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Voces en el desván
Usoa Barrutiabengoa Olazabal / Nerea Elias Muxika
Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004

 

EL MERCADO NEGRO EN HERNANI:
LAS RECADERAS

 

      Las mujeres que se dedicaban al estraperlo en Hernani eran denominadas RECADERAS. Pero la figura de las recaderas no apareció en da posguerra; con anterioridad ya realizaban ese trabajo, que continuó hasta el final de la posguerra, gracias a la capacidad de adaptarse a las nuevas situaciones.

      Las recaderas eran siempre mujeres, como el nombre indica, mujeres que hacían recados para otras, a cambio de una recompensa. Llevadas por los acontecimientos, las recaderas fueron relacionándose cada vez más con el mercado negro, y en el caso de Hernani, el término recadera pasó a utilizarse para referirse a mujeres que se dedicaban al estraperlo, a aquellas que participaban en el mercado negro. Para los hombres se utilizaba el término estraperlista.

      Como hemos dicho, las recaderas complementaron su función original con la actividad del mercado negro. Pero, para entonces, esa función había recorrido un largo camino, y así, bajo el término recadera podemos englobar cuatro tipos de mujeres:

      El primer tipo sería el de las mujeres que se dedicaban a la función original, es decir las que hacían “recados” o encargos, mientras realizaban otras labores, por ejemplo: Tolosan, askotan, peri eguna eta errekau bat eraman behar, ba errekadistak ibiltzen ziren, hori ordaindu behar zan, haik bizi ziren errekadu hoietatik... Eustaki (En Tolosa, muchas veces, era día de feria y si había que llevar un recado, andaban las recadistas; eso se pagaba, vivían de esos recados... Eustaki.) En ese caso, tanto las recaderas como la clientela salían beneficiadas: las recaderas recibían un dinero a cambio del servicio prestado, y las clientela ahorraba “tiempo” para dedicarlo a otros menesteres.

      El segundo tipo está relacionado con el mercado. Las mujeres que tenían puesto en el mercado vendían verduras y productos agrícolas. Pero algunas mujeres que trabajaban en el mercado no sólo vendían productos de su huerta, sino productos procedentes de las huertas de otras casas de Hernani; ésas eran, precisamente, las llamadas recaderas, las que pedían género para abastecer su puesto a las caseras que acudían a Donostia a vender leche, por ejemplo. Por lo general, pedían una cantidad concreta. Ese favor se pagaba en dinero, a veces antes de la venta del producto, y, en otras ocasiones, una vez vendido.

 

      Postua zuten eta baserritarren zea guztia saltzen zuten, ta apuro batean, eskature bai. “Hilaria [nire ama Hilaria zan] babarrunik ba al dezu?”. Oraindik adibidez martxoan “restaurantetik bi kilo eskatu dizkidate, ekarriko al zenizkiake?”. Orduan, aquello es proceso, igual zuk zenuzkazun gordeta, porque saltzeko baiño gehio baldin bazendun saltzen zan, inoiz ez zan baserri batean babarrunik gabe gelditzen... Eustaki.

      Tenían puesto y vendían todo lo de las caseras, y en un apuro, te pedían también. Hilaria [Hilaria se llamaba mi madre], ¿tienes alubia?”. Por ejemplo, en marzo, “me han pedido dos kilos en el restaurante, ¿me los traerás?”. Entonces, aquello es proceso, igual tú tenías guardado, si tenías más que para vender, se vendía, en el caserío nunca te quedabas sin alubias... Eustaki.

 

      La madre de Eustaki, primero y ella misma, más tarde, solían ir a Donostia a menudo a vender los productos del caserío, tras repartir la leche a domicilio. Por tanto, conocían muy bien todos los entresijos del mercado.

      En Hernani, como en los pueblos de alrededor, el transporte era muy escaso y limitado, y las que iban a vender a Donostia solían regresar al mediodía. Tenían que volver para hacer las labores del caserío y de la casa. El mercado también tenía sus trampas, el precio de los productos iba subiendo según pasaban las horas; así, un kilo de guisantes, por ejemplo, era más barato a las 8 de la mañana que a las 12 del mediodía.

      El tercer tipo de recadera también estaba vinculado al mercado, pero con una diferencia: aquellas mujeres, además de vender productos en el puesto, vendían género en el mercado negro. Los dos tipos mencionados anteriormente operaban dentro de la ley. Pero este tipo de recaderas utilizaba el puesto del mercado para el estraperlo. Una mujer hernaniarra, que no ha querido dar su nombre, nos cuenta que regentaba un puesto con su madre en la Bretxa y que a través del mimo vendían el pan blanco comprado en Zabala o Aristi a un estraperlista mayor que venía de Pasaia. En otras ocasiones, sin embargo, eran ellas mismas quienes vendían el producto de estraperlo directamente a la clientela, utilizando el puesto como tapadera. Llevaban la cantidad de producto acordada previamente. En definitiva, el mercado era un lugar idóneo para la práctica del estraperlo.

