PATRIMONIO RELIGIOSO
LA PARROQUIA
La tradición oral dice que el primer templo cristiano de Hernani fue el de Nuestra Señora de Zikuñaga. El hecho de que carezcamos de testimonios documentales que lo acrediten no desautoriza esta afirmación popular, pues otras localidades como Zumárraga o Azkoitia tuvieron también su iglesia primigenia en una vieja ermita.
La historia escrita nos dice que la primitiva parroquia de Hernani estaba en el mismo lugar donde hoy se levanta el convento de las Madres Agustinas. Dado que el templo se situaba fuera de las murallas que rodeaban el casco, podemos barruntar que existía cuando Hernani era todavía un valle compuesto por casas y caseríos dispersos, más concretamente en fecha cercana al siglo XII si atendemos al análisis que Fausto Arocena hizo de su puerta de entrada de estilo gótico lanceado, que aún hoy se conserva[199]. Pero ello no exime que con anterioridad a éste hubiera otro templo cristiano, tal vez en el mismo emplazamiento.
Algunos autores apuntan que con motivo del incendio de la villa en 1512 la iglesia extramuros debió sufrir grandes daños, circunstancia que al parecer se aprovechó para rehacerla ya en el interior. Las gestiones para el nuevo traslado se inician entre 1538-39, y la autorización del Obispo de Pamplona llega en 1542. Pero antes de iniciarse los trabajos hubo que salvar la oposición de Juan López de Amézqueta, señor de Amézqueta y Alcega, quien veía peligrar los diezmos que regularmente ingresaba como patrón de la primera parroquia. Eso dio lugar a un largo litigio, hasta que por fin ambas partes llegan a un acuerdo por el que el patrón cede una porción de su terreno para la construcción del templo, pero a cambio continuará con la titularidad del patronato y tendrá derecho a “un asiento de barón con respaldo dentro del presbiterio del altar mayor a la parte de la epístola”, así como una tumba en el interior de la nueva parroquia[200].
Esta concordia firmada en 1541 entre la casa de Alcega y el concejo, estuvo en suspenso hasta 1592, año en que don Martín de Idiáquez pidió su confirmación, originándose un nuevo litigio que se propagó después de haber hecho un ajuste en 1654, mediante el cual los sucesores de la casa de Alcega renunciaban a sus pretensiones y preeminencias a cambio de los seles de Añoa[201] poblados de robles, jarales y otras maderas[202].
Se estudiaron trece trazas arquitectónicas distintas, y se eligió la del maestro Aranzale (originario, posiblemente, de Logroño). Su ejecución se concedió a los maestros canteros de Azpeitia Ignacio de Izaguirre, Domingo de Olozaga y Miguel de Beramendi, iniciándose la obra en 1540. Las medidas dimensionadas fueron de 158 pies de largo y 50 de ancho (44 x 14 m. la nave central): las paredes serían de manipostería y los esquinales de piedra sillar[203]. Si bien éstos cobraron en metálico, otros operarios como el cantero maese Miguel de Iriarte cobraron por su trabajo de las primicias (impuesto eclesial sobre las primeras cosechas)[204].
Para hacer frente a los numerosos gastos derivados de la propia construcción y de las indemnizaciones a los propietarios de las parcelas, la villa procedió a vender distintas tierras[205]. También la provincia ayudó: el 19 de noviembre de 1569 las Juntas Generales acuerdan que una tercera parte de los 2.000 maravedís de multa impuestos por desobediencia a San Sebastián, se destine a la construcción de la nueva parroquia de San Juan Bautista de Hernani[206].
Para la historia negra de esta construcción queda un episodio trágico: tres operarios fallecieron en 1581 como consecuencia del desplome de los arcos de la capilla mayor. Antes de hacer frente a su responsabilidad penal, el cantero Miguel de Iriarte huyó, por lo que se dictó la correspondiente orden de búsqueda y captura[207].
Grabado o litografía de la parroquia de San Juan Bautista.
Al tiempo que se iba levantando la arquitectura empezaron a confeccionarse los elementos litúrgicos y decorativos. En 1566 se contrató al cantero Juan de Ayerdi para que hiciera una pila bautismal de acuerdo con una traza previamente diseñada. Las dos primeras bancadas del retablo se encargaron en 1611a Ambrosio de Bengoechea, quien subcontrató a los maestros escultores Domingo de Ureta y Domingo de Goroa[208]. El 9 de mayo de 1621, ya muerto Ureta —quien diez años antes había firmado el sagrario junto con su paisano de Asteasu Ambrosio de Bengoechea—[209], se hace entrega de la obra terminada, que una semana después es examinada por el arquitecto burgalés Pedro de Echeprestua, el escultor Martín de Larrea y el también arquitecto Joan de Basayaz, ambos de Tolosa[210].
El diseño o traza del pedestal del retablo fue creación de Sassoeta, otro asteasundarra y de nombre también Domingo, y de la realización se encargó Joan Pérez de Çumeta, cantero de San Sebastián. Para finales de 1619 ya estaba terminada y en febrero del año siguiente pasa inspección técnica[211].
A los lados de la nave central se ofrecen varios nichos para la ubicación de pequeños retablos y capillas. A petición de Juanes de Sarobe, el escultor de Rentería Juanes de Acaldegui se afana entre febrero y junio de 1608 en la confección de un retablo de nogal y un altar dedicados a San Jerónimo, Santa Catalina, María Magdalena y San Esteban, que se situaría en una de las capillas laterales junto al altar de Nuestra Señora del Rosario[212].
Otro artista renteriano, Miguel de Osarain, pintó en 1632 una colección de 15 lienzos en blanco y negro (el término “lienzo” es ambiguo, y puede que aluda a la técnica de pintar directamente en la pared, al fresco) con pasos de la Pasión de Jesús[213].
