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Usoa Barrutiabengoa Olazabal / Nerea Elias Muxika
Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004
 EL MERCADO NEGRO EN HERNANI: LAS RECADERAS | EL ESTRAPERLO EN LOS COMERCIOS: UNA TAREA REALIZADA POR MUJERES | DIVISIÓN SEXUAL DE LAS ACTIVIDADES DE SUBSISTENCIA 

 

EL ESTRAPERLO EN LOS COMERCIOS:
UNA TAREA
REALIZADA POR MUJERES

 

      En el centro de Hernani, es decir, entre las calles Mayor y Andrekale (Kardaberaz), había numerosos negocios, regentados en su mayoría por mujeres, sobre todo tiendas de ultramarinos. En establecimientos de otro tipo, por ejemplo en las linternerías, trabajaban generalmente hombres; y también había tiendas dirigidas por matrimonios, por ejemplo, algunas panaderías. En los comercios, como en todos los ámbitos de la vicia, era notable la división entre sexos. Como hemos dicho, algunos comercios, por ejemplo las linternerías[24], eran dirigidos exclusivamente por hombres, ya que los objetos que se vendían en ellos estaban destinados principalmente a tareas realizadas por ellos.

      Las mujeres, por otra parte, trabajaban en otro tipo de establecimientos, principalmente en tiendas de ultramarinos o en las llamadas “de comestibles”. Ese es un dato significativo, ya que, como hemos explicado, una de las principales tareas de la mujer consistía en el abastecimiento, y el ejemplo referente al comercio muestra que cumplían esa función en todos los ámbitos.

 

Calle Mayor donde se ve los comercios de la zona.
Archivo Municipal de Hernani.

 

      Durante la posguerra, en Hernani, también se hizo estraperlo en las tiendas. Sobre todo en las tiendas que vendían productos para el consumo diario, es decir, en las panaderías y las tiendas de comestibles. Pero la actividad de esas tiendas y la de las recaderas eran muy distintas, ya que no perseguían el mismo objetivo. El objetivo de las recaderas era conseguir víveres e ingresos para subsistir; en las tiendas, sin embargo, se hacía estraperlo con el objeto de obtener grandes beneficios.

      Por tanto, podemos decir que estraperlo se adaptaba a las funciones o a las necesidades de cada cual. Así, los bares se abastecían, sobre todo, de vino de estraperlo; y en las panaderías, por ejemplo, comerciaban con harina de estraperlo.

      En aquella época el pan blanco era muy apreciado, ya que con la cartilla de ' racionamiento sólo se podía adquirir un poco de pan negro. Todos los entrevistados nos han señalado que ese tipo de pan era bastante malo; parece ser que no gustaba a nadie. Así, estando prohibida la venta de pan blanco, la gente trataba de conseguirlo por cualquier medio. Y, a pesar de la prohibición, en todos los obradores hacían pan blanco, para venderlo luego de estraperlo:

 

      Hasten giñan goizeko ordubatian lanian, hasten giñan, ta orduan eoten tzian ate guztiak itxita. Ta lehendabiziko hasten giñan razionamentuko ogia itten, ta geo tarteko [...] Ez beltza, ta artokin nahastua. Ta goizeko hiruetatikan bosteterdita o seita itten genun estraperloko ogia [...] Ta ordun izeba jeixten tzan goizeko seiterdik aldian o hola denda irikitzea. Lehentxeo, ba, seiterdik aldian. Orduan guk orduako itten giñun estraperloko ogi guztik otarretan jarri ta gorde itten giñun, ganbara igotzen giñun. Iñaki.

      Comenzábamos a trabajar a la una de la mañana, con todas las puertas cerradas. Primero hacíamos en pan del racionamiento, y después, uno intermedio [...] No negro, mezclado con maíz. Y a partir de las tres hasta las cinco y media o seis, nos dedicábamos al pan de estraperlo [...] Y entonces bajaba la tía, hacia las seis y media, a abrir la tienda. Para entonces poníamos todos los panes de estraperlo en cestas, y los guardábamos, en la buhardilla. Iñaki.

