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Voces en el desván
Usoa Barrutiabengoa Olazabal / Nerea Elias Muxika
Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004

 

NORMALIZACIÓN
DEL MERCADO NEGRO

 

      El 14 de mayo de 1939, el Ministerio de Industria y Comercio promulgó la ley del racionamiento. En aquella época el principal objetivo de la población era la subsistencia. En Hernani, como en otras muchas poblaciones, las infraestructuras estaban totalmente desmanteladas; ésa es la razón que llevó al gobierno a crear una legislación específica para el racionamiento. Fue una orden aplicada con el objetivo de responder a la precaria situación de la gente, pero, como veremos, no consiguió cubrir las necesidades.

      Las cantidades que se repartían en el racionamiento eran muy escasas y la población hernaniarra se vio obligada a buscar por otros medios los productos para su manutención; así, el mercado negro fue cobrando cada vez mayor importancia y fue desarrollándose paralelamente al racionamiento. El mercado negro no surgió en la posguerra, pero alcanzó niveles a los que nunca antes había llegado.

      Cuando hablamos de mercado negro, debemos hacer una diferenciación: por un lado está el mercado negro a gran escala, y por otro, el de pequeña escala. La diferencia entre ambos es la distancia que se recorría y la cantidad de producto que se transportaba. El mercado negro a gran escala era también conocido como contrabando, ya que implicaba traer género desde el otro lado de la frontera. Generalmente se movían grandes cantidades de género, se traían productos sin pagar el impuesto de aduanas para venderlos en Hegoalde; eran productos prohibidos o muy escasos a este lado de la frontera. Otra característica importante del mercado negro a gran escala eran la infraestructura: para realizar contrabando era necesario un camión o algún otro vehículo de grandes dimensiones. Sin la infraestructura adecuada era muy difícil , por ejemplo, ir a Nafarroa a traer cien kilos de azúcar.

      Asun, como sabemos, vivó en la Calle Mayor, y su familia regentaba un bar, que pusieron en marcha después de la guerra. Los hermanos, cuando regresaron de la guerra, ayudaron en el bar. La función de las mujeres eran la cocina y el servicio; los hombres se dedicaban al estraperlo. Generalmente, el estraperlo se hacía para abastecer el bar; traían principalmente vino, pero aquellos viajes también se aprovechaban para traer otros productos para el bar y para la casa:

 

      Hombre, eske gosia zan, ikaragarrizko gosia. Hemen mutillak etorri zianian ba, basi zian, ardo billa, baiño juten zian Rioja kamioiakin, hamar bokoi ekartzen gendun astero, o hillero. Eta handik, haik ogiya ta ekartzen ziguten, ta mandire tartian jarri, ta gue etxian izaten zan ogiya, ta oliyuare handik ekarri, eta bestela keba, estraperlua dana e! Asun.

      Hombre, es que había hambre, una hambruna terrible. Aquí, cuando vinieron los chicos, pues iban a por vino, pero iban basta la Rioja con el camión, traíamos diez bocoyes a la semana, o al mes. Y de allí nos traían pan, lo escondíamos entre las sábanas, y así, en casa teníamos pan, y también traían aceite, si no, qué va, ¡todo era de estraperlo! Asun.

 

      El estraperlo a pequeña escala se hacía en ámbitos geográficos más cercanos, por lo general, en las cercanías de Hernani, aunque a veces los estraperlistas iban hasta Nafarroa a por el género. De todas formas, entre los testimonios que hemos recogido contamos con una excepción. Una mujer calzaba la frontera entre España y Francia para hacer estraperlo. Isabel se dedicó a ese tipo de estraperlo durante los últimos años de la posguerra; iba a Iparralde, y traía diversos productos. Su marido trabajaba allí, y ella aprovechaba los viajes de visita que hacía cada cierto tiempo para traer género del otro lado de la frontera; su marido también traía lo que podía cuando venía aquí. Era la forma de sacarse “un dinerillo”. Casi todo, por no decir todo, se traía por encargo, y eran género que aquí no había o se vendía muy caro: cafeteras, cubiertos, vajillas, lana, puros...

 

      Y así, luego empecé a ir a Francia a traer cosas... traíamos cosas para vender... de todo que nos pedían... Lo traíamos ya encargado, de encargo. Traíamos pues, hoy me vas a traer, y a Escobar le traje una vajilla entera de varias veces. Y cubiertos. Entonces esas cosas no había aquí. Isabel.

