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Voces en el desván
Usoa Barrutiabengoa Olazabal / Nerea Elias Muxika
Garoa González Fernandino / Araitz Rodríguez Gutiérrez, 2004

 

GUERRA Y POSGUERRA

 

      La guerra finalizó en Hernani el 13 de septiembre de 1936. Las tropas falangistas entraron por Urnieta y los requetés bajaron del monte Onddi, y tomaron el pueblo. El 12 de septiembre entró por primera vez el Ejército Nacional en Hernani, y al día siguiente cayeron los últimos focos de resistencia: el fuerte y las trincheras de Santa Barbara. La República, que había contado con un fuerte respaldo en este territorio, cayó. El pueblo quedó en manos del bando fascista. La guerra duró poco tiempo en Hernani, los combates cesaron pronto. Por tanto, podemos decir que la posguerra dio comienzo antes del año 1939.

      Pero, aunque en el pueblo la guerra había terminado, la población siguió sufriéndola, ya que fueron muchos los que tuvieron que partir a luchar fuera (a aquellos lugares en los que la guerra aún continuaba). Los y las hernaniarras lucharon tanto en el bando de los nacionales como en el de los republicanos; como dicen algunas de las personas entrevistadas, “según les tocó”. Así sucedió en el caso de Mertxe, que nos cuenta cómo vivía con sus tres hermanos y una hermana, además de la madre y de la abuela, y que los tres hermanos tuvieron que irse a la guerra, pero que no lucharon en el mismo bando:

 

Desfile de los soldados por las calles de Hernani (1936).
Kutxa Fototeca: 0424-4.

 

      [...] gure etxetikan hiru mutil kanpoan ziren, hiru anaiak. Bi jun ziren Francorekin... harrapatu zutelako... bai zera, bestelapor aquí! Hirugarrena preso hartu zuten. Bi anai jun zian Francorekin, bestea beste aldera. Mertxe.

      [...] de nuestra casa, había tres chicos fuera. Dos se fueron con Franco... porque le pillaron.. .ya, si no, ¡por aquí! Al tercero lo cogieron preso. Dos hermanos se fueron con Franco, y el tercero al otro bando. Mertxe.

 

      Como hemos dicho, la guerra fue breve en Hernani. Pero, hasta que finalizó la contienda no se aplicaron (con efectividad) las formas organizativas que caracterizarían al estado franquista de la posguerra (leyes, decretos,...). Entre esas formas organizativas cabe destacar el racionamiento, al que dedicamos el segundo apartado de este primer capítulo. Sin embargo, a pesar de que las leyes no se establecieron hasta después de la guerra, el bando nacional venía realizando ya ciertas actividades que luego serían ley en los pueblos que iban cayendo en sus manos.

      La historiografía distingue, por lo general, las épocas de la guerra y de la posguerra, pero según hemos podido constatar en nuestro estudio, en Hernani pueden analizarse conjuntamente; entre otras cosas, gracias a brevedad de la guerra. Por tanto, con respecto a Hernani, consideramos adecuado tomar como unidad el periodo cronológico 1936/1951-2, dado que las principales características de la dinámica del pueblo de Hernani se mantuvieron constantes en todo ese periodo, a pesar de ser conscientes de que otras muchas cosas cambiaron radicalmente.

      En la primera parte de ese periodo cronológico, la correspondiente a la guerra del 36, hablaremos de un amplio sector que influyó notablemente en la vida cotidiana de la población: las mujeres agricultoras. En la segunda parte, nos referiremos al estraperlo, y destacaremos el papel que desempeñaron las mujeres en dicha actividad.

      En este periodo que hemos considerado como unidad, se observa una continuidad en la situación de las mujeres, y también en las estrategias que éstas utilizaron para adecuarse al contexto (el mercado y el estraperlo, en lo que a nuestro trabajo respecta). Desarrollaban esas dos actividades con el mismo objetivo: el abastecimiento. Pero hay algunas diferencias entre ambas, sobre todo que una de ellas era considerada legal y la otra, ilegal. Cuando no conseguían abastecimiento suficiente a través de las actividades legales, recurrían a formulas ilegales para asegurar el sustento, para abastecer a la unidad doméstica de trabajo[3].

      En ambas estrategias, la responsabilidad de abastecer a la unidad doméstica de trabajo recaía en las mujeres. La principal razón para que ellas asumieran esa responsabilidad era el rol que se asignaba a la mujer. Así, la comercialización de los productos agrícolas y la actividad del estraperlo estaban íntimamente ligadas al papel de “abastecedora”. Mediante esas dos actividades, proporcionaban alimento a todas las personas que vivían en la casa. Pero, como veremos más adelante, esa labor de abastecimiento que ejercían las mujeres trascendió las fronteras de sus casas, para llegar a cubrir la demanda de abastecimiento de todo el pueblo de Hernani.

