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Voces en el desván
Usoa Barrutiabengoa Olazabal / Nerea Elias Muxika
Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004

 

FRANQUISMO Y SISTEMAS DE GÉNERO

 

      Estudiaremos el pupilaje que se desarrolló en la década que va de 1950 a 1960, durante la cual España, Euskal Herria y Hernani estuvieron bajo la dictadura de Franco. La dictadura afectó a todos los espacios de la vida de aquellos hombres y mujeres, incluso a sus relaciones, a las oportunidades y a los valores de género.

      Retrocediendo un poco en la historia, observaremos que durante la II República y la Guerra Civil, las mujeres desempeñaron tareas que no eran consideradas estrictamente “propias/naturales” de las mujeres; conquistaron nuevos espacios y dieron los primeros pasos para construir nuevas identidades femeninas[32]. Pero con la instauración del régimen de Franco, se perdió todo lo que las mujeres habían conseguido hasta entonces. La característica más destacada del franquismo (respecto a las mujeres) era el conservadurismo y el carácter antifeminista, y uno de sus principales objetivos, la recuperación de los “fundamentos tradicionales” de la sociedad.

      Se tomaron muchas medidas para desterrar a las mujeres del ámbito productivo (espacio público) al espacio doméstico (proceso denominado domesticación femenina). A partir de la década de los 40, se aprobaron muchas leyes destinadas a mantener alejadas a las mujeres del trabajo asalariado (mercado oficial). Cabe destacar, entre otras, la que obligaba a las mujeres casadas a abandonar el mercado laboral. El nuevo régimen estaba basado en el “Fuero de los Españoles”, cuya normativa laboral prohibía el trabajo nocturno de mujeres y niños/as, y “liberaba” a la mujer casada del trabajo del taller y de la fábrica. Les prohibieron ejercer muchas profesiones: policía, judicatura, administración de justicia, etc.

      Se adoptaron asimismo algunas medidas relacionadas con la educación y se desarrolló una política educativa basada en la división de sexos. Esa división estaba basada en dos pilares: uno, correspondiente a la socialización de las niñas y los niños, es decir, en seguir dos procesos de socialización diferenciados según el sexo en los centros de enseñanza; y el segundo, relacionado con las materias impartidas en los mismos, diferenciadas según el sexo, de manera que a las mujeres se “las preparaba para la vida del hogar, la artesanía y las industrias domésticas”[33]. El objetivo del régimen no era en absoluto abrir las puertas de la educación a las mujeres. José Permantin, que fue responsable de la enseñanza superior y media durante cuatro años, explicó así el objetivo de la educación de las mujeres: “Se debe, en efecto, tratar de encauzar la gran corriente de estudiantes apartándolas de la pedantería feminista de bachilleras y universitarias”[34].

 

Escuela pública de Atzietas.
Archivo Municipal De Hernani.

 

      La familia constituyó el sustento principal del ideario moral del nuevo régimen, que la Iglesia Católica se ocupó en revisar. La familia, al igual que la sociedad, era una estructura totalmente jerarquizada, en la que todo el poder recaía sobre el hombre. La mujer debía asumir ese principio y transmitírselo a sus descendientes. Se consideraba que los hombres y las mujeres poseían características diferenciadas pero complementarias entre sí, y que unidas garantizaban la armonía y el equilibrio familiar. Se suponía que el hombre estaba dotado de las aptitudes siguientes: inteligencia, capacidad de reflexión y entendimiento, valentía, fortaleza, etc. Se pensaba, asimismo, que las cualidades de las mujeres eran aquellas relacionadas con la afectividad: buen corazón, humildad, instinto, piedad y sensibilidad. Ese modelo organizativo de la familia impulsó la división sexual del trabajo, hasta el extremo, y la primacía del estereotipo de mujer tradicional. Los hombres eran los “cabeza de familia”, y era su cometido mantener a la familia. Se creó la mística de la masculinidad o la hombría. La figura del hombre trabajador gozó de mucho prestigio, sobre todo si ganaba los suficiente para mantener a la familia, ya que gracias a ello la mujer podía quedarse en casa. Los hombres y las mujeres de entonces asumieron en poco tiempo la ideología impuesta por el poder. Así, hombres como Carlos, por ejemplo, tuvieron que esforzarse mucho para cumplir correctamente la tarea de “ganar el pan”[35]; para él era una misión de primer orden mantener a la esposa y a su descendencia.