 

      Traía muchas cosas a un bar del barrio, y también vendía a particulares. Isabel pasaba mucho miedo en aquellos viajes, porque cada vez que calzaba la frontera tenía que pasar el control de la Guardia Civil. Esa actividad, al ser ilegal, era peligrosa y, claro, creaba temor e incertidumbre. Generalmente, la Guardia Civil no ponía pegas; es más, según nos cuenta, la mayoría se conocían y conocían los quehaceres del resto de las personas. Pero el riesgo siempre estaba ahí: el riesgo de perder el género, las detenciones, los registros... Una vez le preguntó un guardia civil: ¿Usted qué es que se dedica a esto? La pregunta ilustra lo extendida que estaba la actividad. Cuando descubrían a alguien, le obligaban a devolver el producto, pero rara vez se le imponía castigo alguno. Pero podía producirse también algún descuido, como el que recuerda Isabel:

 

      Otra vez me deje una caja con puros, metí una caja de puros y encima una docena de huevos. Y yo con mi caja con los huevos, se veían los huevos, así con una cuerdita. Y se me olvidó en una repisa esperando al tren, y adiós a mis ganancias. El día siguiente me levanté y me marché a Irun, me la habían guardado en la estación. Pensarían: alguna pobre mujer lo ha dejado. Y luego el día siguiente: ¡Oye! Por casualidad, no habréis guardado... “Sí, pero hemos comido una docena de huevos”, digo, pues bueno, no importa. A mi lo que me interesaba era lo que había abajo. No importa, como si los queréis comer todos. Ya te digo, pasamos también esa época. Isabel.

 

      En aquella ocasión tuvo mucha suerte, y, aunque volvió con menos huevos de los que pretendía, lo más importante era lo otro, lo que aquellas personas nunca sabrían, los puros. Pero, como hemos dicho, el de Isabel fue un caso excepcional. Sigamos, por lo tanto, analizando casos más habituales.

      Respecto al estraperlo a pequeña escala, se transportaba menor cantidad de producto. En ese tipo de estraperlo el género se transportaba en el cuerpo de la persona estraperlista, por lo que no se podían trasladar grandes cantidades. Así nos ha contado Iñaki cómo escondía su abuela alubias, manzanas, huevos, queso... cuando iban a Nafarroa, al pueblo de su padre.

      Hacían el viaje en tren y a pie, y era muy difícil traer mucho género, pero que una sola persona trajera aquello tenía, sin duda, mucho mérito:

 

      Nire aita zan jaioa Nafarruan, Arantzan, hemen, Lesaka inguruko herri koxkor batian. Eta nire amonak izana zon Margarita, eta zittun harrek bigotiak, bigotiak zittun, baiño bigotiak. Ta behin batian, este, gona luziak ibiltzen tzittun, txorkatilarteko gonak, ta somatzen nun, gonan barren batetikan aintzen tzala itten tubo batzuk bezela, eantsitzen trapu batzuk, eitteko tubo batzuk bezela goitik-beraiño, goitik-beraño. Ta jun giñan, jun giñan trenian Irunaño, eta han hartzen genun beste tren txiki bat, tren del Bidasoa famoso hoi, ta jeisten giñan Iantzin, ta Iantzitikan gue aittan berriortako baserria eongo zian 6 o 7 kilometro oiñez. Ta han gue amona horri eitten tzioten tubo hoik babarrunez bete, babarrun beltzez bete. Ta geo sesto baten jartzen zioten, ba, sagar batzuk ta arraultza batzuk. Eta goatzen naiz, behin batean, bular haundik, titi haundik zittun gue amonak eta, jarrizkioten bi gazta. Bi gazta, txikixek zien, bi gazta. Sujetadorek etzien izango, eztakit ze izango zien. Jarri zittun bi gazta, ta nik, “baiño amona ikusi ingoizute, esangoizute baamazkizula bi gazta”, ta “Isilik eonai motel, ze usteek, karabinerok amona baten titita errepau behar diela?”. Ta hola ekartzen genun ta aste bateako janarie genun. Iñaki.