      En aquellos años, Hernani era un pueblo heterogéneo en lo que a sectores económicos se refiere. Además de la economía rural, el sector servicios tenía gran importancia, es decir, las tiendas y los comercios. Y también algunas empresas y fábricas que fueron pioneras de la industrialización en la década de los 60[4].

      En este primer bloque cronológico y temático analizaremos el ámbito rural, que, como veremos, se relaciona con el segundo bloque. Tomando la guerra y el caserío como ejes principales, destacaremos varios fenómenos comunes.

 

 

El pueblo y el caserío

 

      Los caseríos de Hernani tuvieron que seguir realizando las labores habituales para asegurar la subsistencia. Pero el estado de excepción aplicado tras la guerra supuso una importante limitación en la vida de muchos de ellos. Así lo reflejan las palabras de Eustaki[5] y Marta[6], que vivieron su infancia en el caserío, en tiempos de la guerra. La madre de Eustaki siguió cumpliendo el cometido de abastecedora, a pesar de la guerra:

 

      Gerra denboran ere bera jute zan beti beti esnea partitzea Donostia, eta hor gertatzen zizagun ba klaro ama berandu etorri eguardin [gerra zela eta], ta nahiko komerik, ze eskolare, eskolare, nik uste gerra denboan ez nitzala eskolan hasi ze aitta biltzen 38an [...] Ni gerran, ez, ez giñan eskolan ibili, ez giñan eskolan ibili, ze ni nitzan zaharrena. Eustaki.

      Incluso durante la guerra iba ella, siempre, a repartir la leche a Donostia, y ahí nos pasaba, pues, claro, que la madre llegaba tarde al mediodía (por la guerra), y muchas cosas más, porque yo creo que en tiempos de la guerra no íbamos ni a la escuela, porque mi padre murió en el 38 [...]. No, en la guerra no iríamos al colegio, porque yo era la mayor. Eustaki.

 

      Marta explica muy bien que el objetivo de muchos saqueos durante la guerra era el de abastecerse de comida y bebida. Así sucedió en su caso. Recuerda perfectamente aquella mañana en la que los soldados acudieron al caserío a buscar comida. En el caserío, cada cual estaba haciendo su trabajo, cuando la cercanía de los soldados atrajo la atención de toda la familia. En el caso de Marta, no hubo violencia.

 

      Hala ba, goiz batian esnia astuakin ta, hala jartzen giñun astua ta bihorrakin, oain astua, anaia jun tzan esnia eamatera goizian eta, gerra zibillan ordun, in tzun zea, letxeroik etorri ez esnin billa. Gero bere esniakin etxea berriz ta, oain ez da ikusten baiño oain hemen dena itxiya do arbolakin, ordun bistan tzan gaiñian bidia, ikusi emen tzitun hor beheko koskatikan nola zetorren [...] Eta gizon pillo bat nola zetorren ta, astua eraiten [...] hor beheko zearaiño elkarrekin etorrita. “Osaba, osaba”, atta patata ateatzea juna, “osaba, osaba, sekulako gizon pilla emen da gurutziakin da”. Gure osaba etzen baña guri etziguten ezer in e, gui etziguten ezer in. Etorri zan, geo han sartu zian jendiari esnia eosi eta dena haik hartu zuten esne guziya. Guk giñun esne guziya zea balde, ontzi handi batea bota, egosi, oain ekonomika da, baiño ordun lurrian itten zan sua izaten zan, han eosi eta dena hartu zuten esne hoi. Soldadu o boluntayu o haik zian. Geo juntzian esnia hua hartuta. Marta.

      Así pues, una mañana, cuando la Guerra Civil, cargamos la leche en el burro; así la colocábamos, en el burro o la yegua, y sucedió que mi hermano fue a llevar la leche pero el lechero no pasó a recogerla. De nuevo con la leche a casa, y ahora no se ve, porque está tapado por los árboles, pero entonces se veía el camino desde arriba, y debió de verles llegar por ahí abajo [...] Venían muchos hombres, azuzando al burro [...] llegaron juntos hasta ahí abajo. “Tío, tío”, el padre había ido a recoger patata: “Tío, tío, anda un < montón de hombres, con cruces”. No era tío nuestro, pero a nosotros no nos hicieron nada, no nos hicieron nada. Vino, luego entraron allí, se llevaron toda la leche que se le había comprado a la gente. Echaron toda la leche que teníamos en un balde, en una olla grande, la cocieron, ahora es la económica pero antes se utilizaba el fuego bajo, la cocieron allí y se la llevaron toda. Eran soldados, o voluntarios, o eso. Luego se marcharon, llevándose la leche. Marta.

 

Grupo de milicianos y milicianas con sus armas (1936).
Fototeca Kutxa: 15-3 (212-9).