Muy pronto se estima que el retablo del altar mayor labrado por Goroa era “sencillo y no conforme se usa”, y se decide ejecutar otro de nueva traza que se encomienda al maestro Bernabé Cordero, quien le dedicó cinco años de trabajo[214]. La inauguración en 1656 del nuevo retablo fue motivo de grandes fiestas sobre las que tratamos en el capítulo correspondiente. Por falta de medios, el estofado y dorado tuvo que aplazarse casi un siglo, hasta 1742, y aun entonces a costa de grandes esfuerzos económicos[215]. El artesano Agustín Conde aprovechó la ocasión para pintar algunas piezas adicionales en la calle superior del retablo[216].
De la sacristía se responsabiliza el cantero Juan Pérez de Odrioçola, en el curso del año 1621[217].
Asegura Lope Martínez de Isasti que en 1625 la iglesia estaba sin terminar[218], y todavía en el otoño de 1633 el cantero Francisco de Umbarambe, que estaba levantando unas paredes, es apremiado para que concluya antes de que empiecen los fríos[219].
Siguiendo una costumbre ya para entonces arraigada, cada familia de Hernani disponía de carnero o yarleku propio en la parroquia, que al formar una misma unidad con el caserío cambiaba automáticamente de manos cuando la vivienda pasaba a otro propietario. Un ejemplo: en 1636 el clérigo José de Percaiztegui vende su casa de Aizarna que estaba “en la parte del río” al cirujano Sebastián de Sassoeta, e incluye entre sus posesiones una tumba en la zona del evangelio (la novena de la tercera hilera) de la iglesia parroquial[220].
Los Alcega perdieron el patronato de la parroquia, pero no el orgullo de su rancio abolengo y un descendiente, Jerónimo de Alcega, presbítero subdiácono de la iglesia en 1565, durante la celebración del oficio religioso por la festividad del patrón San Juan Bautista osó hacer, en comandita con el alcalde Gabriel de Yçaguirre, público desprecio de Domingo de Horbea[221], eibarrés y “patrón único por donación real” todavía en 1591[222].
Fotografía del altar mayor de la Iglesia parroquial.
El patrón era el guardián de los bienes de la iglesia, y se consideraba un título de reconocimiento. En la mayoría de los templos el patronato pertenecía al Rey, quien designaba o quitaba a los patronos, como ocurre en la iglesia parroquial de San Juan de Hernani. Pero por lo general era hereditario y pasaba de padres a hijos, salvo nombramiento en contra. Entre sus derechos estaba el de ocupar un lugar preeminente en el templo, recibir el incienso, la paz y presentar las ofrendas los primeros en las ceremonias, exhibir sus armas grabadas en tumbas, en el respaldo de su asiento o tener capilla propia en la iglesia. El patrón recogía los beneficios de los diezmos pero estaba a su cargo el pago al clero, las reparaciones del templo y su administración, dando periódicamente cuenta de ello al obispado.
Después del IV Concilio de Letrán (1217) se impuso la obligatoriedad para todos los fieles de pagar el diezmo, que como su propio nombre indica era la décima parte de los productos obtenidos con el trabajo: la Iglesia lo cobraba en especies que luego vendía. En un interesante trabajo, María Rosa Ayerbe[223] nos revela que en el siglo XVII las caserías que se hallaban en jurisdicción de Hernani diezmaban a la parroquia de San Juan (eran en total 103 casas), las de Urnieta pero pertenecientes eclesiásticamente a Hernani diezmaban a la parroquia de Urnieta (siendo 25) y las situadas en Lasarte (17) lo hacían generalmente a San Sebastián del Antiguo. Estos ingresos servían para mantener al clero y las necesidades de culto, los sueldos de los trabajadores seglares, y para reparaciones, restauraciones o mejoras. (En el capítulo final incluimos la relación de las casas situadas fuera de las murallas que en 1610 pagaban diezmos y poseían sepulturas dentro de la iglesia). Dependiendo de los lugares y los tiempos estos “diezmos y primicias” fueron variando hasta su definitiva supresión por ley del 29 de julio de 1837.
Protestado fue el nombramiento por privilegio real de Sebastián de Arançabia y Sasiola, residente en Madrid, como patrono de la parroquia en 1606, pues los diezmos y primicias iban en su exclusivo provecho cuando eran muy necesarios para el ornato y mantenimiento del templo[224]. Quizá por eso, una década después Felipe IV rectifica y otorga al ayuntamiento de Hernani por doce años el patronato de su iglesia para que con rentas y diezmos se cubran las obras y reparaciones[225].
Aprovechando su trabajo en la fachada de la casa consistorial, en 1693 se contrata al cantero Juan de Lizarraga para que se encargue de la cubierta de la nueva torre parroquial[226], y él a su vez concierta la compra de piedra de las canteras de Igueldo[227]. La obra concluye en 1699 con el consiguiente examen técnico y tasación, que en este caso da algunos quebraderos de cabeza a las partes. Pero ya en octubre de 1700 se aprecian alarmantes deterioros en la estructura: grietas en frontispicio, bóvedas y sobre el coro, y la única puerta de entrada está dañada[228]. En su defensa, los canteros denuncian que se retiraron todas las maderas que sostenían la obra antes de tiempo, pero nunca se supo los auténticos motivos de aquel desastre. Necesitados de los
1.0 pesos que costaban los arreglos, la villa pide al Consejo Real permiso para vender unas tierras. El patrón de la iglesia protesta, y dice que el dinero que se recibió de América en lugar de utilizarse para fines suntuarios se podía haber empleado en estas reparaciones.
Una Cédula Real de 15 de febrero de 1702 ordena que la mitad de las primicias se destine a la reparación de esta obra, prohíbe la venta de terrenos y obliga al gobierno municipal a restituir los 1.000 pesos que recibió de América.
La voz de alarma se había dado en 1700, pero hasta diciembre de 1702 no se contratan las obras de carpintería y cantería, estas últimas a cargo de Pedro Ignacio de Veroiz, de Asteasu, y Juan Bautista de Abalidi, de Hernani[229]. El mismo Veroiz se encargaría de la ejecución de la portada, contando con Felipe de Arizmendi para pintar sobre ella la imagen de San Juan Bautista, además de su bandera y una cruz[230].