 

      El caso de las panaderías es, como muestra esa cita, muy interesante. Generalmente, en ellas trabajaban matrimonios. El marido solía ser el panadero, y la mujer la que se encargaba de la venta. Las funciones de ambos estaban muy bien definidas. Para hacer el pan blanco, debían hacerse, primero, con la harina blanca necesaria. El pan blanco estaba prohibido, así como la harina para hacerlo, por lo que compraban ese tipo de harina de estraperlo. Cada panadería buscó su manera de conseguirla. En la guerra y en algunos momentos de la posguerra, en la panadería Peña era Milagros la que se encargaba de traer la harina desde Iruñea. La dueña del negocio no era Milagros, sino su cuñado, pero ella participaba del “negocio” haciendo estraperlo, en este caso. Solía viajar a Nafarroa con otro chico en camión, a traer harina. La mitad de la carga era legal, es decir, tenían permiso para transportarla; la otra mitad, sin embargo, la traían de forma clandestina (de estraperlo).

 

      Beno ba ni egoten nintzan nere ahizpakin, panaderia zun, nere koinaduak ta nere ahizpak, ta esan zian harekin juteko bizitzea. Hernanin bizitzen nintzen baina haiengana juteko laguntzera, ta jun nintzen, eta klaro, neskame bezala ez nintzen egoten, baizik eta laguntzen. Ordun Gerra denbora zan ta falta zan irina ogia egiteko. Ematen zioten irina baina horia, artua bezela. Behar zuten irina txuria, zeatikan ordun juaten giñan Pamplonara irina bila, baina estraperloan. Ordun juten nintzan ni mutil batekin, Hernanikoa zan eta sartzen nintzen Hernanin ta juten giñan Azpinasetikan aurrera. Ez naiz gogoratzen izena, ze herri zan, ta han zeatzen giñan bazkaltzen mutil hori ta ni. Gero, kamioia hartu eta juten giñen Pamplonatikan aurrera, izena zun etxe bat “Taberna” izena zun. Harea juaten giñan irina bila eta ematen gendun bale bat berrogeitamar zaku [...] eta sartzen ziguten ehun zaku. Balia ematen ziguten ehun, nik entregatzen nuen berrogeitamarrekoa ta ekartzen genuen kamioian ehun. Milagros.

      Yo solía estar con mi hermana; mi hermana y mi cuñado tenían panadería, y me dijeron que fuera a vivir con ellos. Vivía en Hernani, pero querían que fuera a ayudarles, y fui, y, claro, no hacía de criada, sino que ayudaba. Eran tiempos de guerra, y faltaba harina para hacer el pan. Les daban harina, pero amarilla, como de maíz. Necesitaban harina blanca, e íbamos a Pamplona a por harina, pero de estraperlo. Entonces iba yo con un chico de Hernani, montaba en Hernani e íbamos por Azpinas. No recuerdo el nombre del pueblo donde parábamos a comer. Luego, cogíamos el camión y seguíamos de Pamplona para adelante, a una casa llamada “Taberna”. íbamos allí a por harina y llevábamos un vale para cincuenta sacos [...]pero nos metían cien. Nos daban cien, y yo entregaba un vale de cincuenta, y traíamos los cien en el camión. Milagros.

 

      Como vemos, el caso de Milagros era un caso excepcional, ya que, como hemos mencionado anteriormente, las mujeres no se ocupaban de grandes cantidades de género en el estraperlo, pero, en este caso, los de la panadería Peña tenían un camión, y, como Milagros era de la familia, asumía más responsabilidades de las habituales. En otras ocasiones, se traía la harina por otros medios; es decir, no echaban mano de familiares, sino que llamaban a algún hombre que se dedicara al estraperlo a gran escala, o era alguien de la panadería quién se ocupaban de conseguir la harina.

 

      Osabak bazekin, “goizeko lauetan etorrikoittuk furgoneta batian hamalua kilo, hamalau zaku irin”, ta etortzen tzien. Ta nik pentsatzen det, pentsatzen det, eskupekuak ematen ziela guardia zibilai o, pentsatzen det, zeatikan goizeko hiruetan etorri furgoneta bat hamalau zaku iriñekin ta, ta hain deskaratu ta, pentsatzen det. Deskargatzen giñun, ta itten giñun zatittu zakuak. Ehun kilokuak jarri beharrian berrogitamarrekuak jarri ta ganbara iyo. Ni ordun nitzan astopotro bat ta indarra neukan ta nik ehun nahi izaten nittun, nahi izate nun osua jartzia. Ta nik osua igotz enun, indarra nun ta, kristona. Ta geo itte genun, itte non nik eunian zaku irin bat pasa, ehun kilokua galbaian, beltza zuritu. Ulertzen dezu? Zailla kendu, iriña zuria itten tzan, estraperlukoa zan. Ordun izebak ematen tzian bost pezta zaku bakoitzakatikan, eunian bost pezta. Ta hoi izaten tzan netzako. Ta orduan irin borrekin itten tzan estraperluko ogiya. Iñaki.