 

      Saqueos, peligro de aislamiento... ésas fueron las características principales de la situación que se vivió en los caseríos del pueblo. Pero, según relatan los baserritarras, excepto en los caseríos cercanos al fuerte de Santa Barbara, las consecuencias de la guerra no se reflejaron tanto en el campo como en el pueblo. Por una parte, porque no eran lugares estratégicos, y, por otra, porque se encontraban lejos del frente de lucha y eran, generalmente, lugares abundantes en provisiones:

 

      Baño kaletikan ikara gehio, beldur gehio kalian. Klaro tiroteua. Ez da izaten esto baserri bat dagon lekun, gutxi harrapatzen baititu [...] Eske oso oso diferentea da, geo gerra batekin beti bonbardeua, eroritzen da, botatzen dute edo saiatzen dira deusestatzen jendea dagon tokia, ordun baserria geatzen da beti baztar batian, beti ixiltasun batian, beti. Eustaki.

      Pero en la calle había más miedo, más temor. Claro, los tiroteos no ocurrían en los caseríos, porque pillaban a poca gente [...] Es que es muy distinto; en una guerra, los bombardeos, las bombas caen, intentan tirar donde hay gente, entonces el caserío queda siempre aparte, siempre en silencio. Eustaki.

 

      Las consecuencias que tuvo la guerra en los caseríos fueron muy distintas de las sufridas en el pueblo. En el pueblo hubo numerosos “bombardeos” y “tiroteos”. Tuvieron lugar mayormente cuando el bando fascista se disponía a tomar Donostia. En efecto, Donostia se encontraba en manos del bando republicano, y para tomarla, tenían que tomar antes otros pueblos que se encontraban de camino; uno de los medios que utilizaron para ello fueron los bombardeos (como en Irun y Lezo). Comenzaron a bombardear Donostia el 5 de agosto y era cuestión de tiempo que el ataque se extendiera a otras localidades. En Hernani, tuvieron lugar en septiembre, en el mes en que tomaron el municipio.

 

      “El 9 de Setiembre los pájaros bélicos, como les llamaba el diario Frente Popular, mataron en Hernani a Juan Fernández, Tomas Mendizabal Kortadi y Bautista Amiana Sasiain”[7]

 

Como consecuencia de los bombardeos,
edificios derruidos en Irun, (década 1930).
Fototeca Kutxa: 406306-558.

 

      Petra nació en Cincoenea, pero se trasladó a Santa Barbara cuando era pequeña, y allí vivió las tensiones producidas por las bombas. Tenía catorce años cuando vio acercarse por primera vez a aquellos “pájaros”. Así relata lo sucedido en aquellos momentos:

 

      Hemen abioia ibiltzen zan, goizian goiz abioia, braum, braum, braum, bonba botatzen ta hemen bonba bota ta sekulako zuluak ein... ta turra dena haizian... upel horren atzian gordetzen giñan. Hemengo atia dena txikitu, egaztiri lepua moztu, karo, metrallak, bonban zea, burnik. Atiare txikitu zunian egazti denak aidian, jata neire zeatu zian metrallak. Petra.

      Aquí andaba el avión, brum, brum, brum, por la mañana temprano, tirando bombas... e hizo grandes agujeros aquí... la tierra volaba, nos escondíamos detrás de ese tonel. Destrozaron la puerta, las aves decapitadas, claro, la metralla de las bombas, el hierro. Cuando reventó la puerta, las aves volaron, a mi también me pilló la metralla. Petra.

 

      Aunque el principal objetivo eran el fuerte y las trincheras de Santa Barbara, los aviones atacaron a la población civil y provocaron incluso la muerte de varias personas. La población contaba con sirenas que hacían sonar cuando se acercaban los aviones al ataque, para indicar que debían correr a refugiarse. Por lo general, los y las hernaniarras buscaban cobijo y seguridad en las bodegas de las casas más fuertes o en refugios preparados específicamente a tal fin.

 

      Bai, hemen bai, Hernanin jotzen zuten sirena ta hara juten ginan korrika. Ta dana utzi ta hara juten ginan ta gure amona etzan juten, hemen gelditzen zan, etxian... etzan juten zaharra zalako, etxea etzun utzi nahiko ta. Mertxe.

      Si, aquí en Hernani hacían sonar la sirena y salíamos corriendo. Dejábamos todo y nos íbamos, pero la abuela no se movía, se quedaba en casa... no iba porque era mayor, tal vez porque no quería abandonar su casa. Mertxe.

 

      Ignoramos si lo hacía por temor a perder su casa, por apego a la misma, o porque su avanzada edad le impedía andar de un lado para otro, pero Mertxe recuerda así cómo actuaba su abuela cuando sonaban las sirenas. El resto de la familia, sin embargo, corría a refugiarse, generalmente a Plaza Berri, al punto en el que hoy día se encuentra ubicado el Banco Guipuzcoano. Como vivían en Andrekale, aquél era el refugio más cercano, pero no el único.