      Por último, en el cuarto tipo de recadera se encontraban las mujeres que hacían “estraperlo de encargo”. No tenían puesto en el mercado, iban de un lado para otro con sus productos. Éstas compraban también por encargo; es decir, antes de realizar la compra ya tenían todo el género vendido. Las recaderas respetaban estrictamente el terreno de cada una; es decir, cada una se movía en un espacio concreto y tenía su clientela fija. No contaban con infraestructura propia, utilizaban el transporte público, el tranvía, el tren o el autobús. Según nos han relatado, en el transporte público solían viajar inspectores, encargados de controlarlo todo, y muchas veces las recaderas se veían obligadas a tirar el producto que traían de estraperlo, por ejemplo un saco de harina, por la ventana, para evitar ser descubiertas. Había muchas anécdotas de ese tipo. Toda las personas que nos han hablado del estraperlo han mencionado dos cosas: el estraperlo del pan blanco (que era el “pan” de cada día) y cómo en más de una ocasión habían tenido que lanzar el saco por la ventana del tren para no ser descubiertas. Como hemos dicho, Eustaki hacía el trayecto Hernani-Donostia muy a menudo, y fue testigo de muchas situaciones de ese tipo. Es digna de mención la manera en que lo cuenta, pero también la conclusión final de su reflexión.

 

      Pues tranbian ikusten giñunian sartu zala, leihotik behera botatzen zendun zakua; gero hurrengo paradan jeitsi, eta joaten ziren ogiaren bila, bitartean inork ez bazizun eraman. Komedi gorriak eta latzak, porque, claro, zuk pagatu Donostin ogia, eta gero beste batek zakua eramatea, pues galdu zendun dirua eta ogia. Eustaki.

      Pues cuando veías que subía al tranvía, tirabas el saco por la ventana; luego, te bajabas en la parada siguiente, e ibas a por el pan, a no ser que alguien se lo hubiera llevado mientras tanto. Duros trances, porque, claro, tú habías pagado el pan en Donostia, y que luego otro te llevara el saco... pues habías perdido el dinero y el pan. Eustaki.

 

      En los párrafos precedentes hemos analizado cómo se fueron adaptando las funciones de la recadera a las nuevas situaciones, cómo fue transformándose la figura de la recadera con el transcurso del tiempo. Evidentemente, las recaderas fueron cambiando su función forzadas por la situación, por la necesidad de amoldarse a los nuevos tiempos.

      Esas mujeres adoptaron el estraperlo como estrategia de subsistencia. No había dinero, y la comida escaseaba; era difícil abastecerse por la vía legal. La situación era, por tanto, bastante dura. Y gracias al estraperlo, las mujeres sacaban algo de dinero para ellas y para la unidad doméstica de trabajo. Por otra parte, también conseguían alimentos para sus casas y para abastecer a todo Hernani.

      Traían de todo en estraperlo, como hemos dicho, en pequeñas cantidades. Las recaderas tenían el producto vendido para cuando lo compraban, sabían cuánto iban a necesitar. Esos productos hacían más fácil el día a día. Según nos han relatado, en aquel tiempo, la harina era muy apreciada. La gente preparaba tortas de harina de maíz (talo), y así ayudaban a paliar el hambre. Marta recuerda muy bien lo importantes que eran aquellos talos: no bahía pan... maíz, teníamos mucho, pero había que... La harina la conseguían principalmente a través del estraperlo, porque Franco precintó todos los molinos; aquí había muchos molinos, unos tres aquí mismo, y estaban precintados, para que nadie moliera, y en Nafarroa era libre... La harina, según Marta, se traía desde Arano o Goizueta, por la proximidad a la frontera. Los viajes se hacían en camión o en burro. Una vez conseguida la harina, había que hacer talos, que no era poco; imagínate quien no tuviera ni pan ni talo, ¡a ver! Marta.

      En cuanto a las infraestructuras, las recaderas utilizaban preferentemente el autobús y el tranvía, pero también recorrían algunos trayectos a pie. Eran viajes muy peligrosos; el transporte público era vigilado por inspectores, y en numerosas ocasiones las recaderas se veían obligadas a tirar el producto que llevaban por la ventana:

 

      Ni goatzen naiz estraperluakin ibiltzen zian andriak, por ejemplo trenian zijuaztela ba, bola, igual trenian Guardia Zibillak, o sartu e, ta lehiotik bera ogiya bota eta beak konturatu aber nun bota zuen eta geo bea billa. Asun.

      Me acuerdo que las mujeres que andaban haciendo el estraperlo, tiraban el pan por la ventana si veían subir a la Guardia Civil al tren, por ejemplo, y tenían que prestar atención al lugar donde lo habían lanzado, para luego ir a buscarlo. Asun.