      El tío sabía, “a las cuatro de la mañana vendrán en una furgoneta catorce kilos, catorce sacos de harina”, y así llegaban. Yo * creo que daban propina a los guardias civiles o así, porque para que viniera una furgoneta a las tres de la mañana con 14 sacos de harina, era tan descarado... Descargábamos y repartíamos los sacos. En lugar de ponerlos de cien kilos, los poníamos de 50, y los subíamos a la buhardilla. Yo era un bruto, tenía fuerza, y solía querer los de cien, todo. Lo subía todo, tenía mucha fuerza. Y luego, pasaba por el cedazo un saco de harina, 100 kilos, para blanquear lo negro. ¿Entiendes? Se hacía harina blanca, de estraperlo. Mi tía me daba cinco pesetas por saco, cinco pesetas al día. Para mí. Y con esa harina hacían pan de estraperlo. Iñaki.

 

      Por lo que se deduce de las palabras de Iñaki, el estraperlo era una actividad muy popular, e imprescindible. Las autoridades sabían de su existencia, pero no hacían nada para impedirlo, lo que indica que también tenían intereses en el negocio.

      Como hemos dicho, había mujeres encargadas de ese trabajo que lograban harina por otros medios. En Hernani, había un monasterio de la Compañía de los Oblatos en las proximidades de Cincoenea. Aquella compañía tenía varios frailes en Argentina, y a través de ellos, les llegaba mucha harina de aquellas tierras. Iñaxi, de la panadería Peña, hizo un trato con la compañía, para hacerles el pan en su obrador. Al parecer, la harina que llegaba de Argentina era bastante basta, y había que mezclarla con otra harina más suave, con lo que se conseguía el doble de harina:

 

      Hemen bizi zian fraile batzuk, izena zuena Oblatos, Oblatos de Marta Inmaculada, ta orduan hoik zuten hartu-eman haundia Argentinakin. Argetinako frailek itten tzuen bialdu, elizatik, legez, iriña bat zuri-zuri-zuria, indar haundia zuna. Indarra zan, iriña ezin tzenun manejatu, fibra ikaragarria zun. Ta ordun itten zuten beren artian, Padre Luis zan, el jefe, ta harrek “beno Inaxia, tengo 200 kilos da harina que me han mandau los argentinos, bueno yo por tantos kilos me dara usted tantos kilos de pan, ¿vale? Tantas barras de pan, ¿vale?”. Ta irin hoi itten gendun nahastu beste iriñakin [...] Bai, pentsatzeet kentzen ziola, izebak kentzen ziola. Bai ogiatikan, ta gaiñea iriña zan kalidade hobiagokoa, ta hortane irabazten tzun beak. Iñaki.

      Vivían aquí unos frailes oblatos, de los Oblatos de María Inmaculada, que tenían mucho trato con Argentina. Los frailes mandaban desde la iglesia de Argentina, legalmente, una harina muy blanca, muy fuerte. Era muy fuerte, con mucha fibra, apenas podías manejarla. Entonces, el Padre Luis, el jefe, dijo: “Bueno, Inaxia, tengo 200 kilos de harina que me han mandado los argentinos, bueno yo por tantos kilos me dará usted tantos kilos de pan, ¿vale? Tantas barras de pan, ¿vale?”. Y mezclábamos esa harina con otra [...] Supongo que la tía le quitaba. Si, por el pan, además, la harina era de mejor calidad, y en eso también salía ganando. Iñaki.

 

      Esas palabras confirman que hacer trampas era algo habitual. Si descubrían alguna panadería que hacía estraperlo, le aplicaban castigos: el cierre del negocio, una multa, el sellado de los hornos, o la detención. Los guardias, al igual que la gente del pueblo, sabían perfectamente que en las tiendas hacían estraperlo, y efectuaban muchos registros. Así, las recaderas inventaban diversas estrategias para no ser descubiertas; en la panadería Zabala, por ejemplo, hicieron agujeros para esconder el pan y la harina blanca.