      Fatima y su amiga vivían de otra manera el sonido de las sirenas. Cuando toda la gente se resguardaba, ellas se sentaban en unos soportales de una casa de Karkaba, y comenzaban a hacer punto. Guarda en la memoria el recuerdo de un sótano de Karkaba. Aquel sótano servía de refugio a toda la vecindad del barrio cuando los aviones se acercaban.

      En los caseríos, la guerra se dejó notar sobre todo en forma de saqueos (que realizaban ambos bandos para conseguir provisiones), en la dificultad para realizar las funciones de comercialización (suspensión del transporte), y también en la inseguridad reinante. No debemos olvidar que muchos caseríos se convirtieron en lugares de refugio para la gente que huía de los pueblos. En el caserío de Petra estuvo escondida una pareja, que finalmente logró huir. Los caseríos resultaban muy apropiados para preparar la huida, ya que era espacios grandes y apartados del casco urbano:

 

      [...] Floridan. Eta klaro, geo, hango zeak jun zian, reketiak, gizonan bila, nausiyan bila jun tzian, baiña hoik bakarrik pasa, zea, alde in tzuten, ta noa jungo, ta honea etorri zian, attagana, ta attak hartu ta horrea ematen zittun, karo, honea etxea etorrik. Honea ta etorri zian, etxea, bila poliziak, baño zian aberatsak, kolokatuak. Eunez, attak saskiya, otarra, otarra handik izaten zian, han sartu bazkariya eta hor lanea balijoke bezala hartu, ta harea, baina, jana ematea. Ta geo, gauian, etortzen zian honea, lota... Geo, nik ez dakit eo batenbatek zita pasa o ze in tzuten, etorri zian guardik, hemen gue attakin ibili zian, etxia ikusi ere in tzuten, beyan e ibili zian, baño, karo, eunez gorde iten zian. Goizian eunsenti batekin arton tartea, ta, karo, arto tartea ezin jun ba bilatzea, iluntzen zunian, gabian, etortzen zian, eta ebiya o izaten bazan, been xirak zea bazituzten. Bestela, hortxe egun guztiya arto tartian. Petra.

      En la Florida. Y claro los requetés fueron a por el amo, pero no pasó nada más, porque se fueron, donde el padre; y el padre les llevó ahí. Vinieron aquí, a casa, a buscarles, la policía, pero era gente rica, colocada. De día, mi padre metía la comida en la cesta, solía haber unas cestas grandes, la cogía como si fuera a trabajar y ' se iba allí, a llevarles la comida. Y luego, por la noche, venían a dormir aquí... Luego, yo no sé si alguien les pasó la cita o qué, vinieron los guardias, anduvieron por aquí con mi padre, miraron la casa, también fueron abajo, pero, claro, de día se escondían. Por la mañana, al amanecer, iban al maizal, y claro, al maizal no iban a ir a buscarles, y cuando oscurecía, por la noche, venían, y si llovía o algo, tenían sus impermeables. Por lo demás, se pasaban ahí todo el día, escondidos entre el maíz. Petra.

 

      Guarda muy bien en su memoria el recuerdo de aquellos tiempos y de la situación que les tocó vivir en casa. No olvidará a aquellas personas que pasaban el día ocultas en los campos de maíz y se acercaban al caserío al anochecer, y, cómo no, la atención que les prestaba su padre.

 

 

Consecuencias de la guerra

 

      La guerra puso en peligro las infraestructuras necesarias para desarrollar con normalidad la vida cotidiana; buen ejemplo de ello es la suspensión del transporte: “Loiolako kuartela erori artean Hernanin ez zen egunkari ez garraiorik izan, gainera taberna eta denda ugari itxita egon ziren...”[8]. (Hasta que cayó el cuartel de Loyola, en Hernani no hubo ni periódico ni transporte, además muchos bares y comercios permanecieron cerrados...)[9].

      El transporte fue restablecido al poco tiempo. Bernabé Armendariz Battu, quien fuera alcalde de Hernani en aquellos años, hizo público un bando, dos días después de que las tropas entraran en el pueblo (el 15 de septiembre de 1936). En aquel bando hacía saber a la población que el servicio de autobús hacia Donostia estaba restablecido, y que la feria se celebraría, “como era costumbre”, el jueves.

      Pero la guerra trajo consigo otra consecuencia que afectó de manera notable a la vida de las mujeres del medio rural: la desaparición de los hombres. Alistamientos, enfermedades surgidas a consecuencia de la guerra, destierros, campos de concentración, encarcelamientos... Quedaron pocos hombres en el pueblo. Y como veremos, eso condicionó enormemente la vida cotidiana de las mujeres a partir de entonces.

      En efecto, aquella escasez de hombres fue más importante de lo que parece. El vacío dejado por ellos no sólo tuvo reflejo en la demografía (descenso de la natalidad, descenso del número de matrimonios,...), sino que influyó también en la vida cotidiana y en el ámbito laboral. De hecho, las mujeres asumieron muchas funciones y tareas encomendadas hasta entonces a los hombres: las responsabilidades de los hombres recayeron en las mujeres.