Francisco de Galardi y Santiago de Mendieta, el primero vecino de Hernani y el segundo de Irún, son contratados en 1764 para la ampliación de la torre de la parroquia, y empiezan encargando a cinco canteros que saquen piedra caliza de la cantera de San Bárbara en la zona del caserío Aguirre, la desbasten y labren[231]. La carpintería de la torre recayó en el maestro carpintero José de Eguino[232]. La traza de la torre se debe al famoso arquitecto Francisco de Ibero, y el diseño de las figuras que la tenían que adornar al maestro estatuario Santiago de Marzibia, vecino de San Sebastián[233]. Al concluir los trabajos, el 9 de marzo de 1767 íbero examina la obra y recuerda la necesidad de contratar la ejecución de la escalera de acceso. Otro tanto hace Santiago Marzibia el 2 de agosto y también encuentra las estatuías conformes al proyecto[234].
De la citada escalera de madera que daría acceso a la parte superior de la torre se ocuparía desde marzo de 1768 Ignacio de Aldaco por 55 h ducados. En el detallado pliego de condiciones se hace hincapié en que debería colocar una escotilla de acceso bien calafateada para evitar que por la parte alta entrase agua. La madera la tomaría de los árboles que la villa tiene en la zona de Epelzoeta, siendo de su cuenta el cortarlos, transportarlos, y hacer la escalera de cuatro tramos[235].
Todas las parroquias y ermitas estaban obligadas a llevar estricto control de sus cuentas en los denominados “libros de fábrica”, que estaban a cargo de un administrador seglar, el mayordomo. Al menos hasta el siglo XVII, era costumbre que el alcalde saliente tomara la mayordomía de la parroquia. La renovación, previa presentación del libro de fábrica, se celebraba normalmente cada 29 de septiembre, festividad de San Miguel. Pero quien revisaba estrictamente las cuentas era el visitador del obispado de Bayona y más tarde el de Pamplona (pues de ambos dependió eclesiásticamente en distintos momentos Hernani), quien periódicamente procedía a examinar el estado de la parroquia, ermitas y conventos, cuidando de su decencia y de la conservación en perfecto estado de su patrimonio.
En 1569 se funda la Cofradía del Nombre de Jesús. En 1741 la de la Santísima Trinidad y la de Las Animas del Purgatorio en 1774.
En 1802 estaban a cargo de la iglesia parroquial de Hernani un vicario y cinco beneficiados[236], y a principios del presente siglo un vicario y cuatro sacerdotes.
Se conservan las partidas de bautismo desde 1584, de matrimonio desde 1594 y de finados desde 1589.
PARROQUIA DE SAN JOSÉ OBRERO
En el barrio de La Florida se crea en 1960 un centro de culto en Villa Armendáriz, que en 1965 adquiere la categoría de parroquia con don José Luis Goikoetxea Zamora como primer párroco (don Jesús Alustiza Yarza será su coadjutor algunos años después). El primer bautizo en la parroquia de San José Obrero se celebró el 6 de enero de ese año, y el 2 de julio la primera boda. En 1968 la Iglesia adquiere la mitad de los solares de Villa Armendáriz, y el 1 de mayo de 1969 tiene lugar la solemne bendición del nuevo templo[237].
LAS ERMITAS[238]
Ermita de la Santa Cruz
La conocida como humilladero de Santa Cruz o más popularmente Elizatxo o Elizatxoa, se encuentra junto al antiguo camino al barrio del Puerto, entre el Ayuntamiento y la fuente de Leoka. La más antigua de las ermitas de Hernani tras la desaparición de Zikuñaga está hoy en plena reconstrucción.
Se erigió en 1570 a expensas del bachiller Sebastián de Yarça, vicario de la parroquia, quien además dejó en su testamento de 1579, 100 ducados para que con sus rentas se cuidase la ermita a perpetuidad.
En su interior, un crucero de arenisca con la tallas de Cristo, la Virgen y San Juan. Un documento de 1745 atestigua que tenía retablo. Tras el templete se aprecian los restos de la casa de la serora, dañada durante la Guerra Civil y utilizada como almacén municipal hasta su demolición.
Humilladero de Santa Cruz
en el Barrio de Puerto-Elizatxo. 1976.
En dos oportunidades la ermita o humilladero de la Santa Cruz ha sido desplazado de ubicación: hasta 1706 estaba situado tras la casa concejil y en esa fecha se trasladó unos metros a costa de los vecinos (el concejo sólo aportó 100 ducados). En 1768, ante la necesidad de habilitar un camino entre el Ayuntamiento y Urnieta, se acordó reedificarlo piedra a piedra un poco más abajo, en su emplazamiento actual.
Treinta y siete misas se oficiaban al año a cuenta de las fundaciones establecidas por los fieles, pero en 1771 el obispado ordena su traslado a la parroquia, ya que la ermita no daba cabida a toda la gente. Se rezaban misas, además, en las festividades de la Invención y la Exaltación de la Santa Cruz (3 de mayo y 14 de septiembre), pero hoy sólo se hace la primera en la parroquia. Una luz permanecía todas las noches encendida en esta capilla: antiguamente con lámpara de aceite y desde los años cuarenta mediante una bombilla eléctrica, hasta que los reiterados actos vandálicos interrumpieron la tradición. Ahora se estudia la posibilidad de que el Ayuntamiento vuelva a alumbrar Santa Cruz todas las noches.
Con motivo de la Invención de la Santa Cruz se celebraban en el barrio importantes fiestas populares.
Ermita de Santa María Magdalena
Desaparecida ermita que se encontraba en la parte baja del hospital, al final de la calle Mayor, cerca ya del convento de San Agustín. Se le llamaba “Basílica de Santa María Magdalena”. Conocemos la existencia del hospital desde 1529, cuando María López de Galarreta deja en su testamento un ducado para el mismo.
