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Hernani y los hernaniarras
Antxon Agirre Sorondo, 1997

 

HERNANI, EN GIPUZKOA

 

      Cuando los orígenes de la historia sólo podían describirse con referencia a los relatos bíblicos, los viejos cronistas narraban el comienzo de la civilización a partir del drenaje de las aguas del Diluvio Universal. Así surgieron las leyendas del repoblamiento de la tierra a cargo de los descendientes de Noé, uno de cuyos nietos llamado Tubal, hijo de Jafet, vino con su familia a habitar esta parte de los Pirineos. Según el cómputo mítico, eso sucedió 143 años después del Diluvio, fecha que correspondería al año 2174 antes del nacimiento de Cristo. De este modo, todos los vascos somos descendientes de los tubales[9].

      Mitos al margen, la primera mención escrita de los pueblos que habitaron aquí aparece en una obra redactada hacia el 400 d.C. a partir de una expedición del siglo VI a.C. En ella se habla de los “vascones” que combatieron junto a las huestes de Aníbal en las batallas de Trasimeno y Canas, y en la obra de Plutarco sobre la vida del emperador Mario se dice que este soberano disponía entre su guardia personal de “barduaioi” (de la tribu de los “vardulos”)[10]. Y es que Vardulia fue el primer nombre con que se conoció al territorio que, aproximadamente, hoy comprende a la provincia de Gipuzkoa. El sustantivo es de origen desconocido pero parece aludir a las tribus que lo habitaban: los barduaioi, los barduetai, los bardulloi o los barscunes. En vecindad con los várdulos estaban los vascones al este (en la futura Navarra) y los caristios al oeste (es decir, en Bizkaia).

      Un documento de 1025 cita por vez primera a “Ipuscua”, y en 1181 se la llama ya “Gipuscua”, nombre que ha dado origen a diversas y variopintas interpretaciones: desde la feroz etimología “gucpusca” (amenaza de descuartizamiento), hasta la más filosófica de “egui-putzua” (pozo de la verdad) defendida por Larramendi, pasando por la de “ipukoa”, equivalente a “lo que está en el borde o en la orilla”[11].

      Hasta el siglo XI, el territorio guipuzcoano se articulaba en “universidades” y “valles” regidos por juntas de vecinos. En nuestro caso, la Universidad de Hernani estaría constituida por los lugares de San Sebastián, Pasajes, Urnieta y Lasarte. Hacia 1180, al objeto de asegurar una salida al mar para Navarra, el rey Sancho el Sabio fundó San Sebastián dotándola de los mismos fueros que a finales del siglo XI había concedido a Estella, y es casi seguro que en fechas no muy lejanas asignó un estatuto similar a Getaria[12]. Sea como fuere, está demostrado que las primeras fundaciones guipuzcoanas se sitúan a caballo entre los siglos XII y XIII, en coincidencia con el final de la dominación navarra sobre Gipuzkoa y el comienzo de la tutela castellana, mudanza sobre la que es difícil precisar si se produjo por anexión militar, por incorporación voluntaria o consecuencia del desmoronamiento del poder navarro.

      Alfonso VIII, primer monarca castellano, impulsó la implantación de urbes fortificadas en la costa guipuzcoana a modo de baluartes contra las invasiones provenientes del mar y como plataforma para la exportación de sus lanas, principal fuente comercial del reino. En el caso de las fundaciones de Fuenterrabía (1203) y Motrico (1209) puede que a estos motivos se añadiese el deseo de mostrar al enemigo navarro los límites del dominio castellano en Gipuzkoa. Entre uno y otro flanco los sucesivos monarcas fundarían nuevos núcleos costeros, como Zarauz en 1237 a cargo de Fernando III, y Zumaya en 1347 por Alfonso XI. Esto no significa que las villas surgieran espontáneamente en esas fechas —por contra, muchas llevaban siglos habitadas—, sino que entonces recibieron carta de naturaleza como entidades dentro del reino.