      Muchas mujeres tuvieron que sacar el caserío adelante por sí mismas (aunque muchas de ellas contaran con ayuda de mozos y criadas). Tuvieron que amoldarse a la nueva situación. Hilaria[10], quedó viuda con cuatro criaturas. Le ayudaban el mozo y la criada, pero toda la responsabilidad recaía sobre ella:

 

      Egitzazue kargu Hernanin baserriak mantendu direla emakumeei esker, eta Hernanin baserria zaindu duen pertsona emakumea da, porque gizonak gerrara atera behar du, eta ez bada ateratzen, alde beharra dauka, porque, klaro, sindikatua zegoelako, ba, zegoelako, eta sindikatu gabe bazegoen, nazionalista zelako, eta alde beharra zeukaten. Beraz, berria zeinen esku gelditzen da, emakumeen tartean. Beraz, emakumeak egin du etxea mantendu, familia hazi ta hezi, eta gainera lana egin. Eustaki.

      Tened en cuenta que en Hernani los caseríos se ban mantenido gracias a las mujeres, y que en Hernani quien se hizo cargo del caserío fue la mujer, porque el hombre tenía que marchar a la guerra o huir, porque, claro, si estaba en el sindicato, porque estaba, y i si no estaba en el sindicato, porque era nacionalista, tenía que huir. Entonces, ¿en manos de quién quedó el pueblo? En manos de las mujeres. Así, la mujer mantuvo la casa, crió la familia y, además, trabajó. Eustaki.

 

      En el Archivo Municipal hemos encontrado numerosos documentos que reflejan dicha realidad. Se elaboraron muchos informes referentes a mujeres que se encontraron en esa situación:

 

      “Según el padrón de habitantes hecho con referencia a 31 de Diciembre último, don Félix Aranburu Garmendia, que falleció en el frente, era cabeza y único[11] sostén de su familia, compuesta hoy de su viuda y de sus cuatro criaturas. Hernani, 28 de Junio de 1938. II año Triunfal. El Alcalde.” [Hernaniko Udal Artxiboa, A-18-2/14],

 

Informe sobre las familias de Hernani (1938).
Archivo Municipal be Hernani: A-18-2/14.

 

      Ese modelo social no era una excepción, sino una realidad muy común, una cruda realidad. El número de habitantes de Hernani cambió considerablemente, ya que alrededor de una cuarta parte de la población tuvo que emigrar cuando la guerra estalló, por los motivos citados anteriormente. Muchas mujeres huyeron al destierro con sus hijos e hijas; pero, seguramente, fue más notable la falta de hombres. Y no sólo en aquel momento, sino también más adelante, ya que la mayoría de las mujeres que huyeron pudieron regresar al cabo de unos meses, sobre todo a partir del final de la guerra en Hernani, pero no así los hombres.

 

Buque de guerra en la bahía de la Concha (década 1920).
Fototeca Kutxa: 2484-1

 

      Fatima nos ha explicado perfectamente lo que muchas mujeres, acompañadas de sus hijos e hijas, incluso ella, vivieron. El 15 de septiembre se evacuó a la población. Tuvieron que trasladarse a Donostia, por lo general en tranvía, para embarcar allí con destino a Francia. En lo que respecta a su familia, partieron casi todos los miembros de la misma, salvo el padre, que tuvo que marchar a la guerra. En aquel barco, camino a Francia, viajaron mujeres, niños y niñas, personas mayores y heridas. Pero el viaje de Fatima y sus familiares no fue un viaje normal. En aquel viaje, que debía tener una duración de cinco o seis horas pero que se prolongó tres días, sucedió algo que jamás olvidaran:

 

      Tranpa handia egin ziguten. Barkoko kapitainak tranpa eina zakan nazionalen beste barku batekin, gu entregatzeko... zuten asmoa norte guztia bonbardeatzeko gu aurrean jarrita, como parachoques, ta herritikan bidaltzen zituzten kañoiak barkua txikitzeko, jendea hiltzera... azkenean, kapitain hori hartu zuten, eta hitz egin arazi zioten, eta egia atera. Hil ein zuten, “merecía haberle metido a la caldera de vapor que se quemara, pero como tenemos más conciencia que ellos lo hemos matao”, hil ta geo bota zuten kalderan. Fatima.

      Nos tendieron una gran trampa. El capitán del barco había preparado una trampa con otro barco de los nacionales para entregarnos. .. Tenían intención de bombardear todo el norte utilizándonos a nosotros como parapeto, como parachoques, y mandaron cartones del pueblo, para destrozar el barco, a matar gente... Al final, atraparon al capitán ése y le hicieron hablar, le sacaron la verdad. Lo mataron, “merecía haberle metido a la caldera de vapor para que se quemara, pero como tenemos más conciencia que ellos, lo hemos matao”; lo metieron a la caldera después de muerto. Fatima.

