Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004
MUJER Y PUPILAJE
Entre los trabajos desempeñados por las mujeres en el “mercado sumergido” cabe destacar la labor de las patronas mencionada anteriormente. El fenómeno del pupilaje estuvo propiciado por varios factores: emigración, escasez de vivienda, valores de género (impulsados principalmente por el franquismo), división entre los terrenos doméstico-público, proceso de domesticación de las mujeres... Todas esas circunstancias tuvieron un claro reflejo en el fenómeno del pupilaje[44].
Mujeres en La década de los cincuenta.
Archivo Municipal de Hernani.
Las mujeres que admitían pupilos, las patronas, alojaban en sus casas obreros emigrantes que carecían de vivienda. Esos obreros pagaban a las patronas la cantidad convenida a cambio de cama, comida y lavado de la ropa. Esos eran (el alojamiento, la manutención y el lavado de la ropa) los servicios más habituales, pero había tratos de muchos tipos, adecuados a la oferta de cada patrona y a la demanda de cada obrero.
El pupilaje puede ser considerado como una estrategia económica, pero constituye asimismo un recurso para afrontar la escasez que sufrían muchos hogares. Esas estrategias económicas eran acordadas dentro de la unidad doméstica de trabajo, por lo que podemos hablar de la existencia de una estrategia económica de la unidad doméstica de trabajo. En definitiva, las actividades familiares estaban condicionadas por las necesidades a las que se enfrentaba la unidad doméstica.
“Familia barnean erabakitzen da familiakide bakoitzaren funtzioa, betebehar eta eskubidea, barneko hierarkiek eta inguru sozio-ekonomikoak eraginda. Horrexegatik, emakumezkoen enpleguaren azterketa, familien estrategien azterketaren barruan kokatu behar dugu, marko honetan hartzen baitira erabaki asko”.
“Las funciones, obligaciones y derechos de cada familiar se deciden dentro de la familia, en base a las jerarquías y el entorno socio-económico de cada una da ellas. Por eso debemos situar el estudio del empleo femenino dentro del análisis de las estrategias familiares, ya que es en ese marco donde se toman muchas de las decisiones”[45].
Las mujeres desempeñaban su trabajo dentro de una unidad doméstica de trabajo que trataba de amoldarse a los cambios del mercado y se destinaba a satisfacer tanto las necesidades personales como las de la propia unidad doméstica. Sin embargo, cada miembro de la familia tiene una identidad de género concreta y será esa identidad la que condicione sus actividades[46].
En el proceso migratorio de Hernani se distinguen dos etapas, por lo que hemos hecho una distinción también en la práctica del pupilaje. En la primera fase, los hombres acogidos como pupilos eran guipuzcoanos, vizcaínos y navarros, principalmente, y se instalaron bien en casas del casco urbano bien en caseríos. Arantxa conoció pupilos tanto de caserío como urbanos. Los pupilos de los caseríos trabajaban en las fábricas, pero desempeñaban algunas labores en el caserío, para pagar los servicios recibidos.
Zien bi tipotako apopilok, batzuk zien etxe bat alkilau ta, hoik zian apopilo been artian, hoik jatena ta been kontu itte zuen. Hoik fabrika batia juten zian o etxe batian sartzen bazian, o lota. Baiño baserritan zian apopilok, zian bertan lan ein, haik etzuen ezer ordaintzen. Honen truk igual itten bazuen seietatik ordubita lana, horrea etorri, bazkaldu ta atsaldea baserriko lanian. Arantxa.
Había dos tipos de pupilos, algunos alquilaban una casa, y vivían como pupilos; lo de la comida y todo lo hacían por su cuenta. Iban a trabajara la fábrica, e iban a una casa a dormir. Pero en el caserío, los pupilos trabajaban allí y no pagaban nada. A cambio de eso igual trabajaban de seis a dos, venían, comían y a la tarde hacían las tareas del caserío. Arantxa.
Durante la segunda fase de la emigración, la mayoría de los pupilos procedía del Estado Español. Algunas mujeres que ejercían de patronas preferían pupilos vascos. Asun tenía la casa en la Calle Mayor.; era suya de arriba abajo. En el bajo tenían un bar, y acondicionaron el piso superior para alojar pupilos. Para Asun era una condición muy importante que los pupilos fueran vascos.
Guk bihar gendun lana, bihar gendun jendia. Pero nosotros siempre con la gente de aquí. Baserritarrak, eta guk izaten gendun guk beti etxian. Bueno jendiak jateko ta. Era una casa muy así de obreros y baserritarras. Lan asko ein deu guk, Jesús!!! Asun.
Necesitábamos trabajo, necesitábamos gente. Pero nosotros siempre con la gente de aquí. Baserritarras, siempre teníamos gente en casa. Gente a comer y así. Era una casa muy así, de obreros y baserritarras. Hemos trabajado muy duro, ¡¡Jesús!!! Asun.
Asun no se fiaba de los obreros que venían de fuera. Para un pueblo que se ve obligado a acoger una gran masa de emigrantes de la noche a la mañana no es fácil acostumbrarse a lo que viene de fuera. En realidad, ese temor a lo desconocido y la desconfianza no eran más que comportamientos defensivos.