      En una segunda etapa, la estrategia castellana alentará los poblamientos interiores y con preferencia los situados sobre la ruta de unión de la meseta con la costa y el continente. A esta nueva política responde el nacimiento “oficial” de Tolosa, Segura y Villafranca de Oria (Ordizia) (1256), Mondragón (1260), Vergara (1268), “Monterreal de Deva” (1294), Azpeitia (1310), Rentería (1320), Azcoitia (1324), Salinas de Léniz (1331), Elgueta (1335), “Plazencia de Soraluce” (1343), Eibar y “Villamayor de Marquina, en el campo de Elgoibar” (1346), Usúrbil (1371), Orio (1379), Cestona y Villarreal de Urrechua (Urretxu) (1383). De aquí surge una retícula casi perfecta entre cuyos nudos hay una media de 20 kilómetros, distancia que por entonces suponía una jornada de camino; así se aseguraba que viajeros, arrieros, peregrinos o soldados hallaran amparo al caer la noche.

      En cada carta-puebla se exponían las características de la naciente villa (si era fortificación de un enclave anterior o concentración de familias hasta entonces dispersas en los valles), y se concretaban las concesiones, exenciones y privilegios que animaban a su poblamiento. Atraídos por estas ventajas, mercaderes, artesanos, clérigos y campesinos fueron a acogerse al socaire de las murallas —entre ellos no pocos gascones, que con su experiencia mercantil y sus habilidades técnicas participaron del florecimiento de San Sebastián, Pasajes, Fuenterrabía y quizás también Hernani—, lo que acarreó un rápido despertar del comercio y un aumento demográfico en el conjunto del territorio.

      Pero... y Hernani, ¿cuándo se fundó? Hasta fecha no muy lejana los historiadores estaban de acuerdo en citar dos documentos como pruebas más antiguas de la existencia del topónimo. El primero, los votos del conde Fernán González el año 939, donde se dice: “...de ipsa Deva usque al Sanctum Sebastianum de Hernani, id esta tota ipuscoa”. De aquí se deduciría que la parroquia de San Sebastián el Antiguo pertenecería, con su territorio, al valle o universidad de Hernani. El segundo legajo es el diploma de demarcación jurisdiccional del obispado de Bayona de 980.

      El problema es que, según parece demostrado, ambos textos son apócrifos. El supuesto de Fernán González debió escribirse hacia el 1200. Interesante es, no obstante, la referencia a “Sactum Sebastianum de Hernani” que parece indicar que San Sebastián perteneció a Hernani, lo que podría confirmarse por el hecho de que durante siglos autoridades y pueblo hernaniarras hicieran solemnes procesiones anuales a Urnieta y a San Sebastián del Antiguo el tercer día de Pascua de Resurrección. Añádase a ello que en numerosos documentos del Archivo Municipal se hace mención expresa de Lasarte como barrio de Hernani, así como de las procesiones a Urnieta y San Sebastián en conmemoración a su antigua pertenencia a esta jurisdicción.

      Con todo, el primer testimonio original que con seguridad hace mención expresa de Hernani data de 1014 y es una donación del rey de Navarra Sancho el Mayor al monasterio de San Salvador de Leire. Allí se dice que el monasterio de San Sebastián el Antiguo estaba “a la orilla del mar, en términos de Hernani”. Donación que fue confirmada en el 1100, según nos transmite el gran Esteban de Garibay[13].

      El otorgamiento de Fuero a San Sebastián por el rey Sancho el Sabio de Navarra hacia 1180, que incluía la anexión de los territorios comprendidos entre el Oria y el Bidasoa (tierras hoy perteneciente a Orio, Usurbil, Zubieta, Aduna, Andoain, Urnieta, Hernani, Astigarraga, Alza, Rentería, Pasaia, Oiartzun, Lezo, Irún y Hondarribia), modificó la relación de pertenencia e hizo que el valle de Hernani quedara comprendido en San Sebastián.

      Por desgracia, la carta-puebla de concesión del título de villa a Hernani se perdió en 1332, durante los combates de la guerra de parientes mayores. Al saberse que algunos oñacinos se había refugiado en Hernani, el justicia mayor de Gipuzkoa, Beltrán Yvaynes, reunió 254 hombres para sitiar la villa. El 8 de septiembre las defensas cedieron, permitiendo que los asaltantes entraran y destruyeran la pequeña Hernani, que fue pasto del fuego rápidamente pues todas sus viviendas estaban apiñadas y eran de madera[14]. En este incendio desapareció su cartapuebla y todos los papeles del archivo, tal como explicaron sus representantes ante las Juntas Generales del año 1491.