En 1679 se reedifica el hospital y la capilla. En 1735, siendo su mayordomo el capitán Oquendo, se trajo una imagen de la santa con túnica y peluca que costó 3.120 rs. La villa, como patrona del hospital, nombraba hospitalero, quien todas las tardes postulaba por el pueblo haciendo sonar su esquilón. Desaparece al edificarse el nuevo hospital en la segunda mitad del XIX.
Ermita de San Martín de Sastiga
Se encontraba en el barrio de La Florida —que posiblemente antaño también se llamara “San Martín”—, a 200 metros de la fuente de Iturrizulo (que, a juicio de los vecinos, da la mejor agua de todo Hernani).
Aparece documentada a partir de 1529 como San Martín de Sastiga, de Sastia o de Sagastiyaga. Eran patrones de esta ermita, a partes iguales, el señor de la casa solar de Sastiga y el concejo, este último representado por tres personas (generalmente alcalde y dos regidores), que periódicamente se reunían en la mencionada casa.
El 23 de octubre de 1702 se queman la ermita y la casa solar de Sastiga, pasando su serora a vivir al hospital. El capitán Juan de Ariztegui acudió en socorro de la villa prometiendo abonar la mitad de los gastos de reedificación de la ermita. Pero dado que no vuelve a aparecer ninguna referencia documental, sospechamos que el señor de Sastiga no cumplió su promesa.
Ermita de Santa Bárbara
El caserío Santa Bárbara ocupa el primitivo emplazamiento de la ermita y la casa seroral, a unos 200 m. de la cumbre.
Cuando emerge documentalmente, en 1526, la villa era su patrona. En 1745 tenía tres altares (el central dedicado a la santa y el del lado del evangelio dedicado a San Lorenzo) y coro.
Prácticamente todas las guerras han dejado destructiva huella en esta ermita, pues se utilizó como fuerte desde la de la Convención en 1793. Justo Eizaguirre y su familia entraron a vivir en 1934, y con su esfuerzo rehabilitaron la vivienda. Pero en 1938, con motivo de la Guerra Civil, fueron expulsados. A su vuelta encontraron la casa reducida a pavesas, pero de nuevo la pusieron en pie.
Ermita de Santa Bárbara.
Los vecinos de la villa en auzolan con ayuda del Club Deportivo Hernani, construyeron en la cimera del monte, a unos 200 m. de la anterior, un nuevo templo en honor a Santa Bárbara que se inauguró solemnemente el 16 de enero de 1955.
El 31 de julio, festividad de San Ignacio, se reza misa y se celebra una multitudinaria romería que dura hasta el anochecer, cuando los romeros descienden en comitiva al son de la música de los txistus.
Ermita de San Juan Bautista y San Sebastián de Oriamendi
Señalando el linde entre Hernani y San Sebastián (se dice que el altar dividía las dos poblaciones), junto al Camino Real, no lejos de la cima del monte Oriamendi, había una ermita dedicada a San Juan y San Sebastián, patrones de ambas localidades.
Como ya supimos, en este paraje se reunían anualmente desde antes de la construcción del templo los regidores de los dos ayuntamientos para sacar a subasta los beneficios de sus montes comunales. Por acuerdo del 3 de junio de 1594, los concejales de Hernani y Donostia decidieron construir la ermita. Su vida termina oficialmente en 1784.
Ermita de Nuestra Señora de Zikuñaga
Una tradición de origen inmemorial indica que la imagen de la Virgen de Zikuñaga, patrona de Hernani, fue hallada dentro de una barca en la orilla del río (en el antiguo camino a Navarra, cerca de la fuente Tartarako-iturria), y que en ese mismo emplazamiento se construyó su ermita. Tradición que enlaza con la génesis de otros cultos marianos en nuestro territorio: Aránzazu, Guadalupe, Lierni...
Ermita de Zikuñaga, desaparecida en 1987.
Más romántica aún es la leyenda que sostiene que la de Zikuñaga era una de las siete Vírgenes Negras de Gipuzkoa que un día salieron de la ermita de San Sebastián de Ataun para dispersarse por la provincia.
El historiador Luis Murugarren apuntaba la posibilidad de que el señor de Alcega y sus hombres trajeran la imagen al regreso de sus campañas militares por tierras meridionales[239]. Al desmontar la ermita, en el interior se encontraron restos humanos supuestamente de un varón adulto.
La figura, una preciosa talla de Virgen negra de finales del siglo XIII, fue robada de la ermita en la madrugada del 13 de abril de 1979, Jueves Santo.
La ermita disponía a mediados del siglo XVIII de un altar central dedicado a la patrona, y tres laterales con imágenes del Santo Cristo, San Antonio Abad y San Sebastián[240]. El principal era de tres calles en el primer piso y una sola en el superior, con columnas dóricas de fustes entorchados. Al mismo nivel de la talla mariana, un San José con niño y el Cristo Salvador, talla barroca del siglo XVII que hoy se exhibe en el Museo Diocesano de San Sebastián.
Ermita de Zikuñaga.
La ermita disponía de fondos propios que regularmente prestaba con cuyos réditos, amén de lo que le proporcionaba el arrendamiento de diversos terrenos, sufragaba sus gastos ordinarios. Otros terrenos a su alrededor eran para uso y disfrute de la serora o, en su caso, del ermitaño (hubo épocas en que tuvo dos serorcis simultáneamente a su servicio). En base a la Ley de Desamortización de 1799, sus bienes y tierras principales son embargadas por el Estado y pasan a engrosar la famosa Caja de Amortización, produciendo un importante beneficio de 14.900 rs.[241].
Imagen de Nuestra Señora de Zikuñaga.
Por fin, en julio de 1974 la parroquia vende todas las tierras que rodeaban a la ermita a la Papelera Zikuñaga por la cantidad de 7.704.000 pts. de las cuales 1.155.600 correspondían al valor estimado de 1.821 m² de terreno, 1.000.000 de pts. por la serora-etxea, mientras las restantes 5.400.000 pts. se destinarían al traslado de la ermita.