Amalia[47], sin embargo, prefería pupilos del Estado. Nos dijo que los huéspedes vascos eran demasiado exigentes, que daban más trabajo. No así los del Estado, que procedentes de lugares en los que la vida era muy dura, se conformaban más fácilmente:
Nik nahi izate nittun... ba etortzen tzian ate ondoa con pantalón de pana y mochila, cuanto más lejos mejor. Ta txurrianos esate zitzaien, ta cuanto más txurrianos mejor, hobeto. Ba euskaldunak izate zian exijenteak. Bai, oso exijenteak gaiñea. Banun euskalduna bat goizen zortzietan jun bazun lanea ta ein behar nion sopa de ajos, zortzietako. Bueno zortzietako, hua janda jutezan. Euskaldunak oso exijenteak. Kanpokoak más contentos, kontentu eote zian, kontentu. Amalia.
Y prefería... los que llegaban a tu puerta con pantalón de pana y mochila, cuanto más lejos mejor. Les llamaban churrianos, y cuanto más churrianos mejor. Los vascos eran exigentes. Pero que muy exigentes. Tenía un vasco que iba a trabajara las ocho de la mañana, y le tenía que hace sopa de ajo para las ocho. Para las ocho se comía aquello y se iba. Los vascos, muy exigentes. Los de fuera solían estar contentos. Amalia.
Hemos considerado el pupilaje como una estrategia económica de la unidad doméstica de trabajo. Esas estrategias económicas adoptadas dentro de la unidad doméstica de trabajo estaban sujetas a los recursos materiales de los que disponía el grupo doméstico. Como hemos dicho, en la época de estudio a la que nos referimos, en los hogares de Hernani el sueldo del marido no daba para pagar los gastos, por lo que muchas familias se vieron obligadas a hospedar pupilos en sus casas.
Apopilok euki giñun ba guk ezkondu giñenetik apopilo bat euki giñun etxian, han bi ohi zeren, hemen beste bi, geo salita bat zen ta beste bi ohi. Ta eukitzen giñun sei bat apopilu. Zeatikan ein behar genun, oain data 48 urte, 600 pezta errenta ein behar zan, ta 600 pezta ein ta oaindio falta zien 3 pezta para pagar la escalera. Eta ordun gizonan jornalakin ezin tzan. Amalia.
Tuvimos pupilos en casa desde que nos casamos; allí había dos camas, aquí otras dos, luego una salita y otras dos camas. Solíamos tener unos seis pupilos. Porque teníamos que hacer, hace 48 años, una renta de 600 pesetas, y cuando llegabas a las 600, aún te faltaban 3 pesetas para pagar la escalera. Con el jornal del marido no se podía. Amalia.
Como muestran las palabras de Amalia, en un primer momento acordaron admitir pupilos como estrategia para conseguir ingresos complementarios al sueldo del marido. El dinero que se conseguía gracias al trabajo de la mujer era considerado como una “ayuda”. Pero esa idea de la simple “ayuda” es totalmente falsa. Muchas mujeres ganaba más dinero que sus maridos mediante el pupilaje. Amalia nos ha contado que el sueldo semanal de su marido era de 60 pesetas, es decir 240 pesetas mensuales. Pagaban 600 pesetas de alquiler al mes por su vivienda, por lo que ella sacaba 360 pesetas, como mínimo, de su trabajo. Cuando la entrevistamos, le costó 4
mucho reconocer que ganaba más que su marido; al parecer, el reconocer que ella sacaba más dinero suponía poner en duda la “valía” de su marido, su capacidad de trabajo.
La mayor parte de las familias que contaban con pupilos vivían en pisos alquilados; los alquileres eran muy altos, y destinaban el sueldo del marido casi íntegramente a pagarlos. Necesitaban, por lo tanto, otros ingresos para vivir. Como nos explicó Arantxa, su padre era transportista, y pasaba muchas horas fuera de casa, de aquí para allá, pero ni así les alcanzaba para pagar la renta del piso y los gastos diarios.
Hombre, diru hoi ondo etortzen tzan. Gure aittak itte zun lan hoik danakin, irabazte zun osea, 350 hasi zian hilean, ta errenta pagatzen tzan 250, asko zan. Arantxa.
Hombre, ese dinero venía muy bien. Con todo ese trabajo que hacía el padre, ganaba 350 al mes, y se pagaban 250 de renta; era mucho. Arantxa.
Cuanto menor fuera el sueldo del marido, del “cabeza de familia”, más pupilos se veían obligadas a hospedar las familias. El objetivo de las unidades domésticas de trabajo era optimizar al máximo los medios de que disponían, tratar de asegurar el bienestar de todos sus miembros y del grupo, bueno, había allí una, encima del frente, en el principio, la andaluza, esa que tenía lo menos seis o siete pupilos. Carlos. Muchas familias obreras de Hernani lograron salir adelante sólo gracias al pupilaje. Fueron muchas las familias que adoptaron esa actividad como estrategia para subsistir. Era una manera de hacer llegar una parte del sueldo de los obreros que no tenían familia a manos de los obreros que sí la tenían, una especie de transferencia. Y como hemos visto anteriormente, aunque el pupilaje constituía una importante fuente de ingresos, no era ejercido con el objetivo de enriquecerse o como negocio familiar, sino como una estrategia familiar de supervivencia.