      Ya como “villa de por sí” la cita más antigua figura en una concordia consignada el 2 de agosto de 1379 entre los concejos de San Sebastián y de Hernani para el uso y disfrute del valle de Urumea, que el rey don Juan I confirmó en Valladolid el 28 de enero de 1380[15].

      El historiador Luis Murugarren en un artículo que vio la luz en 1980[16] planteó una interesante hipótesis sobre el origen de Hernani: decía que si Alfonso X (1252-1284) había extendido en 1256 cartas-puebla a Segura y Tolosa concibiendo una ruta que unía San Sebastián con Vitoria por el paso de San Adrián de Zegama, con tramos equidistantes entre cada una de las villas, en tal caso —y aquí viene la parte sustancial del razonamiento— quedaba una etapa sin cubrir cual era la que iba desde Tolosa a la costa en San Sebastián, más necesaria aún si se quería conectar con la ya fundada Fuenterrabía.

 

Mapa sobre proceso de fundación de villas y desarrollo de fueros.

 

      Anomalía que resulta extraña en un plan tan bien trazado, lo que empujó al historiador a sugerir que tal irregularidad se eliminaba aceptando como premisa que Hernani fuera fundada entre 1252 y 1256 por Alfonso X. Parece, en efecto, lógico que fue en 1256 cuando se dio la carta-puebla a Hernani a la vez que a Tolosa y Segura, buscando completar la ruta del interior. En 1260 se funda Mondragón, y ocho años después Villafranca (Ordizia) y Vergara, quedando así vertebradas las grandes vías de comunicación de la provincia. Mientras no se demuestre lo contrario, tomaremos como hipótesis de cierta solidez que Hernani recibió su carta fundacional de manos de Alfonso X en 1256[17].

      Las luchas entre parientes mayores protagonizan nuestra Edad Media. Los orígenes de este sangrante conflicto deben rastrearse en las contradicciones que generan las alternancias de castellanos y navarros en el dominio sobre Gipuzkoa, rivalidad que escribirá otra página en 1368, cuando Carlos II de Navarra, aprovechando la debilidad de Castilla y animado por el levantamiento en armas de una milicia de trescientos guipuzcoanos, intentó sin éxito la conquista de la provincia. Pero lo que en esos años empieza a preocupar seriamente a los bandos es el poder creciente de las villas, donde anida una nueva clase social llamada a pulverizar los ancestrales privilegios de los linajes.

      El contexto de violencia y vacío de poder es propicio para las agrupaciones entre villorrios y lugares disgregados: sólo entre 1374 y 1392, a la jurisdicción de Tolosa se agregaron 25 lugares (desde Alegría hasta Cizúrquil, pasando por Icazteguieta, Ibarra o Amézqueta), y ocho más buscaron protección en Segura. A su vez las villas toman la iniciativa de hermanarse para poner coto a los desmanes que estaban arruinando el país: así surge la Hermandad de Gipuzkoa, que hace ahora seiscientos años, el 6 de julio de 1397, en Getaria aprobaron un cuerpo legislativo de 59 leyes llamado a constituir el germen de nuestras instituciones provinciales. En nombre de Hernani estuvo presente Johan Martínez de Hamasa.

      Así culminaba un proceso iniciado un siglo antes, a raíz de la creación el 4 de mayo de 1296 de una hermandad entre los concejos de Santander, Laredo, Castro Urdiales, Vitoria, Bermeo, Getaria, San Sebastián y Fuenterrabía para solucionar los diversos pleitos que pudieran suscitarse entre ellos y proteger sus actividades marítimas y comerciales, concordia que en 1353 se extiende a Baiona y Biarritz. Este documento fue a su vez confirmado por el rey de Inglaterra desde Westminster el año siguiente en calidad de soberano de Aquitania[18].

      En 1325, guipuzcoanos y navarros acordaron impedir que los malhechores que cometiesen delito en uno de estos territorios pudieran refugiarse en el otro, otorgando a las autoridades permiso para traspasar las fronteras en su persecución. El 6 de febrero de 1339, las villas costeras de San Sebastián, Getaria y Mutriku firmaron la llamada Hermandad de las Marismas para la defensa común contra los ataques de “gentes de otras naciones”[19].

