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Voces en el desván
Usoa Barrutiabengoa Olazabal / Nerea Elias Muxika
Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004

 

DIVISIÓN SEXUAL
DE LAS ACTIVIDADES DE
SUBSISTENCIA

 

      El mercado negro, según hemos explicado, estaba penado, dado que era una actividad fuera de la ley. Por tanto, quienes lo practicaban, en este caso, las mujeres fundamentalmente, debían enfrentarse al peligro continuamente. Hablamos de las mujeres porque en el caso de Hernani, eran ellas quienes ejercían el estraperlo, bien como recaderas bien como dependientas. El riesgo que sufrían las mujeres podía convertirse en castigo, por lo que trataban siempre de esquivar a los guardias.

      No parece que esa situación de peligro se corresponda mucho con el modelo de mujer ideal, ya que las mujeres eran, en general, consideradas como seres que había que proteger. A pesar de ello, las mujeres eran muy conscientes del riesgo al que se exponían: arriskatu behar zan, la que podía o era capaz de arriesgarse, pues se arriesgaba y sacaba. Rosa. (Había que arriesgarse, la que podía o era capaz de arriesgarse, pues se arriesgaba y sacaba. Rosa.) Tanto las propias mujeres como la gente de su entorno aceptaban esa situación, porque se consideraba que el abastecimiento les correspondía, según la división sexual de las actividades de subsistencia.

      La situación de la posguerra era una situación de excepcional, y había que asegurar como fuera la supervivencia del grupo y de la población de Hernani. En esa situación, cada cual debía cumplir con su cometido, en base al sexo, lo cual fomentaba la diferencia entre sexos. En el caso de las mujeres, en aquella situación excepcional, el papel de proveedora para la supervivencia que venían desempeñando en las situaciones normales adquirió otra dimensión, y a esa función cotidiana le fue añadido el riesgo.

      Las mujeres de Hernani crearon redes solidarias para eludir el peligro que suponía el estraperlo. Esas redes, sin embargo, no pueden ser consideradas como redes dotadas de una estructura sólida y bien organizada, ya que eran invisibles. Las mujeres se ayudaban mutuamente mediante relaciones espontáneas. Por ejemplo, si había guardias al acecho, las de las tiendas avisaban al resto de mujeres. Buen ejemplo de ello es lo que hacían Iñaxi Goñi y Cristina Guardarríos: regentaban dos negocios contiguos, y al estar ambas implicadas en el mercado negro, se avisaban mutuamente cuando veían al guardia. Otras veces, las recaderas iban a comprar a la tienda y pasaban el aviso si había venido algún guardia con ellas en el tranvía:

 

      Hemen igualtxu, batek o bestiak abisatu. Donostikan etortzen zian, jesus saltzen zutenak, rekadistak etortzen zian, holako etorri da edo trenian edo autobusian. Haik ere esaten zizuten ta bueno. Gero ahal dan bezala ogia gorde. Ahaltzan tokin, beste baratzara bota eta hola, ez harrapatzeatikan, igual zan estropeatu, baino zuri ez harrapatu. Rosi.

      Aquí, parecido, nos avisábamos las unas a las otras. Venían de Donostia, las que vendían, y decían ha venido fulanito o menganito en el tren o en el autobús. Ellas también avisaban, y bueno. Luego, se escondía el pan como se podía. Donde se podía, lo tirabas al huerto y así, para que no te pillaran, era igual que se estropeara, con tal de que no te pillaran. Rosi.

 

      También se crearon redes solidarias entre las mujeres del pueblo y las que practicaban estraperlo:

 

      Nik bat ezagutzen det hola estraperloan harrapatu eta nola gorde zan etxe batian eta haik portalian itxoiten, gero jetxi zan emakume hori pues gizon jantziakin o bere sonbreruakin, bere aurrian pasa eta ez zuen ezautu. Rosi.

      Yo sé de una que pillaron haciendo estraperlo y se escondió en una casa, y ellos le esperaron en el portal. Luego bajó esa mujer, vestida de hombre, con su sombrero y todo, pasó por delante de ellos y no la reconocieron. Rosi.

 

      Pero en muchas otras ocasiones eran descubiertas, algunas eran apresadas y encerradas en los calabozos del pueblo. Otras veces, negaban haber practicado el estraperlo, para que no las denunciaran:

 

      Zuk ez dezu ezautzen zein etortzen dan, nik ez dizut ezautzen zuri eta zuk erosten nazu ogi bat. Ta klaro sospetxa bori, hau zein ote da, porque Hernanin ordun, jende guztia ezautu eitten zan. Eta gero segitun emakume horrekin polizi bat o beno, eta klaro “usted le ha vendido este pan” “yo a esta señora no! Ni la he visto”. Ukatu in bihar dena. Rosi.

      Tú no sabías quién te venía, yo no te conozco y me compras un pan. Y claro, esa sospecha, “¿quién será ésta?”, porque en Hernani, todo el mundo se conocía. Y, enseguida, un policía, con esa mujer, claro. “Usted le ha vendido este pan”  “¿Yo a esta señora? ¡No, no! Ni la he visto”. A negarlo todo. Rosi.

 

      También en las tiendas, como entre las recaderas, eran las mujeres las que se enfrentaban al agente, porque eran ellas las que más tiempo pasaban en los establecimientos y tenían más trato con la gente.

      En definitiva, las redes solidarias eran fundamentales para poder llevar a cabo el estraperlo y, además, esas redes reforzaban la idea de la dimensión colectiva del rol de proveedoras que cumplían las mujeres.

      Resumiendo, en el caso de Hernani, hemos tomado como un sólo periodo unitario la guerra y la posguerra, porque en ambas etapas las mujeres cumplieron una importante misión destinada a la subsistencia de la unidad doméstica y de toda la población. De los tiempos de la guerra, hemos prestado atención al ámbito rural, y dentro de ese ámbito, hemos destacado la función que cumplían las mujeres agricultoras en la comercialización de los productos del caserío. En la posguerra, hemos hecho referencia a las estrategias adoptadas por las mujeres tanto en el mercado negro, a través del estraperlo, como en el abastecimiento legal (racionamiento).

      La guerra y la posguerra fueron tiempos muy difíciles, había grandes dificultades para abastecerse de alimentos; las dos épocas fueron protagonizadas por el hambre y las escasez de alimentos. Así, las mujeres transcendieron el rol clásico que venía cumpliendo en el suministro de la unidad doméstica de trabajo.

      El dinamismo y la fuerza de aquellas mujeres fueron cruciales, ya que gracias a ellos lograron sacar adelante a todo un pueblo. Las mujeres traspasaron las fronteras del hogar y su presencia se hizo patente en la sociedad. Al superar ese rol clásico de proveedoras, se convirtieron, sin darse cuenta de ello, en un colectivo fundamental para toda la población de Hernani.

      Pero, aunque los roles clásicos fueron superados, en ningún momento se cuestionó el discurso de género. Además, el franquismo fomentó la imagen tradicional de las mujeres.

 

 

“Entonces la mujer era para casa”.

Carlos