 

      Bi zulo eta bat bilatu zuten eta bestia ez zuten beiñere bilatu [...] bat etxean eta bestea panaderian [...] ni goatzen naiz gu txikik eta polizik eta armariok eta denak miatzen ogiya aber bazeon. Koxkor bat bilatzea nahikoa zuten [...] Ogia sartzen gendun tokin in zuten gabardina edo utzi eta hua muittu. “¿Uy, esto qué es?”. Eta linternakin ta begiratu zuten... Rosi.

      Dos agujeros, uno lo encontraron, y el otro no [...] uno en casa y otro en la panadería [...] Recuerdo que éramos pequeños y la policía registraba todo, armarios incluidos, en busca de harina. Bastaba con que encontraran unapizquita [...]Donde metíamos el pan dejaron la gabardina, y lo movieron, o algo. “Uy, ¿esto qué es?”. Y miraron con la linterna... Rosi.

 

      Otras veces se pedía ayuda para eludir el castigo. La colaboración de la gente era fundamental en el estraperlo.

 

      Gure etxean jaio zan ahizpa bat, hil ta gero urtebetera, beste bat jaio zen [...] poliziek harrapatu egin zuten gure aita ogiakin eta gure aita jun zan apaizarengana esatera nola bataioa gendun, hortako egin gendula ogia. Hue gure aitaren tranpa, baina apaizak esan zion berak ezin zuela gezurrik esan. Rosi.

      Nació una hermana en mi casa, murió, y al año nació otra [...] la policía pilló a mi padre con pan, y mi padre fue donde el cura a decirle que teníamos el bautizo, que habíamos hecho el pan para el bautizo. Ésa era la trampa de mi padre, pero el cura le dijo que él no podía mentir. Rosi.

 

      Las sanciones económicas eran tremendas. Almudena nos ha contado que una vez tuvieron que pagar una multa por vender de estraperlo en la tienda, y que tras aquello decidió dejarlo definitivamente.

      Otra forma de obtener harina era moler el maíz del pueblo o los alrededores. Era fácil conseguir maíz, pero difícil encontrar molinos. En Hernani había muchos molinos, pero, durante el franquismo y debido a la política de racionamiento, permanecieron cerrados y precintados; toda la producción era controlada por el gobierno. Pero, en esto, como en otras muchas cosas, se inventaron muchas trampas. Había una familia, por ejemplo, que tenía un molino en el sótano de su casa, en la Calle Mayor, y molían maíz a escondidas. La gente recurría a dicho lugar para la molienda y la familia se quedaba a cambio, con una parte de la harina. Era una actividad peligrosa, pero nunca les faltaba pan, y la gente contaba, gracias a ellos, con otro medio para obtener la preciada mercancía. Había gente que cuando no tenía suficiente maíz para moler o carecía de medios para hacerlo, utilizaba incluso el molinillo de mano. No hay duda de que cuando la necesidad aprieta se agudiza el ingenio.

      Había ocasiones en las que tenían harina pero no dónde cocerla (a no ser que fuera en forma de talo) y, por ello, acudían a las panaderías; aprovechaban el último calor de los hornos para cocer el pan. Generalmente, esa posibilidad estaba sólo al alcance de las amistades de quienes regentaban la panadería. Ése era el caso de Isabel. Aquí se hacía la masa en casa y cuando estaban los panes hechos los llevaba a los Aristimuños, con el calor que quedaba en el horno, pues... Isabel.

      Como hemos mencionado, el trabajo que las mujeres realizaban en las tiendas respondía al reparto del trabajo en base al sexo. En las entrevistas que hemos realizado, hemos visto que el trabajo de las mujeres en las tiendas era considerado como una prolongación de sus tareas domésticas. He aquí un ejemplo de ello: Ez Inaxi zen dependienta, etxeko andrea. Iñaki. (No, Inaxi era dependienta, ama de casa. Iñaki.) Queda, pues, una vez más en entredicho la diferencia entre lo público y lo privado, y se demuestra que el límite establecido entre ambos era totalmente subjetivo. Asimismo, por lo que hemos observado, en las tiendas regentadas por parejas (matrimonios), la aportación de la mujer era tan importante como la del hombre. De hecho, ambos eran miembros de una misma familia, y como tales, debían colaborar para sacar el negocio adelante.

 

 

 

 

[24] Establecimientos similares a las ferreterías actuales.

 

 EL MERCADO NEGRO EN HERNANI: LAS RECADERAS | EL ESTRAPERLO EN LOS COMERCIOS: UNA TAREA REALIZADA POR MUJERES | DIVISIÓN SEXUAL DE LAS ACTIVIDADES DE SUBSISTENCIA