      Mi padre era nacido en Nafarroa, aquí, en un pequeño pueblo cercano a Lesaka. Mi abuela, que se llamaba Margarita, tenía unos bigotes, eso si qué eran bigotes. Ella usaba faldas largas, hasta el tobillo, y una vez vi que tenía una especie de tubos en la parte interior de la falta, con unos trapos añadidos, como haciendo unos tubos de arriba abajo. Y solíamos ir en tren hasta Iruñea, y allí cogíamos otro pequeño tren, el famoso tren del Bidasoa, y bajábamos en Igantzi, y de allí al caserío de mi padre habría 6 ó 7 kilómetros que hacíamos a pie. Allí, a mi abuela le llenaban aquellos tubos de alubia, alubia negra. Y en una cesta le ponían uno huevos y unas manzanas. Y recuerdo que una vez, le pusieron dos quesos en el pecho. Mi abuela tenía el pecho grande. Eran dos quesos pequeños. No habría sujetadores, no sé qué llevaría. Se puso los dos quesos, y, yo ‘pero, abuela, que te van a ver, te van a decir que llevas dos quesos”, y ella: “Cállate, hombre, ¿qué te crees, que los carabineros van a estar mirando el pecho a una abuela?”. Y así traíamos comida para una semana. Iñaki.

 

      Otra diferencia entre el estraperlo a pequeña y a gran escala era la del sexo. El contrabando era realizado, generalmente, por hombres, y el estraperlo a pequeña escala por mujeres. Esa división está íntimamente relacionada con la división por sexos de las actividades destinadas a la subsistencia. Por otra parte, además de que hacía falta cierta infraestructura, el contrabando se hacía en un horario considerado poco apropiado para las mujeres, es decir, de noche.

      La situación de la posguerra hizo que el estraperlo a pequeña escala se impusiera al de gran escala; el motivo de ello era que en el pequeño estraperlo se comerciaba con productos que ayudaban a afrontar las necesidades del día a día (pan, aceite, harina, patatas, garbanzos...). Como hemos mencionado, había mucha hambre, y como el racionamiento no era suficiente, se creó una oferta paralela en el mercado negro. Pero los productos del mercado negro eran caros; llegaban a venderse tres veces más caros que su precio.

      Por otra parte, el mercado negro se extendió, no únicamente a los centros de consumo, sino también a los de producción[19]. Hernani se puede considerar como espacio mixto. Era un gran centro agricultor con una gran capacidad productiva. Pero, al mismo tiempo, al ser población urbana, era también un centro de consumo. Está claro que fue la población definida como consumidora la que atravesó mayores dificultades, ya que la población productora contaba con los medios necesarios para afrontar la vida cotidiana. En muchas entrevistas se ha mencionado que la gente del caserío no pasó tanta necesidad, porque, como hemos dicho, producían lo suficiente para asegurar su abastecimiento. Así lo cuenta Eustaki, que es de caserío:

 

      Baserrian hobeto jaten gendulako... arrautza freskua ez zitzaigun falta, babarrunak, egunero baina babarrunak, ez zitzaizkigun falta, txerrikia... Ordun guri ez zitzaigun ezer falta, baserrian lan egin behar zan ta faltako gendun oliua, azukrea, baserrian ez gendun gauza hoik. Eustaki.

      En el caserío comíamos mejor... no faltaban huevos frescos y alubias, siempre igual, pero no faltaban, ni cerdo... Entonces, no teníamos necesidad, en el caserío había que trabajar, y nos faltaba aceite, azúcar, de eso no teníamos. Eustaki.

 

      Pero eso que le faltaba a Eustaki le faltaba también a la gente de la calle. En el caserío tenían leche y productos de la huerta, y vendiendo lo que sobraba podían sacar un dinerillo y comprar lo que les faltaba.

      En el grupo productor entraban también aquellas familias que vivían en el 4 pueblo pero tenían huerta. En Hernani, había mucha gente que vivía en el núcleo urbano pero contaba con una o dos huertas para abastecer a la unidad doméstica de trabajo. Muchas personas confiesan que fue gracias a aquellas huertas por lo que no pasaron hambre. Pero eso no significa que no participaran en el mercado negro o el estraperlo; como hemos mencionado, el mercado negro se extendió hasta los centros de consumo, sin excepción. Por lo tanto, no debe extrañarnos que siendo Hernani un centro productivo, muchos y muchas hernaniarras se desplazaran a Donostia tanto a vender sus productos como a practicar el estraperlo. Donostia, al ser principalmente un centro de consumo, necesitaba suministros, y muchas mujeres de Hernani acudían allí a vender. Siendo la capital, y un importante centro turístico, había un movimiento de dinero que no se daba en Hernani, que, por otra parte, resultaba muy beneficioso para los y las hernaniarras.

 

 

 

 

[19] El centro de producción es el espacio que posee capacidad productiva. Y el consumidor, por su parte, el que se sirve de esas materias primas. En el caso de Hernani, podemos decir que se trata de un espacio mixto, con ambas capacidades.