      En 1375, Enrique II ordena que los concejos de Gipuzkoa designen alcaldes de Hermandad con jurisdicción por todo el territorio para perseguir a la turba de salteadores que vagaba “en los yermos y en los poblados y en las heredades”. En su cumplimiento, los procuradores se encuentran en Tolosa y dotan a sus siete alcaldes de Hermandad de amplias atribuciones en materia penal. Pasados tres años, la Junta de Procuradores solicita desde Mondragón protección real contra los vasallos de los señores de Oñaz y de Gamboa, y en 1379 en San Sebastián los junteros amenazan con graves castigos a todos los banderizos. Un paso más en este movimiento de afirmación frente al poder gentilicio fueron las Juntas de Villafranca de 1387, donde se certificó el compromiso solidario de los pueblos por el restablecimiento de la paz: Hernani estuvo presente junto a Tolosa, Segura, “Villafranca de Urrechua”, Bergara, Azpeitia, Eibar y Ordizia[20]. Finalmente, bajo la hermosa cúpula de la iglesia de San Salvador de Getaria los representantes municipales firman hace justo seis siglos un documento que vincula a las villas y sella unos lazos que duran hasta hoy.

      El Primer Cuaderno de Ordenanzas de la Hermandad articula, de una parte, una especie de “código penal” guipuzcoano, y de otra regula el funcionamiento interno de la propia Hermandad, dividiendo a partir de ese momento el territorio en siete alcaldías con sus correspondientes alcaldes de Hermandad:

 

— Partido de Segura con Villarreal (hoy Urretxu), Arería (Lazcano, Olaberria, Ichaso, Arriaran, Gabina, Zumárraga, Ezquioga, Ormaiztegui, Astigarreta y Gudugarreta) y Villafranca (hoy Ordizia).

— Partido de Tolosa con Aiztondo (Asteasu, Larraul, y Soravilla) y Hernani (incluía Urnieta).

— Partido de San Sebastián con Fuenterrabía, Rentería, Oyarzun, Astigarraga y Usúrbil.

— Partido de Mondragón con Vergara, Salinas, Elgueta, Placencia y Eibar.

— Partido de Elgoibar con Mendaro, Motrico, Deva y Zumaya.

— Partido de Guetaria con Cestona, Zarauz y Orio

— Partido de Azcoitia, Azpeitia y Sayaz.

 

      Asimismo, las Ordenanzas contemplan los supuestos penales más comunes en aquellos días, que en su mayoría tipifica como delitos de pena capital tanto para autores como encubridores, pero con un matiz interesante: desde sus primeras disposiciones legales los guipuzcoanos se proclaman todos hidalgos, es decir de linaje, lo que les libraba de padecer determinados correctivos como la tortura. No obstante, el aspecto de mayor trascendencia para el futuro inmediato fue la orden de allanar las casas-torre de los parientes mayores, al punto que cabe afirmar que la junta de Getaria marcó el principio del fin de la supremacía señorial.

      En la primera mitad del siglo XV, la guerra entre los jauntxos alcanza todo su paroxismo. Bergara, Deba y, sobre todo, Mondragón conocen sangrientos sucesos que con frecuencia implica a unos vecinos contra otros. Más de dos mil hombres armados participaron de la batalla de Murguía de 1414, número similar al de los asaltantes de la casa de Arancibia en 1443 o los saqueadores de la de Berástegui. La noche de San Juan de 1448 casi cinco mil banderizos chocan en Mondragón, a resultas de lo cual la villa es incendiada pereciendo todos los partidarios del señor de Butrón. El relato de esta tragedia, que fue materia para célebres composiciones épicas, conmueve a toda Gipuzkoa.

      Desde ese momento la Hermandad pasa a la acción y organiza partidas de hombres con la misión de asolar las casas de los rebeldes. Actitud resolutiva que provoca que las dos facciones, ahora coaligadas, desafíen a la Hermandad. Pero su tiempo ya había pasado: entre 1451 y 1457, son abatidas e incendiadas una a una las fortalezas de los nobles sublevados contra el poder de las comunidades, a excepción de las casas de Olaso y Unzueta, probablemente en pago a servicios prestados a la corona.