 

      Esa afirmación parece confirmar lo que hemos escuchado anteriormente de boca de Eustaki. Era una práctica muy generalizada, toda la gente sabía cómo funcionaba, y Asun no era una excepción.

      En otras ocasiones, escondían los productos de estraperlo para poder burlar la vigilancia de los inspectores. Para ocultar los productos empleaban diferentes fórmulas, algunas muy sencillas y otras complicadísimas. Uno los métodos más simples consistía en llevar el género oculto bajo la falda, sin más; ese método era muy utilizado por las mujeres que viajaban en tranvía.

 

      Ordun ogia pasatzeko pues tranbian zetozen handikan honera eta gona tartean sartu behar dezu ogia, edo gonakin tapatu behar dezu kapean, Guardia Zibilla pasatzen da hola begiratuz, eta orduan, “¿qué lleva usted ahí?” “pues nada, el cesto, traía con la marmita”, eta gainean damazu marmita, azpian damazkizu 2,3,4 ogi. Eustaki.

      Entonces, para pasar el pan, pues venían en tranvía de allí aquí, y tenías que esconder el pan en la falda. La Guardia Civil pasaba mirando así, y “¿qué lleva usted ahí?”, “pues nada, el cesto, traía con la marmita”, y llevas encima la marmita, y debajo 2, 3, 4 panes. Eustaki.

 

      En el caso de Isabel, llevaban escondidos pan y otros productos; es decir, los metían en algún rincón del cesto, de la maleta o de la bolsa, siempre que fueran objetos de reducido tamaño. Y por último, tenemos el caso de la abuela de Iñaki (que hemos visto antes, y aún guardamos en el recuerdo); tal como nos ha contado, su abuela se valía de todo su cuerpo para traer todo cuanto podía de Nafarroa a Hernani.

      Para estas mujeres la jornada comenzaba muy temprano. Generalmente, iban primero a comprar el producto de estraperlo; según cuenta la gente de los comercios, ellas eran siempre las primeras en llegar. Eso significa que empezaban a trabajar hacia las seis de la mañana. Después, marchaban, unas hacia el mismo Hernani, otras a Lasarte, Donostia... Regresaban una vez vendido todo el género, y así daban por finalizada la jornada de estraperlo. Especificamos que terminaba la jornada de estraperlo, porque su jornada laboral continuaba. Las mujeres debían realizar otras labores domésticas y agrícolas: hacer la colada, cocinar, atender la huerta y los animales domésticos... Tenían faena para todo el día, y para llevarla a cabo, les era imprescindible la ayuda de la gente de su entorno, sobre todo de la familia.

      Las recaderas constituían un colectivo heterogéneo, formado por mujeres que se encontraban en muy diversas circunstancias: viudas, casadas, solteras, jóvenes... Es, por tanto, muy difícil referirse a ese grupo en singular, ya que cada miembro tenía sus propias características. El principal objetivo de las recaderas era llevar a cabo una estrategia vital, aprovechándose de la situación. Había muchas recaderas viudas o solteras, que podían ser consideradas como cabezas de familia, ya que el único ingreso de la casa era el dinero que ellas aportaban[22]; constituían, por tanto, un pilar fundamental para la subsistencia de la unidad doméstica de trabajo. Por otra parte, no era algo habitual que las mujeres solteras vivieran solas, sino con algún familiar, generalmente con alguna hermana. Por tanto, su situación era parecida a las de las mujeres mencionadas anteriormente. Pero entre las recaderas, eran muy abundantes las mujeres casadas; algunas tenían al marido enfermo, incapacitado para trabajar, pero en otras ocasiones, el marido estaba sano y trabajaba en una fábrica. Al igual que en el resto de los casos, los ingresos aportados por las recaderas casadas eran la base de la subsistencia de la unidad doméstica de trabajo. En definitiva, nadie se arriesga a algo si no está obligado a ello[23].

      La gente sabía qué mujeres actuaban como recaderas, y si necesitaban algún producto, no dudaban en acudir a ellas para solicitar sus servicios. Entre las recaderas de Hernani, fueron muy conocidas Ramona (conocida como ile gorri, la pelirroja), La Rubia, La Valentina, Anttoni y Maritxu madre e hijas, Juanita, Dolox... Gracias a su labor, consiguieron todo lo necesario para abastecer Hernani en la época de la posguerra.

 

 

 

 

[22] Por lo general, los jóvenes empezaban a trabajar a los 14 años. Por tanto, el único dinero con el que contaban en el hogar de aquellas mujeres que tenían hijos o hijas menores de 14 años eran sus propios ingresos.

[23] Se sabe de mucha gente que se enriqueció a cuenta del estraperlo, aunque, por lo que hemos observado, lo que recaudaban estas recaderas se destinaba a la supervivencia, más que a amasar grandes fortunas. El estraperlo realizado en comercios, que analizaremos a continuación, sin embargo, tenía como objetivo el lucro.