 

      No, yo lo que decía muchas veces, nunca me ha gustado de que fuera la mujer a trabajar, nunca. Metía yo horas todas las que podía antes de que fuera la mujer a trabajar. Nada mas comía, estaba un poquitín así, ¡a trabajar! Cuatro o cinco horas [extra], las que fuera. Carlos.

 

      Como consecuencia de esa ideología de género, el régimen adjudicó unas obligaciones y derechos concretos a cada sexo. Como veremos, a las mujeres les fueron impuestas unas obligaciones y limitaciones más estrictas, pero también se exigía mucho a los hombres. Ellos debían conseguir ingresos para el hogar, y se veían obligados a trabajar muchas horas para llegar a satisfacer las necesidades de la familia. Marisa, que emigró desde Extremadura con su familia, nos ha explicado que su marido trabajaba tanto que no tenía tiempo para disfrutar de la familia que “mantenía”.

 

      Cuando venía, cuando se iba, los niños acostados, y cuando venía, los niños dormidos, también acostados, así que no le veían casi. Luego, los domingos pues, lo pasábamos bien porque estábamos todos juntos. Marisa.

 

      El matrimonio se convirtió en una forma de llegar al ideal de la feminidad, y la maternidad era la clave del éxito y la aceptación social. Contamos con cantidad de ejemplos que ilustran la importancia que se le daba la maternidad. Arantxa nos ha hablado de la presión a la que eran sometidas las mujeres para que tuvieran descendencia[36].

 

      Baiño ordun ezkondu ta ez bazenun familik, muy mal, etzenun balio, andria gaiñea, gizona ez, andri horrek ez du balio [...]. Hombre, hombre, kulpa guztia zuria zan. Bai, baiño oso kulpablek gaiñia, ta ordun eztakit, oso epoka ezberdiña. Arantxa.

      Pero entonces, te casabas, y si no tenías familia, muy mal, no valías, no el hombre, esa mujer no vale [...]. Hombre, hombre, toda la culpa era tuya. Pero, muy, muy culpables, y entonces, no sé, era otra época. Arantxa.

 

      Dado que la función principal de las mujeres consistía en ser madre, aquellas mujeres que no tenían familia no eran valoradas por la sociedad, ya que eran consideradas mujeres incapacitadas para cumplir su función “natural”. Así, las que tenían dificultades para tener descendencia hacían todo lo posible para superarlas. Marisa nos ha contado en voz baja que ella tuvo problema? de ese tipo y le tuvieron que intervenir en más de una ocasión para solucionarlos: Pues me operaron para tener familia. Me costo ocho mil, ocho mil pesetas, en aquellos tiempos. Marisa. A Marisa le supuso un importante esfuerzo físico, psíquico y económico subsanar aquella “tara”.

      Detrás de esa división del trabajo y de las funciones de hombres y mujeres, se escondían los intereses del régimen. Por lo que respecta a los intereses económicos, a partir de la década de los 50, España se sumó al carro del capitalismo internacional, y para poder competir en el sector industrial, le era imprescindible contar con hombres dispuestos a trabajar sin descanso. Al mismo tiempo, enfocando la función de las mujeres hacia la reproducción se aseguraba la mano de obra (trabajadores) para el futuro.[37]

      El franquismo se dotó de varias herramientas para propagar esas ideas sobre la maternidad y la feminidad, y para distanciar más los mundos de los hombres y de las mujeres. En ese sentido fue primordial la acción de la Sección Femenina de Falange[38]. En el Cuarto Congreso Nacional de la Sección Femenina, la directora de esa sección, Pilar Primo de Rivera, explicó claramente la idea que la sociedad tenía respecto a la maternidad:

 

      “Evitemos la muerte de los niños. Pensar que puede perder la Patria la vida de un hombre por cualquier motivo de fácil remedio como es un biberón mal dado o una comida dada a destiempo. Educando a las madres evitaremos la muerte de lo hijos. Solo habremos servido a la Patria enteramente cuando por nuestra enseñanza se pueblen los campos de niños sanos como manzanas y los hogares de madres conscientes”.

 

      La Sección Femenina contaba con unas mujeres conocidas como divulgadoras, cuyo cometido era instruir sobre el cuidado de las criaturas. Esas mujeres llevaban a cabo iniciativas relacionadas con la salud, el espíritu, la moral política y social, y constituyeron un sector influyente en el ámbito de la educación de las mujeres[39].