Gizonan jornalakin etzan aillatzen errenta pagau ta zeatzeko, bizitzeko. Umiak e jantzi ta ein behar tziela ta hau ein behar tzala ta, deneako. Ahorratzeko ez, justu. Amalia.
Con el jornal del marido no llegaba para pagar la renta y para vivir. Había que vestir a las criaturas, y esto, y lo otro. No podías ahorrar, te llegaba para lo justo. Amalia.
La propia Amalia afirma que el dinero que ganaba era para “vivir”. Con ese dinero cubrían necesidades de primer orden: ropa de los hijos, alimentación. ..
A la vista de que el pupilaje les podía proporcionar algo de dinero, muchas unidades domésticas de trabajo se inclinaron por dicha actividad. Era muy habitual en Hernani. En cuanto al número y procedencia de los pupilos, no había una tendencia general, pero en la mayor parte de las casas admitieron algún pupilo en algún momento: Jende askok, jende askok, Hernanin kasik denak e! Normala zan, lehen hemen Hernanin lan asko zan. Apopiloa, jendea lanea etortzen zana. Amalia. (Mucha, mucha gente, en Hernani ¡casi todo el mundo! Era normal, antes en Hernani había mucho trabajo, y pupilos, gente que venía a trabajar. Amalia.) En los censos del Archivo Municipal, en muchas familias, figura algún “huésped”.
Valentina[48] recuerda que quienes no llegaban a final de mes (o de semana) esperaban ansiosos la llegada de los pupilos. Las patronas sabían quién podía necesitarlos, y cuando alguna tenía demasiados, se los enviaba a otra;
Todo el mundo estaba deseandito de tener, así que venía cualquiera por ahí, “Oyes -dice-, ¿te hace falta?, ¿tienes sitio? Te voy a mandar unos que han venido”. Valentina.
Pero además de esas redes que se crearon entre las patronas, había otros medios de conseguir pupilos. Lo más habitual era coger chicos jóvenes que trabajaban con los maridos. El esposo de Marta trabajaba en la fábrica de ladrillos Aristegui, y ella solía tener de pupilos a jóvenes obreros de esa fábrica: Fabrikan zebiltzenak asko. Gure gizonak fabrikan lan itten tzon, ta handikan, emango ziazuke ohiea ta holaxe, holaxe etortzen zian. Marta. (Muchos de la propia fábrica. Mi marido trabajaba allí, y desde allí, “yo te podría dar cama”, y así venían. Marta.) El marido de Marisa también conoció en su lugar de trabajo al que más tarde viviría de pupilo en su casa. En este caso, además del joven obrero, en casa de Marisa acogieron también a la esposa de aquél.
Tuvimos un matrimonio que, vinieron de Cáceres, no los conocíamos. Mi marido los conoció por el trabajo, al marido. Y decían que por unos meses o por uno, y estuvieron dos o tres meses nada más. Pero sabes lo que nos pagaban, trescientas pesetas al mes, y era mucho para nosotros, trescientas pesetas. Marisa.
Otras veces los jóvenes emigrantes contaban con familiares que se encontraban ya asentados como pupilos en Hernani, y eran esos familiares quienes los traían: Ya habían cogido una señora, donde estaba mi tío, de patraña, y ahí nos metió con él. Carlos. Carlos consiguió un empleo en Hernani a través de su tío, y se hospedó durante varios meses en casa de la patrona de aquél, hasta que pudo venir su su familia de Ávila.
Otra variante en el fenómeno del pupilaje consistía en el hospedaje de familiares de los propios patronos. Esa variante era más habitual en las familias de emigrantes, y en ella se desarrollaban relaciones de parentesco junto con las relaciones económicas. Una vez que Carlos y Valentina consiguieron estabilizar su situación, es decir, cuando lograron hacerse con una vivienda propia, alojaron a algunos familiares como pupilos:
Hasta un primo de Madrid ha estado aquí de pupilo. Que también le vemos en el pueblo. Luego estuvo una prima que vive en Lasarte con nosotros durmiendo, que era como de la familia. Valentina.
Según Rocío García Abad, acoger a familiares como pupilo tenía algunas ventajas para los pupilos, y también para la familia que los acogía: “A los parientes les aportaba un hogar, una cercanía familiar, la protección de la familia, mayor posibilidades de integración (especialmente en el caso de inmigrantes recién llegados a la ciudad); al núcleo familiar también les reportaba beneficios, pues suponía tener más salarios en la familia, o una ayuda extra para las tareas domésticas...”[49]. Tenemos varios ejemplos que avalan esa tesis de Rocío García Abad, entre otros, el que citamos a continuación:
Ese chico estaba soltero entonces, [...] y luego vino la prima y se echó novio aquí y ya se quedó. Nos valía muchas veces porque llegaban y cobraban, era solteros y siempre tenían, que te hacía falta... te lo prestaban. Carlos.
Cuando habían conseguido huéspedes, debían acondicionar las casas de manera que pudieran instalarse cómodamente. Había casas y pisos de muy distintas dimensiones, pero había que hacer “milagros” para organizar todo lo mejor posible. Esa tarea recaía, cómo no, en las mujeres. Valentina tuvo que arreglárselas como pudo para alojar en su casa a los cinco miembros de la familia (matrimonio y tres hijas e hijos) y los dos pupilos.
