historia de las mujeres en España. Síntesis, Madrid.

[21] “Su clásica función como madres y proveedoras impidió que desarrollaran una noción del tiempo como personas independientes responsables de distribuirlo conforme a sus propios intereses específicos.” NASH, Mary. (1999) Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Taurus, Madrid.

 

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