 

      Se dieron cuenta a tiempo y, finalmente, lograron llegar a Burdeos. Una vez en Francia, anduvieron de un lado para otro (llegaron incluso a los Alpes), hasta que, gracias a la ayuda prestada por unos familiares, se instalaron en Hendaia. La ayuda de sus allegados fue primordial, según cuenta Fatima, tanto en la época en que vivieron en Francia como a la hora de regresar a su pueblo. Porque al cabo de unos meses volvieron a Hernani.

      Los hombres tuvieron más dificultades para regresar; al principio, porque tuvieron que ir al frente, y más tarde, porque al caer el pueblo en manos de los nacionales, tuvieron que huir por miedo a la represión. Esa situación cambió y condicionó claramente el papel de las mujeres, como ya hemos mencionado. Asun permaneció fuera, con su hermana, el tiempo que duró la guerra en Hernani. Su hermana, que tenía a la hija enferma, se trasladó a Logroño por recomendación médica, y se llevó a Asun con ellas. Cuando regresaron, tuvieron que empezar de cero. Tenían la casa en la Calle Mayor, y antes de la guerra habían regentado un bar. La hermana se fue a Donostia, y Asun tuvo que cargar con la casa y el bar. Todos sus hermanos estaban luchando en la guerra y tuvo que salir adelante como pudo.

 

      Ta geo etorri nintzan honea, ta iñorrez hemen, nee ama ez dakit noa juna anaiakin da auskalo, ta etorri giñan, da hasi in bihar tzala, ba, ta gue osabak ireki zun taberna, ta kozinera harta gendun, ta gero neskamiare bagendun... baño sin dinero, sin cosas. Asun.

      Y luego vine aquí, y aquí no quedaba nadie, mi madre se había marchado a no sé dónde con mi hermano, y vinimos y hubo que empezar, y mi tío abrió el bar, y cogimos una cocinera, y luego también tuvimos criada... pero sin dinero, sin cosas. Asun.

 

      La ayuda del tío fue fundamental, porque ella “solamente” tenía diecisiete años. Pero, como veremos, no sólo contó con la ayuda de aquel tío:

 

      Feriya zan, eta karnizeruak ekarri ziguten haragiya, a pagar cuando sea, eta ez takit ze tabernero zan han, barrika koxkor bat ardo ekarri zigun, geo panaderikuak ogiyare eman tziguten, ta hola hasi giñan, una feria, una feria estupenda izandu gendun, ta xorrak patu nittun. Asun.

      Había feria, y los carniceros nos trajeron carne, a pagar cuando fuera, y no sé que tabernero había allí, nos trajo una pequeña barrica de vino, luego, los de la panadería también nos dieron pan, y así empezamos, una feria estupenda tuvimos, y pagué las deudas. Asun.

 

      Asun no olvidará fácilmente aquel día de feria; cómo olvidar la ayuda recibida en una época en la que había tanta necesidad. Poco a poco, pusieron el bar en marcha, y enseguida se hizo famoso. Asun no tuvo más remedio: la situación en la que se encontró cuando volvió al pueblo le obligó a tomar aquella decisión, que resultó afortunada, porque contó con la ayuda de la vecindad y, cómo no, de la familia.

      El ambiente del pueblo cambió totalmente en pocos meses. Hasta entonces, Hernani había sido un pueblo con “buen ambiente”, pero al comenzar la guerra y quedar en manos de los nacionales, aquel ambiente desapareció. El pueblo entristeció. La gente tenía miedo de salir a la calle; el temor se apoderó del pueblo. Pero poco a poco, tuvieron que amoldarse, una vez más, a nueva la situación, y poner todo en marcha otra vez; abrir las tiendas y los bares que habían sido cerrados, tratar de recuperar la vida de calle...

 

Grupo de gente en las escaleras de la iglesia
San Juan Bautista de Hernani (década 1930).
Imanol Larretxea.

 

      Nadie ha olvidado las nefastas consecuencias que tuvo la guerra en el pueblo, y son muchas las menciones que nos han hecho sobre ello en las entrevistas. Toda la gente recuerda el Hernani de aquel tiempo. Así lo encontró Asun a su regreso: “Trixtia. Iñorrez, ni etorri nintzanian osabana jun nintzan, ta iñorrez, gora igo nintzan, mi cuñada vivía, y tampoco. Nadie, nadie, iñorrez.” (Triste. No había nadie, cuando vine fui a donde el tío, y nadie, subí arriba, mi cuñada vivía, y tampoco. Nadie, nadie.) Eso, en lo que respecta a su familia. Iñaki nos ha hablado de la situación del pueblo en general:

 

      Ta geo geatu zan Hernani oso pobria, oso pobria. Bildur handia, bata bestiai bildur handia, ta geo gertatu zien Hernanin hildako asko ere bai, hilak asko ere bai. Ordun, gerra denboan eondu zan gorroto, gorroto pittin bat bata bestiakín, ta hola [...] 41ean, 42an, 42, 40an gosia ikaragarria, etzeon ezer jateko. Etzeon ezer jateko ze etzeon ez olioik, ez ogirik, ez haragirik, ez... kriston gosia pasa zan gerran ondorenian. Iñaki.