¡Que éramos cinco y nos arreglábamos, fíjate! Y la casa tan pequeñita. Ahí dormían los dos, las dos chicas, y aquí los tres chicos. Uno dormía sólo siempre y los otros dos tenían una cama de matrimonio. Nosotros allí, y Maribi, que era la más pequeña, allí en la cuna, que tenía una cuna grandísima, hasta que tuvo cinco años. Valentina.
La madre de Arantxa también tuvo que acondicionar su casa de 65 metros cuadrados para acomodar a su familia y a los pupilos.
Baiño halata guztize, gue aman da etxia izango zan ba 65 metro karratu hola, sala txiki bat, bi habitazio txiki ta sukaldea. Eta han bizitzen zian, han bizitzen giñan gu. Baiña lotako sala alokatzen genun, sala. Oseake geo geatzen zien gurason habitazioa ta guk lo itte genuna. Arantxa.
Pero, aún así, la casa de mi madre tendría 65 metros cuadrados, una sala pequeña, dos habitaciones pequeñas y la cocina. Y allí vivían, allí vivíamos. Pero para dormir alquilábamos las sala. O sea que luego quedaban la habitación de mis padres y la que dormíamos nosotros. Arantxa.
Aunque disponían de un espacio y unos medios muy limitados, las patrañas intentaban que la familia y los pupilos tuvieran la mayor comodidad posible. Carlos vivió como huésped durante meses. Reconoce que se arreglaban como podían, pero que por lo menos cada uno tenía su cama: Pues como podías. Tres en un cuarto. Pero todos en cama, eso sí lo podemos decir. Carlos.
Encontrar pupilos e instalarlos no era, sin embargo, la labor más dura relacionada con el hospedaje. El verdadero trabajo comenzaba para la patrona en el momento en que el pupilo traspasaba el umbral de su casa, era un trabajo que le llevaba casi las 24 horas del día. Aquellas mujeres cargaban con el cuidado de los hijos/as y las tareas domésticas, que llegaban a duplicarse, triplicarse, o incluso cuatriplicarse con la llegada de los pupilos. Las tareas domésticas constituían en sí mismas, independientemente del trabajo de atender a los pupilos, una importante función dentro de la economía de la unidad doméstica de trabajo. Las mujeres se encargaban de la limpieza de la casa; gracias a ellas se mantenía una calidad de vida digna, eran ellas las que compraban y cocinaban la comida, y hacían la colada, sobre ellas recaía el cuidado... Todas esas tareas exigían una gran inversión de tiempo, pero los productos y servicios ofrecidos por las mujeres a sus familias nunca fueron contabilizados.
Al duro trabajo que realizaban habría que añadir el trabajo de atender a los pupilos. Como hemos dicho anteriormente, los servicios variaban según el trato acordado entre el pupilo y la patrona.- algunas ofrecían sólo alojamiento, y otras, en cambio, manutención y lavado de ropa a su vez. Entre el pupilo y la patrona se hacía una especie de contrato. El/la huésped solicitaba el mayor número posible de servicios. La patrona, por su parte, intentaba no cargar con mucho más trabajo del que ya tenía. Según han contado Marta y Amalia, el servicio básico consistía en el alojamiento, y a partir de ahí, lo que las partes convinieran:
Lotakoa. Batzutan afariere izaten zenun, ezin tzuenen ta, baiño normalen loittea, loittea. Arropak garbitture bai. Arropak garbittu ta jarri ta. Geo jan da hoi itten zuen tabernan. Marta.
Alojamiento. A veces también bacías la cena, cuando no podía, pero, generalmente, alojamiento. También lavar la ropa. Luego, comer y eso en el bar. Marta.
Ta lebendabiziko etortzen tzian lo eittea, ta geo nahi izate zuen jaten emateare bai. Lehendabiziko ohia bakarrik, baiño geo nahi, nahi izate zuen jana ta dana. Amalia.
Primero venían a dormir, y luego solían querer también que les dieras de comer. Al principio sólo dormir, pero luego querían comidas y de todo. Amalia.
Por lo general, era la propia patrona la que acordaba los servicios y el precio con los pupilos. Los hombres dejaban en manos de sus esposas la responsabilidad de todo lo relacionado con los huéspedes. No se puede decir, por tanto, la labor de las patronas se limitara a lavar la ropa o preparar la comida; desempeñaban también tareas de negociación y gestión. Quienes se alojaron como pupilos tienen muy en consideración a sus patronas y al trabajo que hacían, y están satisfechos de la atención recibida por parte de aquellas. Entonces de pupilo bien, pero ya sabes te lavaba la ropa, tenías la comida, tenías cosas de manutención para ir tirando. Tampoco se podía dar mucho más para lo que pagabas. Héctor. Además, como cuenta Carlos, no debemos olvidar que quienes emigraban a Hernani lo hacían dejando atrás unas condiciones de vida muy duras, y lo que les ofrecían las patronas, por poco que fuera, solía ser más de lo que habían conocido hasta entonces.