La operación produjo gran revuelo popular e institucional. El obispado alegó que la patrona de la villa merecía mejor emplazamiento, pero el prometido traslado fue aplazándose a la par que la papelera iba ocupando los terrenos. En 1985 se plantea el derribo de la ermita de Zikuñaga, y la polémica reverdece. Para calmar los ánimos, el párroco de Hernani afirma que el nuevo hogar de la patrona se reedificará piedra a piedra en terrenos del caserío Iparburu. El martes 10 de septiembre se celebra la última misa y el 3 de julio de 1987 se inicia la numeración de las piedras de la fachada. El terreno está allanado para el día de San Fermín.
El manto de la Virgen se prestaba a quienes lo pedían. También acudían las madres con los niños tardos en hablar. La serora pasaba al infante por encima del altar mientras rezaba un Credo y dos Padrenuestros. El aceite de su lámpara del Santísimo se tenía por muy favorable para la cicatrización del cordón umbilical de los recién nacidos. Asimismo, bajo el altar había un agujero en donde los fieles introducían la cabeza y rezaban el Credo para que desapareciera el dolor o para prevenirlo.
Ya comentamos que en su fiesta del 8 de septiembre se celebraba una misa a las 7 de la mañana y a las 10 la misa mayor, con asistencia de todas las autoridades. Durante dos o tres días en las campas había trikitixas, txistularis, juegos, verbenas, etc.
Ermita de San Antonio de Padua. Barrio de Ereñozu
En el centro del barrio de Ereñozu está la ermita de San Antonio de Padua, construida entre 1863 y 1866 a iniciativa de los vecinos que hasta entonces para cumplir con sus obligaciones religiosas debían caminar durante hora y media hasta la parroquia. La comunidad de Ereñozu —constituida por 20 caseríos donde residían 36 familias y un total de 247 “almas”, entre ellas la del famoso bertsolari Txirrita— adquirió los terrenos del caserío Chocolatenea e hizo en auzolan su nueva parroquia. Con motivo de sus bodas de oro, celebradas el 13 y 14 de junio de 1916, se inauguró un precioso altar construido por la casa Apellániz de Vitoria. Hacia 1970 se efectuaron importantes obras de remodelación.
Por el coro se accede a un precioso museíllo donde se exhiben con gracia y sencillez elementos de culto ya en desuso: tallas, copones, vinajeras, fotos antiguas, instrumentos litúrgicos...
Las muchachas solteras venían a rogar a San Antonio que les concediera novio; muchas se desplazaban andando desde Hernani o subían de rodillas las escaleras de acceso a la ermita.
Ermita de Santiago. Barrio de Pagoeta
La ermita de Santiago está casi en la misma frontera entre Hernani y Araño, o lo que es igual entre Gipuzkoa y Navarra, orillando el río Urumea.
Construida en 1935 como capilla particular de la familia Barrenechea, en 1985 celebró solemnemente sus bodas de oro. Se da la circunstancia de que en un documento del Archivo Municipal de Hernani fechado en 1797 se cita con el nombre de Santiago a una poza cercana a la presa de Pikoaga, próxima al lugar donde se halla la ermita.
Ermita de San Nicolás
No hemos podido localizar la ubicación exacta de esta desaparecida ermita, que algunos textos sitúan a “dos leguas y media” de Hernani (unos 14 km.), en el linde con Araño.
Durante la I Guerra Carlista, Hernani fue alternativamente ocupada por liberales y carlistas. Huyendo de los horrores, algunos vecinos se trasladan al monte, “a dos leguas y media, a donde no han llegado ni llegarán los enemigos”. El sacerdote D. Domingo Arbunies se refugia en Berastegi, y hasta allí van a buscarle los vecinos en demanda de asistencia espiritual, como relata en el siguiente informe de 1837 que se encuentra en el Archivo Diocesano de Pamplona:
“Domingo Arbunies Prov. de Dn. Juan Pedro de Erice Parro. Vc° de Hernani, dice que con motivo de la entrada de los enemigos en dicha villa se ausentaron de ella varios vecinos, fijando su residencia en el barrio del Urumea, jurisdicción de la misma. Con el objeto de que mi parte les celebrase el Santo Sacrificio de la misa y suministrarse los auxilios espirituales procedieron a la construcción de una basílica bajo la advocación de San Nicolás, donde se celebran todos los actos parroquiales y administran los sacramentos en igual forma que en la iglesia de la villa, mediante la facultad obtenida de esta superioridad para la bendición en 9 de septiembre de 1837. A dicha basílica se le ha aumentado una porción de local mucho mayor que el que se le dio en su primer origen, de manera que se desea dar tierra a los cadáveres en el centro, por ser sitio aparente y como la facultad para la bendición no se extendió más que para la obra construida en un principio.
A V.S. suplican se sirvan conceder nueva facultad para bendecir el nuevo asentamiento a la recordada Basílica por ser mayor parte de la anterior...”.
Al poco tiempo amplían el templo y acondicionan un cementerio anejo; piden su bendición al obispado, que se la concede el 15 de enero de 1839.
Posiblemente tras el Abrazo de Vergara del 31 de agosto de 1839, los vecinos retornaron a sus residencias y el recuerdo de esta ermita fue lentamente perdiéndose.
ORATORIOS
El famoso arquitecto de Andoain Pedro de Latixera fabricó un retablo para la casa solar de D. Juan Antonio de Leygaur y Epela[242].
En el libro de visitas de 1745 se indica que la casa de Dª Ana María de Cardaveraz disponía de oratorio particular[243].
Otro oratorio “mui decente y apartado de los usos domésticos” tenía el caserío Bidaurreta del barrio de Antziola, propiedad de Miguel de Tarbe.
La tradición oral señala que Altzea, importante casa solar situada frente a la ermita de Zikuñaga, poseía en sus tiempos una capilla (recordemos que el historiador Murugarren sospechaba que el señor de Alcega pudo traer la talla de la Virgen de Zikuñaga de tierras de moros).