 

La Sección Femenina en la plaza de España (1936).
Fototeca Kutxa: 15-34(424-7)

 

Mujeres de la Sección Femenina en el exterior
de un local de Auxilio de Invierno (1936).
Fototeca Kutxa: 776-370(1)

 

      La Iglesia Católica, por otra parte, realizó una sólida defensa del matrimonio y de la maternidad. La Iglesia, en consonancia con el poder político, retomó el control sobre el cuerpo de las mujeres, haciendo juicios sobre el honor de la familia en base a la “integridad” de las mujeres. Tanto para la Iglesia como para el Estado, el futuro de las mujeres era ser esposa y madre (en ese preciso orden, es decir, casarse primero y ser madre después), o meterse monja. Las virtudes que se transmitían a las mujeres tanto en la Iglesia (a través de la catequesis, de ejercicios espirituales, etc.) como en la calle y en casa, eran la caridad y la docilidad. El fin de toda relación sexual debía ser la reproducción biológica, y no otro, y únicamente podían ser admitidas dentro del sacramento del matrimonio. Por lo que se deduce de estas palabras de Asun, tener descendencia fuera del matrimonio podía traer muchos problemas: Ni ezkondu nitzan maiatzean ta otsailean izandu nun, beatzi hilabete justu. Ta pixkat lenau izaten bazenun.... Jesús!!! Huiü! Jujujuü! Ha pasado por ahí!!! Asun. (Yo me casé en mayo y di a luz en febrero, nueve meses justos. Si dabas a luz un poco antes... ¡¡¡Jesús!!!¡¡¡ ¡¡¡Huiü! ¡¡¡Jujujuü! ¡¡¡Ha pasado por hay!!! Asun.) La mujer que se quedaba embarazada antes de contraer matrimonio debía enfrentarse, no sólo al castigo moral, sino también al castigo social.

 

      Geatu nitzan viaje de novios-en enbaraza geatu nitzan. Hamar hilabeteko, ezkondu ta hamar hilabete eskasea etorri zan. Lenau etorri bazan, de soltera, esango zuten jendeak, de soltera izate zan... Madre soltera, oain nahi donak izateu, baiño ordun zan enbarazada geatzea, bueno, bueno... Amalia.

      Me quedé embarazada durante el viaje de novios. A los diez meses escasos de la boda llegó la criatura. Si hubiera nacido antes, la gente hubiera dicho que era de soltera... Madre soltera, ahora lo puede hacer quien quiera, pero entonces, quedarte embarazada era... bueno, bueno... Amalia.

 

      Según el modelo de familia tradicional, el espacio “natural” propio de las mujeres era el hogar, y en él debía desempeñar sus funciones “naturales”[40]: la maternidad y el cuidado de la familia.

 

Trabajadoras de la Papelera del Norte
de la localidad de Hernani (1944).
Fototeca Kutxa: 482-308 (2)

 

      Esa ideología que acabamos de resumir estuvo en vigor durante las décadas de los 50 y los 60, pero no tuvo las mismas características en ambas. En los 60, España vivió una notable mejoría económica, fruto de la liberalización económica, y gracias a ella, el “ideal” de mujer ahorradora desapareció, dando paso a la imagen de mujer consumidora. El desarrollo hizo aumentar la necesidad de mujeres trabajadoras y preparadas para el trabajo. La liberalización económica originó una gran demanda de recursos humanos, y para responder a esa demanda se aprobó, el 22 de julio de 1961, una ley a través de la cual se reconocía la igualdad de hombres y mujeres para el desarrollo de actividades políticas y profesionales. Sin embargo, las mujeres casadas debían contar con el beneplácito de sus maridos para optar a un puesto de trabajo. Además, el cuidado de la casa y la familia seguía estando bajo su responsabilidad. Pilar Primo de Rivera se expresó así en el XXV Congreso de la Sección Femenina:

 

      “Sería absurdo pensaren estos momentos en una mujer que solo se preocupa por las tareas del bogar, sin el menor interés por cultivarse, por participar en los menesteres de la sociedad, sean políticos, intelectuales o laborales; pero sería absurdo también posponer otros intereses y deberes primordiales (matrimonio, maternidad) a solo la preocupación de producir. La mujer, sobre todo la mujer casada, tiene obligaciones ineludibles mientras los hijos son pequeños, que no puede escamotear”.

 

      Pero, a pesar de los cambios sucedidos en los años 60, el ideario franquista no sufrió cambios sustanciales. Las palabras de Asun resumen perfectamente la exigencia a la que se enfrentaban en aquel tiempo: Ah, pero luego me casé y se acabó todo, ¿eh?[...] Ya la casa, los hijos, el marido y las cazuelas. Asun.