Y la mujer se portaba con nosotros... era muy buena patrona. Todo, todo nos lo hacía ella. [...]. Ya te digo, sobre eso en particular, nos daba más bien de comer que... acostumbrados allí que estábamos. Carlos.
El pago por los servicios prestados se hacía asimismo a través de las patronas, generalmente, mediante pagos semanales, porque en aquella época también la paga de las fábricas era semanal. Y con eso cubrían las necesidades de diario. Amalia tuvo huéspedes durante mucho tiempo, y recuerda infinidad de situaciones relacionadas con el pago. Los pupilos no tenían grandes ingresos, y había que ser flexible:
Batzuk ibiltzen tzien dirugabe, ezin tzutela pagatu, hurrengoan pagatuko zutela, pagatu gabe aldeiñe bai. Denetik tokatzea. Denetikan. Beandugo pagatu, oain etzula ta hurrengo asten pagatuko zula, bueno ba. Ta hurrengo astian bi pagatu beharrian bat ta erdi pagatu ta. Gu pobriak giñan, ta oindik etortzen tzien pobregok. Entendittu eitten gendun. Amalia.
Algunos andaban sin dinero, que no te podían pagar, que te pagarían la semana siguiente, también había quien se iba sin pagar. De todo. Pagos atrasados, que ahora no tenía y te pagaría la semana siguiente, pues bueno. Y la semana siguiente pagaba en lugar de dos una y media, y así. Nosotros éramos pobres, y los que venían más pobres aún. Lo entendíamos. Amalia.
Como los pagos no eran diarios, las patronas atravesaban muchas dificultades para ajustar los presupuestos familiares. Dicen que alguno que otro se iba sin pagar, pero no era algo habitual. Almudena recuerda así un caso de esos:
Baiba, pagatu gabe eskapatu. Bat baino gebio. Bat Frantzia jun lanea, maleta utzi ta bueltan pagatuko zun ba, baino etzen etorri ta maletia ireki. Galtza pare zikin baino ez zuen! Almudena
Se escapó sin pagarme. Más de uno. Uno se fue a trabajar a Francia, dejó la maleta, y piensas que a la vuelta te pagará. Pero no volvió, y abrí la maleta. ¡No había más que un par de pantalones sucios! Almudena
Hacer las labores del hogar, cuidar de las criaturas, atender a los pupilos, cuidar de la familia (personas mayores, enfermas, con minusvalías, etc). Para llevar a cabo todas esas tareas, aquellas mujeres comenzaban muy temprano su jornada laboral. Como ocurre con otros muchos trabajos en el “mercado sumergido”, en el pupilaje no hay horario laboral establecido. Amalia nos cuenta que se le acumulaban las labores de casa, los servicios a los pupilos y el cuidado de los hijos e hijas.
Ba goizen bosterditan jeiki, danai bokailloa jarri. Danai gosaria zeatu, gosaria bokaillon emate zuen. Boakilloa zeatu. Kafia pixkanan danai eman, eta geo ba bokaillokin lanea. Ta eguardin etortzen tzieneako etxia eiña ta bazkaria jarria. Klaro. Ta geo berriz bokaillotxoa, atsalden emate zuen bokaillotxoa bana, atsalden berriz hue prepatu. Ta geo atsalden etortzen tzieneako dena iña, arropa garbittua, etxia eiña, denborea baldin banon, pixkat paseatzea umekin ateare bai, ta geo beize afaria jarria. Amalia.
Te levantabas a las cinco y media de la mañana, a poner el bocadillo para todos. Preparabas el desayuno a todos, se lo llevaban en bocadillo. Dabas café a todos, uno por uno, y se iban con el bocadillo a trabajar. Y al mediodía, para cuando volvían, la casa hecba y la comida preparada. Claro. Y luego, otra vez el bocadillito. A la tarde también llevaban un bocadillo. Y para cuando volvían tenías que tener todo listo, la ropa lavada, la casa hecba, si tenía tiempo también salía un rato con los críos, y luego otra vez a preparar la cena. Amalia.
Recordemos, además, que en aquel tiempo todo se hacía a mano, que no disponían siquiera una lavadora para hacer la colada (de la familia y de los pupilos).
Pues lavábamos en la pila que, muy grande, y lavábamos con uno de estos que andaban así, se echaba jabón y venga, venga, venga. [Al lavadero] también íbamos, pero íbamos a cosas grandes; a una manta o... Y luego, pues compramos una lavadora de esas que se cargan por arriba, que luego había que vaciar en el cubo, en el balde. Así sacaba, la parabas, y tirabas por la fregadera. Yo hasta hace poco no me he acostumbrado a la lavadora. Lavaba yo antes que la lavadora. Es verdad, yo lavaba los trapos antes que la lavadora, pero ya no. Marisa.
La lavadora de la que nos habla Marisa la recuerdan muy bien todas las mujeres de la época, ya que aunque al principio no les servía de gran ayuda, porque no centrifugaba, fue convirtiéndose en un objeto imprescindible para ellas, sobre todo a medida que se fueron sucediendo los nuevos avances tecnológicos. Y es que, gracias a los nuevos electrodomésticos, las mujeres pudieron disponer de más tiempo libre, lo cual habría sido impensable en épocas anteriores.