A D. José María Zuaznabal y Francia, ministro del Real Consejo de Navarra, concedió el Papa León XII en 1826 permiso especial para habilitar oratorio privado y poder celebrar oficios en él[244].
En la actualidad Dª Pilar Carrera y D. Antxon Urruzola dan continuidad a la costumbre de situar cada 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, un altar petitorio convenientemente adornado en honor a las Almas del Purgatorio en un bajo de la calle Felipe Sagarna, esquina a Urumea.
En honor a San Roque, como patrono de la calle Mayor, el 16 de agosto, en la casa Zaragüeta se suele instalar entre flores y velas una imagen del santo, visible desde la calle a través de una ventana baja, que nos recuerda la festividad e invita a que levantemos una oración.
CONVENTO DE LAS AGUSTINAS
Al comienzo de este capítulo sobre el patrimonio religioso de Hernani supimos que la primera parroquia se situaba donde hoy está el Convento de las Agustinas, que todavía exhibe la primitiva puerta parroquia de estilo gótico lanceado del siglo XII. En efecto, antes de que la vieja parroquia sea abandonada el comerciante local Juan Martínez de Hereñozu sufraga la fundación allí de una comunidad de religiosas agustinas, donde ingresarán sus hijas Marina y María López, y su sobrina Catalina de Arbide. Con las licencias eclesiásticas y civiles en su poder, en 1544 se construye una casa conventual aneja a la antigua parroquia. Hereñozu aportó importantes fondos para la subsistencia del cenobio y habilitó su sepultura en la capilla mayor como patrón. Además de las tres mentadas, las primeras religiosas fueron Isabela de Ugarte y María Martín de Paternain, provenientes del convento agustino de San Pedro de Pamplona[245].
Para septiembre de 1547 había una docena de maestros carpinteros trabajando en habilitar la nueva casa conventual: Domingo de Azpilaeta, Juanes de Hecheandía, Martín de Olavide, Juan Sanz de Alurralde, Domingo de Goycoechea y Pedro de Hecheberría, todos de Hernani, Domingo de Goya, de San Sebastián, Domingo de Barrenechea, Antón de Lorria, Miguel de Echeverría y Esteban de La Ychassaie, vecinos los cuatro últimos de Usurbil, así como Martín Juan de Astasu[246].
El 13 de noviembre de 1547 el Ayuntamiento, el cabildo y el convento establecen un convenio merced al cual se sellan los vínculos entre la villa y la congregación, vínculos que duran hasta hoy, justo cuando se cumplen 450 años de la firma de aquel documento. Ya para 1625, el municipio es su patrón[247]:
“Tiene fuera de los muros un monasterio de monjas de la orden de San Agustín, de la obediencia del Obispo de Pamplona, y la villa es patrona. El capellán que lo sirve es clérigo de la misma villa con licencia de decir dos misas cada día”.
Durante las contiendas bélicas de 1638 (entre el 2 de julio y el 23 de agosto), 1719, 1794 y 1808 la comunidad tuvo que dejar el convento y refugiarse en Azpeitia, Logroño (donde existía otro convento agustino) y Zarautz. En la última fecha, los franceses lo utilizaron como cuartel y quedó destruido, pero se reconstruyó en 1825[248].
Vieja estampa del Convento de las Agustinas.
Para 1916, Hernani albergaba cinco comunidades religiosas: los Padres Jesuitas y los Hermanos del Sagrado Corazón, además de las Agustinas, las Religiosas de María Teresa y las Hermanas de la Caridad.
Las Agustinas permanecen todavía entre nosotros, junto a los Misioneros de la Sagrada Familia, las Hijas de la Caridad que gestionan un centro escolar y se ocupan de labores de bienestar social, y las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y María.
OFRENDAS, FUNERALES Y PROCESIONES
Durante los oficios, cada etxekoandre se ponía sobre el yarleku o fuesa de la iglesia correspondiente a su casa solar, y a la hora del ofertorio se desplazaba hasta el altar para presentar el pan al sacerdote y besar la estola. Esta ofrenda se hacía por rigurosísimo orden de ubicación en la iglesia, según el rango social de cada familia. Los sucesivos cambios en el acomodo fueron a lo largo de los siglos motivo de infinidad de roces y de pleitos. Pero es que además el trasiego entre el yarleku y el altar producía un alboroto que rompía con el recogimiento durante el oficio, por lo que desde 1596 por decisión episcopal será el sacerdote quien se desplace por la nave para recibir las ofrendas y dar a besar la estola. El vicario acuerda y escritura esta transformación con las mujeres de las casas principales de Hernani (allí figuran las Ambulodi, Çabalaga, Araeta, Alcega, Aguirre, Ayerdi, Bascardo, Azconovieta, Legarra...)[249].
El ordenamiento era estrictamente jerárquico y nadie podía adelantarse a la hora de presentar las ofrendas sin quedar impune. El tema mereció un amplio debate en las Juntas Generales de Tolosa de 1592, al sentirse el alcalde de hermandad Antonio de Luzcando agraviado por el vecino Nicolás de Ayerdi durante la celebración de un oficio en nuestra parroquia, al punto que a poco acaban ambos a golpes por ver quién era el primero en ir a dar la paz —¡el colmo de la paradoja!—[250].