      Y luego Hernani se quedó muy pobre, muy pobre. Mucho miedo, miedo unos de otros, y también hubo muchas muertes, sí, muchas. Cuando la guerra, hubo odio, un poco de odio entre toda la gente [...] El 41, 42, 42, 40, el hambre fue terrible, no había para comer, ni aceite, ni pan, ni carne, nada... Pasamos muchísima hambre en la posguerra. Iñaki.

 

      Mientras duró la guerra, aunque, como hemos dicho en Hernani había terminado ya, vivieron soldados en el municipio. Había soldados procedentes de muchos sitios; nos han hablado de italianos, alemanes, gallegos, entre otros. El trato y la relación de la población con los soldados era muy diverso. En general, les tenían miedo, pero el tiempo les hizo, de alguna manera, acostumbrarse a su presencia, y aunque algunas personas ni se les acercaban, hubo quien tuvo buena relación con ellos. Por ejemplo Mertxe, que llegó a enamorarse de un soldado gallego. Mertxe vivía por entonces en Andrekale, junto con su madre, su abuela y su hermana; los tres hermanos habían tenido que ir a la guerra. Como era costumbre, los soldados vivían en casas que habían quedado vacías mientras permanecían aquí, y aquel soldado gallego se instaló en una casa contigua a la de Mertxe. Mertxe y su madre lavaban la ropa a los soldados, para conseguir algo de dinero durante la guerra. Y fue así como comenzó a tratar con aquel gallego, y poco a poco llegaron a tener una estrecha relación. Así lo recuerda ella: oso mutil majua, oso goxua. (Un chico muy majo, muy cariñoso.) Pero, al final, el soldado tuvo que partir; geo jun izan ta ni hemen gelditu nintzan klaro! Castellanok oso gaizki ikusiak ziren hemen... jolin, si no con el gallego me caso yo! (Luego se fue, y yo me quedé aquí, claro! Los castellanos estaban muy mal vistos aquí... jolín, si no con el gallego me caso yo!) Al parecer, Mertxe tenía muy claro cuál iba a ser el futuro de aquella relación, es decir, ninguna.

      Por lo que nos ha contado Mertxe, lo que le sucedió no fue una excepción; había muchas chicas que salían de paseo con los soldados, y más de una se quedó embarazada. Luego, claro, los soldados partían y las chicas tenían solas a la criatura, con todo lo que eso conllevaba en aquella época. Cuando se refiere a ese tema, nos habla principalmente de la fama que tenían los italianos, y acaba con una frase muy conocida y habitual en aquella época:

 

Los italianos se marcharán y de recuerdo un bebé te dejarán. Mertxe.

 

      Pero no todo fue bonito. Aunque el tiempo ayudó a forjar ese tipo de relaciones, durante los primeros meses la persecución fue terriblemente dura. Saqueos, toma de casas, persecuciones, violaciones, “chivatazos”..., todo aquello alborotó el pueblo. Había una gran desconfianza entre la gente, y ésa fue una de las razones que hicieron desaparecer el buen ambiente que había en el pueblo.

      Eustaki nos cuenta que había en su barrio un manco que informaba a los nacionales sobre la gente del pueblo: quién era rojo, en qué casas entrar... Para ilustrar qué clase de hombre era, nos cuenta, además, que estaba casado y tenía cuatro hijas, y que le abandonaron: “Es que era la vergüenza del pueblo”. Eustaki vivía en un caserío de Santa Barbara, y el manco en otra casa situada de camino al caserío; Eustaki y sus amigas lo pasaban realmente mal, sobre todo cuando regresaban a casa a oscuras y tenían que pasar por delante de aquella casa. Muchas veces permanecía al acecho, escondido. En aquel tiempo había personajes de ese tipo en todos los pueblos, pero todo el mundo sabía perfectamente quiénes eran y lo que hacían. Contaban con el desprecio de todo el pueblo, tal como muestran las palabras de Eustaki.

      En Hernani, la represión se dio también en forma de fusilamientos. El bando fascista fusiló a habitantes de Hernani y de otros pueblos de alrededor, principalmente a los presos que traían de la cárcel de Ondarreta. Fueron más de doscientos, cuyos cadáveres enterraron después en el cementerio, en una fosa común. Se cree que entre ellos había 20 personas naturales de Hernani.