La vicia cotidiana de las mujeres transcurría de la manera que hemos visto en las citas que acabamos de leer, pero,- como sucede con todas las cosas cotidianas, la importancia de su actividad cayó en el olvido. Pero nos queda algo que añadir a esas duras condiciones de vida: además de ser un trabajo diario, era también un trabajo en el que no existían días festivos. Una de nuestras informadoras nos ha contado que al día siguiente de dar a luz comenzó de nuevo a trabajar:
Jaio zan, zazpikia jaio zan, eguarritan el dia veintitrés. Jaio zan goizian ta veinticuatro arratsian afaria nik jarri non, prepatu non. Utzi ein ziaten, que no hay derecho, baiño nire balintia ta hantxe ein non. Amalia.
Nació sietemesino, en Navidades, el día veintitrés. Nació por la mañana y el veinticuatro a la noche preparé yo misma la cena. Me dejaron, que no hay derecho, pero yo era valiente, y así lo hice. Amalia.
Aparte de encargarse de la casa y los pupilos, aquellas mujeres debían responder también de la educación de sus hijos/as. Como venimos mencionando a lo largo de este trabajo, en nuestra época de estudio la principal función de la mujer consistía en ser madre. Además, a diario se les recordaba (en casa, en la iglesia, en la calle...) que tenían que ser no sólo madres, sino “buenas madres”. Y una de las condiciones fundamentales para ser una “buena madre” era dedicarse “en cuerpo y alma”. Las actividades relacionadas con la educación y el cuidado no eran consideradas trabajo, según hemos podido comprobar; eran actividades que las mujeres debían ejercer naturalmente, con amor y sin quejarse. Pero en esta cita de Marisa, vemos que el “trabajo de ser madre” traía consigo grandes sufrimientos, porque el día a día de esas mujeres no se correspondía en absoluto con el ideal de maternidad dominante.
Estaban los niños ya mayorcitos pero yo sufrí lo mío, ¿eh?, porque eran niños muy raros, porque no querían quedarse con los vecinos ni nada. Yo vivía en una calle de rico, solamente había una señora al lado, otra al frente, y la querían con locura pero no querían estarse con ella. Así que, así iba al médico con cuatro o cinco, como las gallinas con los pollitos [...]. Cuando eran pequeños sí, y con la niña, y luego iba a llevar a la niña por la mañana, traía los recados para acá y luego a las doce a por ella, y ya veníamos, y luego otra vez. ¿Cuántas veces? Una, dos, tres, cuatro, seis veces. Tenía que andar para arriba y para abajo. A la niña la llevaba y la traía. Marisa.
Las patronas tenían muchas dificultades para cumplir a diario con el servicio del pupilaje, las labores domésticas y el cuidado de la prole, y para cubrir ese trabajo triple tenían que contar necesariamente con la ayuda de otras mujeres. Así, las mujeres crearon redes para ayudarse las unas a las otras. Había redes de ayuda mutua de muchos tipos; en el caso de Valentina, por ejemplo, esa red de ayuda estaba compuesta por otras mujeres de su propia familia, es decir, eran las mujeres de la propia familia las que se ayudaban unas a otras: Y dejaba los críos en casa de mi tía, que vivía en otro pabellón de más allá. La dejaba allá los chavales. Sí, sí, siempre he tenido, se los llevaba mientras yo iba a los recados y me los cuidaba siempre. Valentina. Otras veces, como en el caso Amalia y Julia, acudían a sus vecinas en busca de ayuda.
Nei aldamenekoak asko laundi zian. Nik esaten nion honea jun behar det ta zea etorriko zea apopiloi, jarria daukat bazkaria baiño serbitzea? Ta bai, bai. Bezindadeakin oso ondo. Apopillona eukitzen non jana iña, ta beai bea hartzeko esan, eo bestela bezindadekoi esan, zea haurrekin meikuana jun behar det ta etorriko zea bazkaria ematea... Amalia.
A mí me ayudó mucho la vecina. Le decía tengo que ir a tal sitio, y “¿vendrás a servir a los pupilos? La comida ya la dejo hecha”, y “sí, sí”. En la vecindad muy bien. Yo dejaba preparada la comida de los pupilos, o le decía a alguien de la vecindad, “mira, que tengo que ir al médico con los crios, y a ver si vienes a darles de comer”... Amalia.
A través esas redes de relación consiguieron ayuda para sus múltiples tareas:
Lehen beti jotzen zian beheko andriak nei eskobakin, “zer nahi dezu amona Juanita? Zer nahi dezu amona Juanita?” “Ekatzan gatz pixkat”, olio pixka o, lenao asko eskatze’zan, eskatze zan... hika etortzen zian. Amalia.
Antes siempre me venían las mujeres de abajo con la escoba, “¿Qué quieres amona Juanita? ¿Qué quieres amona Juanita? “Trae un poco de sal”, o un poco de aceite, antes se pedían muchas cosas... Amalia.
Esas palabras muestran claramente la proximidad, la complicidad que existía entre las mujeres y lo importantes que eran esas redes para poder hacer frente a los exigentes quehaceres diarios: Elkarri launtzen giñan, elkarri launtzen giñan, oain oso kanbiatua dau. Amalia. (Nos ayudábamos mutuamente, ahora todo está muy cambiado. Amalia.)