      En marzo de 1457, Enrique IV viene a San Sebastián para confirmar esa actuación, y confina a “tierra de moros” a 18 parientes con sus huestes. La casa de Alcega de Hernani fue una de las allanadas.

      Por esos mismos días la Hermandad actualiza sus ordenanzas, y dos años después se incorpora San Sebastián. En 1463 se promulga el Cuaderno Nuevo en sustitución del Viejo, a la par que se crea un sello provincial que en lo sucesivo figurará estampado al pie de todas las actas, que hasta entonces eran signada con el sello de la villa donde se celebraba cada junta. La Edad Media agonizaba llevándose consigo el arrogante poder de los parientes mayores.

      Gracias a esta actuación la provincia se pacificó, y en su recuerdo la provincia adoptó en su escudo la figura de un rey sediente con la espada levantada en la mano derecha y tres árboles sobre ondas de agua en memoria de las tres grandes áreas en que estaba divida. A este emblema se añadieron en 1513 los doce cañones que recuerdan la victoria obtenida contra los navarros en diciembre de 1512 en Belate.

      Unas semanas antes de los hechos de Belate, Hernani fue quemada por el ejercito francés, a la sazón enfrentado con una Liga Santa de la que formaban parte el Papado, Venecia, España e Inglaterra, y con el dominio de Navarra en juego. Los partidarios de la monarquía navarra, ayudados por los franceses, resistieron las embestidas del Duque de Alba, hasta que en verano Pamplona se rindió y entró a formar parte de los dominios imperiales. Pero las tropas francesas contraatacan en noviembre, y al mando del delfín Francisco de Angulema, el general Lautrec y el duque de Borbón se abren paso por Trún, Oiartzun, Rentería y Hernani, intentando el asalto de San Sebastián el 17 de noviembre de 1512.

      Dicen las crónicas que las huestes invasoras reunieron más de 30.000 combatientes para saquear Hernani y a su paso no quedó edificio en pie, lo que obligó a los vecinos a refugiarse en los caseríos de los alrededores. Los daños se valoraron en 300.000 ducados[21].

 

 

 

 

[9] MARTÍNEZ DE ZALDIBIA, Juan. Suma de las cosas cantábricas y guipuzcoanas. Diputación de Guipúzcoa. San Sebastián, 1945, p. 9.

[10] ESTEBAN DELGADO, Milagros. El País Vasco atlántico en época romana. Universidad de Deusto. San Sebastián, 1990, pp.32 ss.

[11] BARANDIARAN, Ignacio. Guipúzcoa en la Edad Antigua. Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa. San Sebastián. 1976, p. 37.

[12] AGUIRRE SORONDO, Antxon. Getaria: Entre el mar, el cielo y la montaña. Ayuntamiento de Getaria. Inédito.

[13] GARIBAY Y ZAMALLOA, Estevan. Los quarenta libros del compedio historial de las chronicas y universal historia de todos los rey nos de España (1628). Reedición Editorial Gerardo Uña. Lejona, 1988. Tomo III, p. 69.

[14] CAMPIÓN, Arturo. Euskariana. Algo de Historia. Vol. III. Imprenta de Jesús García. Pamplona, 1915, p. 408.

[15] MUGICA, Serapio. Op.cit., p. 763.

[16] MURUGARREN ZAMORA, Luis. Carta-puebla de Hernani. Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Año XXXVI, cuadernos 1. 2, 3, y 4. San Sebastián, 1980, p. 409.

[17] AGUIRRE SORONDO, Antxon. ¿Cuándo se fundó Hernani? Suplemento “San Juan Jaiak”. El Diario Vasco, 22 de Junio de 1990.

[18] MARTINEZ DIEZ, Gonzalo, et al. Colección de documentos medievales de las villas guipuzcoanos (1200-1369). Diputación Foral de Gipuzkoa. San Sebastián, 1991. p. 79.

[19] Ibídem, p. 205.

[20] DIEZ DE SALAZAR, Luis Miguel. La Hermandad de la Tierra de Guipúzcoa de 1387. Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Año XXXVIII, cuaderno 1-2-3-4. San Sebastián, 1982, p. 101.

[21] A.M.H. 9/1/1/2.