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Hernani y los hernaniarras
Antxon Agirre Sorondo, 1997

 

EL MEDIO NATURAL

 

      Hernani se encuentra en las faldas del monte Santa Bárbara, con el casco sobre un altozano (a 43 metros sobre el nivel del mar) desde donde se domina toda la vega del Urumea que discurre a sus pies.

      Sus coordenadas geográficas son:

            Longitud oriental: 1º 41’ 40”

            Latitud septentrional: 43° 16’ 25”

      La jurisdicción de Hernani linda al norte con San Sebastián y Lasarte, al sur con Astigarraga, Elduain y Araño, al este con San Sebastián y Rentería, y al oeste con Urnieta, Lasarte y el barrio donostiarra de Zubieta. Dista 9,26 kilómetros del centro de Donostia-San Sebastián.

      El monte Santa Bárbara (a 247 m.s.n.m.) es de terreno calizo cenomanense con buzamiento al norte. Cerca de la villa y bajo las calizas hay pizarras margosas y entre ellas capas de lignitos. Parte de su terreno, como es natural, está cubierto por tierras de aluvión aportadas por el Urumea. Además del citado Santa Bárbara, los montes de Urdaburu (602 m.s.n.m., lindando con Rentería y San Sebastián en la zona de Oberan), Azketa (con sus 836 m.s.n.m. es la cumbre más alta de Hernani, en vecindad con Elduain), Igorin (de 456 m.s.n.m., hace de frontera con San Sebastián en la zona de Landerbasoa), y Oindi (550 m.s.n.m., lindando con Urnieta) enriquecen también su orografía.

      Para hacernos una idea de cómo sería la agricultura y la flora en nuestros términos antes de la industrialización, traemos aquí una descripción del año 1831:

 

      “El suelo es igualmente delicioso y fértil. Hay rosas blancas, amarillas, sencillas y dobles, renúnculos, tulipanes, clavos, pasioneras, claveles, junquillos, anémonas, jazmines, clavellinas, tomillo, espliego, albahaca, romero, chalota. Hay berza de diferentes especies, repollos, lechugas de mil clases, espárragos, puerros, alcachofas, guisantes de varios géneros, habas, cebollas, zanahorias, nabos, remolacha morada o coloradas y amarillas o blancas, escarola, ajo, cardo, escorzonera, papa, calabaza, melón, sandía, peregil, espinaca, acedera, acelga, borraja, achicoria, fresa, apio, mastuerzo, berro, tómale, pimientones, pimientos...”.

 

      Además de muchas otras frutas y árboles, la relación se completa con la fauna de Hernani, que incluía “zorros, jabalíes, gamos, lobos, patos, percazas, avefrías, becadas, becacines, codornices y faisanes” entre otras especies[2].

      El censo de cabezas de ganado en Hernani el año 1812 era el siguiente: 98 bueyes, 214 vacas y 5 caballos, mientras que el conjunto de la provincia en esas mismas fechas sumaba 9.053 bueyes, 10.085 vacas y 1.088 caballos.

      En las Juntas de la Provincia celebradas en Zumaia en 1848 se acordó emprender planes de fomento del arbolado en Gipuzkoa, la extensión del guano de Perú como abono, introducir ganado lanar de mejor calidad y perfeccionar los útiles de labranza, creándose una comisión permanente para su estudio y seguimiento. A partir de entonces empezaron a celebrarse concursos de ganadería (se llamaban “exposiciones de ganados”) con carácter anual o bianual en Lazkao, Bergara, Azpeitia y Hernani[3].

      Aún a principios de siglo la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura y la ganadería, siendo once las hermandades o sociedades ganaderas de seguros mutuos. Entre las diez granjas más importantes de la provincia dos pertenecían a Hernani: Villa Anita, de Luis Larrauri, con 16 vacas y 12 hectáreas, y Markelin de José Manuel Aizpurua, con 10 vacas y el mismo número de hectáreas.

 

 

EL URUMEA

 

      En 1831 el cronista Zuaznabar interpretaba la etimología del nombre de Urumea como “agua delgada”, aunque también pudiera significar “oro sutil” dado que, según una antigua tradición, en sus aguas podían encontrarse granos de oro[4].

      Tras manar en el valle navarro de Basaburua, más allá de Goizueta, el joven riachuelo recoge las aguas que bajan del monte Biandiz formando el río Añarbe (hoy con un gran embalse que alimenta de agua potable a Donostia y alrededores) y, discurriendo entre los montes Urbaburu (al norte) y Adarra (al sur), serpentea por el valle.

 

Litografía del Puente de Carabel, en Hernani.

 

      Dada su menor pendiente, una vez que llega a Fagollaga el Urumea se desliza más lentamente, razón de que antaño fuese navegable desde San Sebastián hasta allí para txanelas y gabarras.

      En Hernani recibe el caudal de los afluentes de Aparrain, Ezkaitz, Usoko, Epeleko y Martindegi por su derecha, y Sagarreta, Olaberri, Bezkite, Sagatzain, Txonkueneku, Portu y Latzuembe por su izquierda. Ya en términos de Hernani, el río disponía de uno de sus más importantes puertos. Pasando por Ergobia el Urumea baña la jurisdicción de Astigarraga y, por el barrio de Loyola, llega a San Sebastián para desembocar en la barra de la Zurriola.