La duración de la estancia de los obreros como pupilos también variaba mucho de un caso a otro. Había quien se quedaba durante meses, incluso durante años. Normalmente, en lo que respecta a los emigrantes (si estaban casados), lo habitual era que viniera primero el marido y unos meses más tarde viniera la familia, una vez que el hombre había ahorrado algo de dinero. Como cuenta Héctor (que emigró de Extremadura), él pasó cuatro meses en casa de la patrona, y después llegó la familia: Estuve allí, llegué a primeros de noviembre y hasta abril del sesenta y seis que vine con la familia. Héctor. Las relaciones del pupilo con la familia que le acogía dependían del tiempo que permanecieran alojados en ese régimen. No debemos olvidar que el tiempo transcurrido juntos es un factor importante en el carácter de las relaciones entre los seres humanos. Es decir, cuanto más tiempo pasaban juntos, más estrecha era la relación entre el/la huésped y la familia que lo acogía. En el caso de Marta, la edad del pupilo también tuvo influencia en esa relación. Su pupilo era un joven de diecisiete años, y según reconoce la propia Marta, lo acogió como si fuera hijo suyo.
Inauguración de la Papelera del Norte de Hernani (1911).
Fototeca de Kutxa 482-301
Nei aurrena Salamancatik etorri zanak 18, 17 urte zittun, 17 urtekin etorri zan. Nik hue seme bat bezela euki non, beti. Baiño honek afaldure eitten zon etxen. Seme bat bezela. [...]. Bestea berriz jun tzan ta geo etortzekotan da, seiñak utzi zittun, karta bat e eintzun da, geo extranjeria jun behar zula ta. Ta geo ezteu hartu, baikin denbora askon, denbora askon izan zien. [...] Marta.
El primero que me vino de Salamanca, tenía 18 años, vino con 17. Siempre le traté como a un hijo. Pero aquél cenaba en casa. Era como un hijo. [...]El otro marchó, con la intención de volver, dejó las señas, incluso escribió, luego que tenía que ir al extranjero. Y después no volvimos a coger, a aquellos les tuvimos mucho tiempo. ¿../Marta.
En las casas en las que admitían pupilos, el/la huésped se relacionaba con toda la familia, es decir, no exclusivamente con la patrona. Además, cuanto más tiempo pasara el pupilo en una casa, tanto más importante era el papel que jugaba en la dinámica del grupo doméstico de trabajo.
Refractarios Aristegui en el barrio Florida de Hernani (1962).
Fototeca de Kutxa: 1101-62(1)
Bost urte ta sei urte indakok ditu. Hok die etxekoak, tratatzen dituzu etxekoak bezela. Nee alabak esateo hoi, nee alaba zaharrenak, nei apopilok “ze ondo izaten nitzan, zenbat bider hartu nau”, askotan esaten do. “Ni askotan nee aittak baiño gehiau hartu nau apopilok”. Denak izate zian etxekoak bezela, etxian bezela, guk hala tratatzen giñun. Guk ez giñun itten apopilontzako jan bat eta gutzako beste jana. Danantzako iguala. Amalia.
Hay quien hizo cinco o seis años. Esos son de casa, les tratas como a los de casa. Así dice mi hija la mayor, “qué bien lo pasaba con el pupilo, cuántas veces me cogía”. Eran como de casa, así les tratábamos. No hacíamos una comida para los pupilos y otra para nosotros. Era para todos igual. Amalia.
Las patronas trabajaban a diario año tras año. Pero ese trabajo, al igual que sucedía con el trabajo doméstico que realizaban, era invisible, no se le reconocía el valor que realmente tenía, ni en casa ni fuera de ella.
Hue [senarra] etortze zan fabrikatik afaldu ta obiea. Hurrengo goizen, bostetan jeiki ta nola seietan lanea jun behar zun, ua lanea. Ta nik nola etxin lan ein behar nun, neria zan más [...], nee gizonak hala ikusio beti. “Ba nik fabrika jun behar det eta nik lan gogorra daukat”; neria ez da gogorra etxian! Amalia.
El marido llegaba de la fábrica, cenaba y a la cama. A la mañana siguiente, se levantaba a las cinco, y como a las seis entraba, a trabajar. Y yo, como tenía que trabajar en casa, lo mío era más [...] así lo ha visto siempre mi marido, “yo tengo que ir la fábrica, y allí trabajo duro”; lo mío no, ¡lo que tenía yo en casa no era duro! Amalia.
La vida de las patronas estaba marcada por la dureza de las tareas cotidianas, la falta de reconocimiento y la frustración. A veces, esas circunstancias originaban grandes conflictos internos:
Gizonakin enon hitzein nik, hitzein ze? Ze hitzeingo nion? Ze esango nion? Eztet nahi zuekin bizi? Han tzeren txikiak eta etzeon uzteik, etzeon, etzeon ezer eitteik. Bizimodue izan deu oso... Ni nitzan solteratik ezkonduta asko kanbiatu bizimodue baiño seittu aurrea. Baiño aurrea ein bebarra zeon. Ez tau esateik nik eztet hola bizi nahi ta utzi ta aldeitteik. Oain itten due hoi e. Baiño, enteitzen... Amalia.