 

 

 

 

[32] Durante la II. República española, se pusieron en marcha importantes reformas relacionadas con la situación de la mujer: derecho a voto, matrimonio civil, divorcio, igualdad de derechos laborales para el hombre y la mujer, legislación para a proteger a las madres trabajadoras, derecho al aborto, en 1936... Y se impulsó la participación en la mujer en muchos ámbitos de la sociedad. Para conocer la labor desarrollada por las mujeres de aquella época, es fundamental la lectura de las obras siguientes; NASH, Mary. (1999). Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil. Taurus. Madrid. Y NÚÑEZ PÉREZ, María Gloria (1989). Trabajadoras en la Segunda República: Un estudio sobre las actividades económicas extradomésticas (1931-1936). Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Madrid.
     
En el transcurso de la Guerra Civil, las mujeres ocuparon puestos de mayor responsabilidad que hasta entonces, como destaca Lourdes Beneria (1977), y así podido comprobarlo en el análisis de las actividades de las mujeres agricultores que hemos presentado en este trabajo. “El trabajo de las mujeres se centró en los puestos de trabajo abandonados por los hombres al incorporarse a la guerra. Trabajaron en toda clase de profesiones y tareas, desde las actividades agrícolas basta el sector de servicios y el trabajo industrial. Se emplearon en industrias donde el trabajo masculino había sido tradicionalmente predominante y en oficios que, hasta entonces, sólo los hombres habían realizado. Asumieron puestos de responsabilidad en una cantidad sin precedentes”. BENERÍA, Lourdes (1977). Mujer, economía y patriarcado durante la España franquista. Anagrama. Barcelona.

[33] FOLGUERA CRESPO, Pilar. (1998). “El franquismo. El retorno a la esfera privada (1939-1975)” in Historia de las mujeres en España. Síntesis. Madrid.

[34] Extraído de: BENERÍA, Lourdes (1977). Mujer, economía y patriarcado durante la España franquista. Anagrama. Barcelona.

[35] Carlos llegó desde Ávila. Su tío, también era natural de Ávila, le encontró un trabajo en Hernani. Carlos vino solo, dejando a su esposa (Victoria) e hijos en Ávila. Unos meses más tarde se trajo a la familia.

[36] Arantxa es hernaniarra. Nació y vivió en un caserío. Más tarde adquirió una casa en el pueblo junto con su marido.

[37] Debido a la guerra se perdió una importante parte de la fuerza de trabajo, tanto en el campo de batalla como en el exilio.

[38] El partido de la falange creó su “Sección Femenina” para organizar a las mujeres según el modelo dictado por su dirigente. Como parte del único partido que gozaba de legalidad en la España de Franco, la “Sección Femenina” llegaría a convertirse en la única organización política legal de las mujeres después de la guerra. BENERÍA, Lourdes (1977). Mujer, economía y patriarcado durante la España franquista. Anagrama. Barcelona.

[39] RUIZ SOMAVILLA, María José; JIMÉNEZ LUCENA, Isabel (2001). “Un espacio para mujeres. El servicio de divulgación y asistencia sanitario-social en el primer franquismo” in Historia Social N° 39.

[40] A pesar de que hoy día, en las ciencias sociales, no se utilizan nociones como “naturaleza/cultura” a la hora de analizar la realidad social, durante muchos años esas ideas han sido fundamentales. Se ha identificado a la mujer con la naturaleza y al hombre con la cultura. La antropología feminista ha hecho un gran trabajo dirigido a desmontar esas dicotomías, esas categorías binarias (naturaleza/cultura; doméstico/público; sentimiento/razón...). De hecho, esas oposiciones empleadas a menudo para ilustrar las relaciones de género simplifican y distorsionan la vida de los hombres y las mujeres. Además, como dice Virginia Maquiera: estos modelos de representación de genero [...] tienen una importante incidencia en la justificación de la desigualdad, ya que cada uno de los polos de los pares dualistas se articulan ideológicamente de un modo jerárquico y a través de ellos la cultura tiene preponderancia sobre la naturaleza, lo público con respecto a lo doméstico, y la producción sobre la reproducción. MAQUIERA, Virginia. (2001). “Género, diferencia y desigualdad” in BELTRÁN, E. y MAQUIERA. V. (eds). Feminismos. Debates teóricos contemporáneos. Alianza Editorial. Madrid.