Al morir, los caballeros pudientes testaban dinero a los templos de su localidad y en ocasiones se ofrecían animales (un buey, en el caso de los mayorazgos de la casa de Lazcano), que participaban del funeral desde el atrio de la iglesia y luego se retornaban a la casa pagando su valor en metálico al templo. Las damas otorgaban en sus última voluntades tela para confeccionar mantos para las tallas, ropa blanca para altares o elementos litúrgicos (casullas, albas, cálices, patenas...), que por costumbre se exhibían sobre el ataúd en las exequias como signo de ostentación. Cuando los objetos estaban aún por confeccionar, se solicitaba el préstamo de modelos. Ello dio origen a un mercado de alquiler de elementos por parte de la Iglesia al que se pone fin en 1771 (pero protegiendo los beneficios que reportaba)[251]:
“Ynformados así mismo de otro abuso que de inmemorial tiempo se practica en esta parroquia de que quando muere alguna mujer piden sus interesados al Maiordomo de la fabrica (iglesia) una alba, un cíngulo y siendo la difunta de alguna distinción se franquean también los demás ornamentos sagrados hasta la casulla y platillo con vinajeras, para que colocados sobre el cadáver de la difunta se lleven desde su casa a la Iglesia, pagando a su fábrica (iglesia) ciertos derechos y reconociendo que semejante estilo se opone graciosamente a la veneración y respeto con que se deben tratar los sagrados ornamentos destinados únicamente para el Santo Sacrificio de la Misa y demás actos sagrados del Culto Divino y reservado su uso privativamente a los Ministros del Señor; mandamos a los Maiordomos que fueren de la Fábrica y a las qualesquiera otras personas así eclesiásticas como seculares que pena de excomunión maior apercivimiento de su agravación y otras a nuestro arbitrio no den ni motivo los expresados ornamentos y piezas ni otras algunas destinadas a funciones sagradas para el uso arriba referido y que en su lugar se destine o señale algún otro adorno que no desdiga de aquel acto para preservar por este medio el perjuicio que resulta a la Fábrica de la cesación de sus derechos acostumbrados”.
Una vez que deja de enterrarse a los difuntos dentro de la iglesia y se acondicionan cementerios exteriores, el cuerpo del finado sólo entra efímeramente al recinto para los ritos funerarios. Cuando en 1849 se prohíben también los funerales de cuerpo presente, se opta por dejar el ataúd en el exterior, generalmente sobre una mesa cubierta de un paño negro, y al finalizar la ceremonia se le da sepultura.
El clero acudía a casa del finado para acompañar la conducción en solemne procesión con estandartes, cruz y monaguillos, pero si el domicilio estaba alejado se acordaba un punto de encuentro. En 1851 los residentes más allá de Fagollaga piden que el cabildo salga al menos hasta la ferrería para recibir la comitiva, ya que se sentían discriminados, y a los dos años los clérigos aceptan acompañarlos desde el caserío Usateguieta. También el Ayuntamiento pide al cabildo marque una hora fija para todos los traslados fúnebres desde la casa mortuoria a la iglesia[252].
Si ahora nos quejamos de lo que cuesta morirse... ¡qué no dirían nuestros ancestros de hace siglo y medio! Pondremos como ejemplo unas cuentas de 1834 (para entonces ya existía el camposanto exterior a la iglesia), que no incluyen ni el funeral ni las entonces obligadas misas de aniversario:
— A cada una de las cofradías a medio real 1 r.: 17 maravedís
— Al que lleva el estandarte en la conducción 1 r: 17 m.
— A la serora por tocar la campana: 4
— A la serora por lo mismo en los 4 días de oficios: 16
— A la mandadera: 8
— Al enterrador: 8
— A los 4 muchachos que llevaron las velas: 8
— A los 4 hombres que llevaron el cadáver: 16
— Por la manta para la mesa donde se colocó el ataúd: 4
— Por la limosna a la iglesia: 120
— Total: 187 rs.
Para poder ponderar estas tarifas señalemos que, poco más o menos en aquella misma época, un peón de cantería o carpintería cobraba 8 rs. al día, mientras que un oficial recibía 12 rs. La libra (460 gr.) de carne de vaca costaba 1 real, y 2,5 la de tocino. Por una arroba (11 kg., 50 gr.) de aceite había que desembolsar 64 rs., 40 la de aguardiente, y 20 la de vino.
Asimismo, en la relación se cita a “la mandadera”, que era la persona encargada de avisar al cura y a los familiares del deceso y de la hora en que se celebraría la conducción y entierro[253].
En el capítulo de procesiones, sabemos que al menos durante los siglos XVI y XVII se hacía una en la festividad de San Agustín (28 de agosto) desde la parroquia al convento de las agustinas. De su trascendencia para el orden social de la villa nos da cuenta el gran escándalo que motivó su suspensión de forma unilateral por parte del cabildo parroquial el año 1606. Fue necesaria la intervención del alguacil de la curia episcopal de Pamplona, quien sale en defensa de los sacerdotes[254]. En tal día se hacía además el “antzar-jokua” o juego de ganso, que se siguió celebrando hasta el siglo XIX[255].
En cumplimiento de una promesa realizada posiblemente en tiempo de peste, el día de San Sebastián (20 de enero) se hacía solemne procesión hasta la ermita de Nuestra Señora de Zikuñaga. Pero como la climatología en esa fecha no acompañaba y apenas acudía más gente que “los niños de la escuela”, en 1737 el cabildo decide limitarla hasta el convento de San Agustín, donde se podría rezar ante la imagen de San Sebastián del altar mayor de su iglesia. De todas maneras, tanto esta procesión como las de Santa Agueda y San Roque se aplazaban en caso de mal tiempo[256].
Durante generaciones los fieles hernaniarras hacían rogativa el día de San Marcos hasta la ermita de Nuestra Señora de Hua, en San Sebastián, mientras que en la Pascua del Espíritu Santo se iba en procesión a la iglesia del Antiguo donde se celebraba misa y, a continuación, el Ayuntamiento de Hernani invitaba a desayunar; se retornaba también en procesión para estar de vuelta hacia el mediodía[257]. Sobre la magnificencia del ritual de este día, escribía un cronista en 1831:
“Hace poco tiempo que deja de observarse la inmemorial costumbre de pasar en procesión con Cruz levantada y capellanes todos los años, el día tercero de Pentecostés, a la Parroquia de San Sebastián del Antiguo (la primera de aquel país) jurisdicción de la capital San Sebastián, en cuerpo de Villa, el Alcalde como Capitán, el Regidor Decano como Alférez y el segundo como sargento, con estandartes, pífanos, alabarderos, y cajas, llevando cada uno de los capitulares en señal de autoridad sus bastones con espadín. Recibidos por el Vicario del Antonio, que suele ser un religioso dominico, cantaban los capellanes de Emani una Misa solemne ocupando los capitulares de esta Villa en el presbiterio el asiento preferente al lado del Ofertorio, y acabada la misa con el propio acompañamiento, con que eran recibidos, volvían hasta el parage del recibimiento, donde se despedían. Y, sin embargo de que la mencionada parroquia del Antiguo el día antecedente segundo de Pentecostés pasaba a la de Emani, también en procesión, solamente asistían los feligreses, sin que en ocasión alguna hubiese asistido los capitulares de la ciudad de San Sebastián”[258].