      A lo largo de la historia, el Urumea y sus afluentes han servido de fuerza motriz a un buen número de ingenios hidráulicos. Sólo en términos de Hernani conocemos la existencia de los molinos de Franco, Carabel, Eciago, Osinaga, Epeleko, Ereñozu, Picuaga, Beko-errota y Pagoaga; en Urnieta el Errotaberria, los molinos de Murgi y Mazkarrene en Astigarraga, y ya en Donostia: Mateo, Aguirre, Errotaberri, Anoeta, Errotatxo, Juandegui y Santiago. Lista a la que habría que añadir al menos cinco molinos más en Navarra, lo que da un total de 24 “errotas”, sin contar con las ferrerías que han trabajado beneficiadas por el río y sus afluentes, como se verá en un capítulo posterior. En suma, el Urumea ha sido uno de los grandes dinamizadores económicos de esta parte de Gipuzkoa.

      Los concejos de San Sebastián y Hernani, juntos y mancomunados, arrendaban cada año la exclusividad de la pesca del salmón en estas aguas. Sólo a partir de 1564 se dio licencia para que los vecinos de ambos municipios se beneficiasen libremente de la pesca en la zona de los “Montes Francos” (aunque el documento sólo tenía validez para seis años, parece que dicha autorización fue ya indefinida)[5].

      En el texto de 1831 ya citado se indica que en el Urumea se criaban “anguilas, bermejuelas, salmonetes, truchas, albures, salmones y paluzas”[6].

      Para la nostalgia queda el recuerdo de los paseos fluviales por el Urumea que tan de moda estuvieron a principios del presente siglo. Las gabarras, adornadas con farolillos y cintas, partían de San Sebastián y llegaban hasta la zona de Loyola, donde existía todo un complejo de atracciones feriales.

 

 

EL ORIA

 

      Antaño el Oria bañaba territorio de Hernani, dado que parte del actual municipio de Lasarte-Oria le pertenecía.

      En 1582 se planteó un ambicioso proyecto para hacer navegable el río Oria desde Tolosa hasta su desembocadura en Orio. El propio rey Felipe TI ordenó el 20 de julio de ese año que se estudiara su viabilidad, de lo que se encargó un equipo técnico dirigido por el corregidor de la provincia: tras recorrer palmo a palmo el río desde el puente de Arramele, en Tolosa, hasta su estuario, confirmaron que el proyecto era posible y concretaron el presupuesto en 12.000 ducados. Suponemos que las razones por las que finalmente no prosperó están ligadas a la profunda crisis que azotó al país en aquellos años finales del reinado de Felipe II.

      No menos ambicioso era el plan promovido por el Ayuntamiento de Tolosa para unir el Oria con el Urumea, posibilitando por una parte que las mercancías que desde San Sebastián llegaban por el río hasta el puerto de Hernani pudieran continuar hasta Tolosa mediante una desviación que partiría en el mismo puerto, y por otra sorteando el gran peligro que suponía la barra del Oria en su desembocadura. Las Juntas Generales recibieron el 29 de junio de 1772 el informe donde se decía que “una sola embarcación que por allí navegara llevaría ciento ochenta cargas” (unos 2.250 kilos), cuyo transporte por tierra requeriría nada menos que quince caballerías. Además, en caso de ejecutarse esta obra, el sector de la construcción naval se vería beneficiado y con él —dice el informe— la Armada Real. Cuatro expertos presupuestaron la obra en 12.000 ducados, exactamente la misma cantidad que el proyecto anterior. Tras su estudio, las Juntas postergaron cualquier decisión para más adelante.

      Ochenta años después, en 1852, el ingeniero de caminos y canales Manuel de Peironcelly vuelve a retomar la idea y presenta ante el Ayuntamiento de Tolosa un estudio extremadamente detallado de una futura canalización del Oria desde Tolosa a San Sebastián pasando por Hernani, donde se uniría con el Urumea, situando a tal fin 40 esclusas a lo largo del recorrido. Su costo se presupuestó en 6.530.000 pts. También el proyecto de Peironcelly dormiría el sueño de los justos, una vez iniciado el tendido del nuevo ferrocarril que comunicaría Tolosa con la capital[7].

 

 

CUEVAS

 

      A un kilómetro escaso del casco hay dos cuevas de cierta fama, ambas llamadas de Jentil-zulo (agujero del gentil), una en terrenos del caserío Buscando, en el límite con los del caserío Iturmendi, y la otra de Iturregui. A principios de siglo el historiador Serapio Múgica decía que la primera tenía una entrada tan angosta que apenas permitía el paso de un hombre a rastras, hasta que se amplió por medio de un desmonte (en los trabajos no apareció “ningún resto ni objeto de interés”). Tenía una galería que se bifurcaba a unos seis metros de la entrada: la galería de la derecha era de unos 100 m. de largo y 3 de ancho, terminando en una plazoleta de 7 a 8 m. de ancho, mientras que la izquierda era tan estrecha que al final apenas cabía una persona. Ya por entonces, como ahora, esta cueva estaba dedicada al cultivo de champiñones.

      La cueva de Iturregui tenía una profundidad de 200 m., era de paso angosto y cerca de ella nacía la regata de Latzumbe[8].

 

 

 

 

[2] J.V. Hernani en 1831. Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, n° 3. San Sebastián, 1953, pp. 465-469.

[3] MUGICA, Serapio. Provincia de Guipúzcoa. Geografía General del País Vasco-Navarro. Alberto Martín ed. Barcelona, s/f, p. 475.

[4] J.V. Op.cit. p. 467.

[5] Archivo Municipal de Hernani (A.M.H.). A/8/II/1/1.

[6] J.V. Op.cit. p. 466.

[7] MUGICA, Serapio. Op.cit., p. 68,

[8] Ibídem., p. 176.