¡Qué voy a hablar con el marido! ¿Qué le iba a decir? ¿No quiero vivir contigo? Estaban los crios, no se podía dejar, no se podía hacer nada. Hemos tenido una vida... De soltera a casada me cambió mucho la vida, pero siempre para adelante. Había que tirar para adelante. No se puede decir “yo no quiero vivir así” y coger y marcharte. Ahora se hace. Pero,¿ me entiendes?... Amalia.
Pero a pesar de atravesar duros momentos, aquellas mujeres no tiraron la toalla y fueron superando poco a poco todas las dificultades con las que se encontraron.
Como hemos mostrado en este apartado, la labor que las patronas llevaron a cabo durante las décadas de los 50 y los 60 fue fundamental para el bienestar de los grupos domésticos a los que pertenecían. Gracias a su trabajo podían disponer de unos ingresos que significaban mucho más que una simple “ayuda”, que llegaron a ser básicos. Es más, los beneficios que conseguían las patronas eran en muchas ocasiones tan grandes (o mayores) que las sumas que aportaban sus maridos. Las mujeres eran una pieza clave en la dinámica del hogar, y no sólo desde el punto de vista económico, ya que sobre ellas recaían la educación y el cuidado del grupo doméstico.
Hemos visto, asimismo, que en la segunda industrialización de Hernani surgieron importantes redes de colaboración entre mujeres que les permitieron cumplir con todas las tareas que les eran encomendadas (como en la guerra del 36 y en la posguerra) y lo importantes que fueron esas redes en la actividad de las patronas, ya que a través de ellas conseguían pupilos y ayuda para atender a sus hijos, servir a los huéspedes, etc.
Por otra parte, es importante mencionar que el trabajo de las patronas traspasó la frontera de sus casas, superó la división, siempre “sospechosa”, entre lo doméstico y lo público, para ofrecer un servicio que resultó vital para la sociedad de Hernani. Si hacemos una lectura totalmente economicista de este fenómeno, vemos que es evidente que, de no ser por el trabajo que asumieron las patronas, los obreros que llegaron a Hernani no habrían estado tan bien atendidos como lo estuvieron (condiciones higiénicas, alimentación) y que si la situación de esos obreros hubiera sido más precaria, no habrían estado en disposición de trabajar con la eficacia debida. Y, en definitiva, eso habría ralentizado el desarrollo industrial del pueblo.
Pero dejando a un lado las lecturas meramente economicistas, las patronas cumplieron una importante función social que no les ha sido reconocida en ningún documento escrito: fueron el puente entre la comunidad emigrante y la comunidad receptora. Los primeros intercambios culturales se produjeron en las casas de las patronas. Ambas comunidades, la emigrante y la de las patronas, se enriquecieron mutuamente. Hay ejemplos de patronas que han contado que aprendieron el castellano gracias a su relación con los emigrantes; y hubo quien aprendió a comer tomate en ensalada con ellos. Los emigrantes, por su parte, se fueron familiarizando poco a poco con las costumbres vascas en las casas de las patronas, con las patronas y sus familias. Una informante relata, sonriente, que su marido solía ir con los pupilos a las apuestas de bueyes.
Hemos querido recoger en estas páginas las vivencias y memoria de aquellas mujeres que ejercieron de patronas para dar a conocer así la importante labor que desempeñaron en el “mercado sumergido”.
[44] En los censos del Archivo Municipal de Hernani hallamos muchas noticias referentes al fenómeno del pupilaje. Entre los datos de la composición de la familia encontramos los correspondientes al “huésped” o pupilo: constan su procedencia, nivel de estudios... Para entender cómo se recogen esos datos en los censos, tomaremos como ejemplo el registro correspondiente a una familia que vivía en la calle Iñigo de Loyola: Familia compuesta por nueve miembros, el padre natural de San Sebastián (peón), la madre natural de Hernani (“sus labores”), la madre de la madre (“sus labores”), hija (pinche), e hijos escolares. Junto con ellos hay tres huéspedes, todos clasificados como “obreros”, procedentes uno de Urnieta, otro de Álava y el tercero de Orense.
[45] Traducido de MENDIOLA GONZALO, Fernando. (1999). “Generoa, enplegua eta famila estrategiak Iruñean” in Vasconia. Cuadernos de Historia-Geografía. Núm. 28. Donostia.
[46] PÉREZ-FUENTES, Pilar. (1995). “El trabajo de las mujeres en la España de los siglos XIX y XX. Consideraciones metodológicas” in Arenal. Revista de Historia de las mujeres. Vol. 2. Núm. 2. Julio-diciembre.
[47] Amalia es natural de Oiartzun. Salió muy joven del caserío a servir Donostia. Trabajó como criada durante nueve años. Cuando se casó, se puso de alquiler en Hernani con su marido. Admitieron pupilos en casa durante muchos años.
[48] Valentina vino desde Ávila con su marido Carlos. Durante los primeros años que vivieron en Hernani admitieron pupilos en casa.
[49] GARCÍA ABAD, Rocío. (1999). “Mercado de Trabajo y Estrategias familiares en las mujeres durante la primera industrialización vizcaína: el hospedaje” in Vasconia. Cuadernos de Historia y Geografía. Núm. 28. Donostia.