Para dar mayor solemnidad a estas y otras procesiones, como las de la Ascensión del Señor, San Juan Bautista, Corpus Christi, etc., en 1854 el Ayuntamiento decide comprar dos faroles nuevos para velas[259].
[199] AROCENA, Fausto. Monasterio de las Madres Canónigas Lateranenses de la Orden de San Agustín de la Villa de Hernani. Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián Dr. Camino, n° 19. San Sebastián, 1985. p. 7.
[200] AYERBE IRIBAR, María Rosa. Orígenes de la nueva iglesia parroquial de San Juan Bautista de Hernani. Op.cit. p. 341.
[201] A.M.H. E/4/II/1/3.
[202] LIZASO, Domingo de. Op.cit., p. 120.
[203] A.M.H. E/4/1/3.
[204] A.D.P. Leg. C-83/9.
[205] A.M.H. E/4/1/10.
[206] DIEZ DE SALAZAR FERNÁNDEZ, L.M. AYERBE IRIBAR, M.R. Op.cit. Tomo V, p. 69.
[207] A.M.H. E/4/1/14.
[208] A.D.P. Leg. C-693/11.
[209] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.026, fol. 78.
[210] A .P.O. Secc. III. Leg. 1.062, fol. 120.
[211] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.035, fol. 3.
[212] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.020, fol. 35, y leg. 1.024, fol. 82.
[213] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.046, fol. 12.
[214] A.M.H. E/4/I/1/26.
[215] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.354, fol. 243.
[216] A.M.H. E/4/I/1/31
[217] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.062, fol. 192.
[218] MARTÍNEZ DE ISASTI, Lope. Op.cit., p. 526.
[219] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.047, fol. 30.
[220] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.076, fol. 249.
[221] A.P.O. Sccc. III. Leg. 921, fol. 14.
[222] A.D.P. Leg. C-87/17.
[223] AYERBE IRIBAR, María Rosa. Confluencias de la jurisdicción eclesiástica en las cacerías de Hernani en relación con los pagos de diezmos y primicias. Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián Dr. Camino, n° 18. San Sebastián, 1984, p. 3.
[224] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.018, fol. 132.
[225] A.M.H. E/4/III/4/1.
[226] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.273, fol. 65.
[227] A.M.H. E/4/III/I/33.
[228] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.276, fols. 29 y 349.
[229] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.278, fols. 184 v., 340, 546.
[230] A.M.H. E/4/1/1/30.
[231] A.P.O. Secc. 111. Leg. 1.407, fol. 79.
[232] A.M.H. E/4/1/1/34.
[233] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.371, fol. 432.
[234] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.372, fol. 483.
[235] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.372, fol. 82.
[236] Real Academia de la Historia. Op.cit., p. 362,
[237] El barrio de La Florida y la Parroquia de San José Obrero. Escuela de Tiempo Libre. Hernani, 1989.
[238] A fin de agilizar su lectura, obviamos en este capítulo las notas y referencias documentales. El lector interesado las encontrará, junto con muchos otros datos suplementarios, en mi investigación Las ermitas de Hernani, que tengo publicada en los Cuadernos de Sección Antropología-Etnografía, n° 11, de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos. Donostia, 1994, pp. 9-70. Hacemos salvedad de esto en el apartado sobre la ermita de Zikuñaga, al que dediqué una monografía aparte que permanece aún inédita: La ermita de Zikuñaga de Hernani (2º Premio de Investigación Villa de Hernani, 1990).
[239] MURUGARREN ZAMORA, Luis. Hernani, su historia e instituciones. Op.cit., p. 50.
[240] A.H.D.SS. Hernani: Libro de Mandatos, 5.XI. 1745.
[241] A.P.O. Hernani. Leg. 1.459, fol. 146. y leg. 1.378, fol. 126.
[242] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.216, fol. 198.
[243] A.H.D.SS. Libro Mandatos de Hernani. Legs. 1.726-1.849.
[244] A.D.P. Leg. A-18/31.
[245] MURUGARREN ZAMORA, Luis. Fundación del convento de San Agustín de Hernani. Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Año XXXIX, cuaderno 1 y 2. San Sebastián, 1983, pp. 257 ss.
[246] A.P.O. Secc. m. Leg. 915, fol. 229.
[247] MARTÍNEZ DE ISASTI, Lope. Op.cit., p. 527.
[248] MURUGARREN ZAMORA, Luis. Fundación del Convento de San Agustín de Hernani. Op.cit., p. 257.
[249] A.P.O. Secc. III. Leg. 996, fol. 5.
[250] DIEZ DE SALAZAR FERNÁNDEZ, L.M, AYERBE IRIBAR, M.R. Op.cit. Tomo XI, p. 579.
[251] A.H.D.SS. Hernani: Libro de Mandatos, 12.IX.1771, punto 12.
[252] A.M.H. A/1/15, fol. 72 v., 107, 150, 230 v.
[253] A.H.D.SS. Hernani: Libro de finados, papel suelto.
[254] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.018, fol. 39.
[255] A.M.H. B/3/1/3. Año 1833.
[256] A.M.H. A/1/9. fol. 508.
[257] A.D.P. Leg. 1.695/1.
[258] J.V. Op.cit. p. 467.
[259] A.M.H. A/1/16, fol. 50 v.