      Entre las consecuencias que afectaron directamente a las mujeres cabe mencionar los ataques contra sus personas. Uno de los castigos más vejatorios para las mujeres era que les cortaran el pelo y las mostraran así ante todo el pueblo. También les hacían beber grandes dosis de aceite de ricino, portar símbolos contrarios a su ideología, y proferir gritos y proclamas contrarios a su posición política. Las mujeres de Hernani no fueron una excepción y sufrieron vejaciones de ese tipo. Eran castigos dirigidos a menoscabar su dignidad. Tenían como objetivo menospreciarlas, si era ante todo el pueblo, mejor que mejor. Así como detenían y fusilaban a los hombres, humillaban a las mujeres ante todo el mundo, dejándoles marcadas para toda la vida. La división entre ambos sexos queda patente también en los castigos.

 

Prisioneros con los brazos en alto custodiados por hombres con armas (1936).
Fototeca Kutxa: 13-9(325)

 

      Mertxe, como tantas otras personas, recuerda muy bien lo que les hicieron a tres chicas: “Emakumeak harrapatu ta ilea moztuta kale buelta eramaten zuten, ilea a cero moztu ta kale buelta.” (Las cogieron, les cortaron el pelo y a dar vueltas por la calle, les cortaron el pelo a cero y les obligaron a dar vueltas.) Aquel caso quedó grabado en el recuerdo de Mertxe y en el de mucha gente.

 

Informe sobre las mujeres de Hernani (1937).
Archivo Municipal de Hernani: E-5-II-28

 

Informe sobre las mujeres de Hernani (1937).
Archivo Municipal de Hernani: E-5-II-28

 

      Otra característica destacable de la posguerra fue, sin duda, la hambruna. Como nos ha relatado Iñaki, pasaban muchísima hambre y a duras penas encontraban algo que llevarse a la boca. Además, algunos productos eran especialmente escasos: el aceite, la carne, el azúcar... y, por supuesto, el pan, mencionado en muchas entrevistas. Al parecer, el pan blanco se convirtió en una especie de obsesión, ya que todas las personas entrevistadas nos han hablado de lo que eran el pan negro y el pan blanco, y de lo valorado que era el segundo. De ello trataremos en profundidad en las páginas siguientes.

      Era la época del racionamiento, pero, como veremos, esa medida no consiguió matar el hambre. Los años más duros fueron los posteriores al final de la guerra, pero el racionamiento y, por tanto, nuestro período de estudio, se prolongó hasta el año 1952, año considerado como final del racionamiento.

      En la posguerra, el principal objetivo de la población era recuperar la rutina diaria lo antes posible. Como hemos visto, todo se había venido abajo, y no era fácil normalizar el ritmo de vida. La posguerra puso de manifiesto todas las consecuencias de la guerra. Fue en el intento de recuperar la normalidad cuando la población hernaniarra se dio cuenta de que las cosas habían cambiado totalmente. La posguerra fue gris, triste; la situación de guerra se mantuvo durante aquellos primeros años de la posguerra. En aquella situación, fue notable la escasez de alimentos, como hemos dicho, y dicha escasez hizo aún más cruda la situación. Los hombres de Hernani, como de otros pueblos, tuvieron que ir a la guerra y, como hemos visto, pocos permanecieron en el pueblo. Cuando finalizó la guerra, había muchas casas dirigidas exclusivamente por mujeres; era una circunstancia muy común, no una excepción.

 

 

 

 

[3] Los conceptos de unidad doméstica y unidad doméstica de trabajo son fundamentales en este estudio. Utilizaremos la noción unidad doméstica para referirnos al grupo de personas que comparten la misma casa. La noción unidad doméstica de trabajo, por su parte, es de carácter económico, y lo emplearemos para describir el grupo de personas que viviendo en la misma casa, aportan dinero al grupo.

[4] En el tercer apartado estudiaremos la industrialización y el desarrollo que ésta tuvo en Hernani.

[5] Eustaki: es nacida en un caserío de Hernani. Su padre murió en la guerra del 36 y su madre tuvo que enfrentarse a la situación como pudo para sacar adelante a sus cuatro hijas.

[6] Marta: también es de caserío. De pequeña se le murió la madre, y tuvo que hacerse responsable de la casa.

[7] EGAÑA, I ( 1998 ). Guerra civil en Euskal Herria, 1936. La Guerra en Guipúzcoa. Vol. IV. Aralar liburuak, Andoain.

[8] APAOLAZA, U (2003). “1936ko gerra Hernanin” 128/136, Hernani 2003 Urtekaria XI.

[9] APAOLAZA, U (2003). “193óko gerra Hernanin” 128/136, Hernani 2003 Urtekaria XI.

[10] Hilaria: era la madre de Eustaki.

[11] No debemos olvidar que los documentos de la época estaban basados en el sistema de género de aquel tiempo. En esos documentos no está contabilizado el dinero aportado por las mujeres a la casa, y, como hemos dicho, se consideraba que eran los hombres los que “ganaban el pan”.