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Hernani y los hernaniarras
Antxon Agirre Sorondo, 1997

 

CONCORDIAS Y DISCORDIAS

 

      En un capítulo anterior vimos que antes del nacimiento de las distintas villas existía ya el “Valle de Hernani”, entidad que abarcaba distintos núcleos y lugares repartidos por una amplia extensión de territorio que luego se distribuyó entre los municipios. En el curso del tiempo, la jurisdicción de Hernani ha ido reduciéndose como efecto de desanexiones de las que han surgido otras poblaciones. Los dos casos más emblemáticos, aunque separados por siglos de distancia, son los de Urnieta y Lasarte Oria. Ignoramos la fecha exacta de la separación de Urnieta, pero ya en las Juntas Generales de Getaria de 1399 figura como “colación”, lo que demuestra que para entonces se regía autónomamente aunque carecía del título de “villa de por sí”. Hasta 1615, Urnieta estuvo integrada en la llamada “Alcaldía Mayor de Aiztondo”, que agrupaba además a Asteasu, Larraul, Soravilla y Astigarraga.

      Los primeros datos sobre el número de habitantes de Hernani datan de finales del siglo XV: entonces se afirma que unas 200 familias vivían en nuestro municipio, lo que multiplicado por 4,5 miembros por cada familia da una densidad estimada en unos 1.000 habitantes.

      Ya en 1606 sabemos vivían en Hernani 900 personas “de comunión”, es decir mayores de edad[68], a las que habría que sumar los niños para obtener un total que rebasaba con creces el millar. Sin embargo a finales de ese siglo el clero local, al denunciar el exceso de trabajo que tenía, informa que si bien en un pasado cercano eran entre 500 y 600 los vecinos, ya para entonces sumaban unos 1.800[69]. De ser esto cierto —lo que a nuestro juicio tiene escasos visos— entre 1606 y 1685 la población de Hernani se duplicó.

      De todos modos, estos y todos los restantes datos anteriores al establecimiento de bases estadísticas deben ser considerados con la debida prudencia.

      En 1831 había en Hernani: “175 casas, 347 familias, 1.059 personas de comunión, 96 de confesión y 212 párvulos”. En total 1.367 almas[70]. Pasados 45 años eran 419 los edificios y 11 los albergues (fondas o posadas), cifra que en 1910 había aumentado hasta los 525 en el primer caso y reducido a tres en el segundo, mientras que en 1920 hay ya 620 edificios.

 

            — 1490: 900 (aproximadamente)

            — 1606: 900

            — 1685: 1.800

            — 1773: 1.687

            — 1842: 2.744

            — 1846: 2.251

            — 1857: 3.641

            — 1877: 3.532 (1.892 varones y 1.646 féminas)

            — 1886: 3.325

            — 1887: 3.529 (1.727 y 1.802)

            — 1900: 3.672

            — 1910: 4.326

            — 1920: 5.405

            — 1925: 5.466

            — 1928: 5.821

            — 1929: 5.944

            — 1930: 6.282

            — 1936: 6.651

            — 1940: 7.093

            — 1950: 8.577

            — 1960: 13.080

            — 1970: 23.338

            — 1975: 28.010

            — 1981: 30.272

            — 1987: 19.120 (tras la separación de Lasarte)

            — 1991: 18.512

            — 1996: 18.489

 

      Las relaciones de Hernani con su antiguo barrio Lasarte aparecen entreveradas de multitud de episodios litigiosos. Cuando el barrio adquirió ya cierto peso demográfico y económico, empezaron a surgir diferencias entre sus vecinos y representantes. En 1863, ante la exigencia por parte de Hernani para que los de Lasarte reparan el camposanto en “auzolan”, es decir comunalmente, el alcalde pedáneo dirigió al Ayuntamiento una dura carta para recordarle que no solamente habría que arreglar el cementerio sino también la única fuente pública que disponía el barrio, faenas que en lógica correspondían a la institución municipal dado que Lasarte abonaba más de 12.000 rs. al año a cambio de poco provecho, pues sólo con que la mitad de ese dinero se invirtiese en Lasarte apenas tendría necesidades.

      Y añadía a renglón seguido:

 

      “En Lasarte se ha vivido sin facultativo hasta hace dos años, pues aun cuando Hernani tuviese ajustados el médico y cirujano con la condición de asistir al barrio, la distancia hacía imposible el servicio en condiciones que todo el que está enfermo desea. Si tiene hoy un facultativo es porque el vecindario lo sostiene de su propio bolsillo”.

 

      Pero la nómina de agravios no termina ahí: se quejaba también el alcalde de que hasta poco tiempo antes no existiera una escuela, de la escasez de agua —pues la mencionaba fuente no manaba lo suficiente en verano y quedaba cubierta por las aguas del río en invierno—, de carecer de alumbrado, de policía urbano, de reloj público, ni tampoco disponían de un terreno a modo de plaza por lo cual los festejos patronales en honor a San Pedro los hacían “sobre el polvo del Camino Real”; Lasarte carecía de frontón y ni siquiera podía pagarse

 

      “un tamborilero, que reúna la gente en los días festivos atrayendo a los jóvenes, que por falta de este útil cual agradable recurso se meten a las tabernas”.

 

      Termina el escrito invitando a comparar estas condiciones con las de los vecinos intramuros de Hernani. Este estado de cosas no tuvo solución a corto plazo, o al menos no la que algunos esperaban, y así al cabo de un lustro varios vecinos declaran unilateralmente “ayuntamiento independiente a Lasarte”. El 22 de noviembre de 1868 el Gobernador Civil de Gipuzkoa disolvió el citado “Concejo de Lasarte”, nombrando nuevos alcaldes pedáneos de Urnieta y Hernani en sus correspondientes barrios de Lasarte.

      Al margen de esta enérgica respuesta, la Diputación efectuó una encuesta entre los moradores del barrio, arrojando como resultado que de 54 cabezas de familia, 37 estaban a favor de la desanexión, todos trabajadores fabriles menos uno que era labrador y dos cuyos oficios no se indican, mientras que 17 labradores se declaran en contra. Sea como fuere, y a pesar de la rotunda voluntad desanexionadora del vecindario, no se produjo evolución ninguna en tal sentido, posiblemente a causa del estallido de la II Guerra Carlista. Deberán los lasartearras esperar más de un siglo, hasta el año 1986, para ver consumada su aspiración de constituir el nuevo municipio de Lasarte-Oria sobre terrenos cedidos por Hernani, Urnieta y Usurbil[71].

      En general, Hernani se ha llevado históricamente bastante bien con sus poblaciones vecinas. Con la capital firmó las primeras concordias ya en el temprano 1379, y las confirmó en 1461. En la concordia del 2 de agosto de 1379 se dictan las normas para el uso y disfrute del valle de Urumea, de forma que cualquier vecino de ambas podía establecer ferrerías a la orilla del río y aprovecharse libremente de montes, pastos y madera, a condición de que el hierro labrado se comerciara desde San Sebastián o Hernani, so pena de perderlo[72].

      Los terrenos comunales o montes francos producían importantes beneficios a las dos villas. A sabiendas de que todo lo que se comparte es susceptible de provocar conflictos, periódicamente se reunían los representantes de ambos pueblos al pie del monte Oriamendi, en el punto donde en 1594 se levantó la ermita dedicada a San Juan y San Sebastián, para ventilar sus diferencias.

      La Catedral de Pamplona tenía en dichos montes comunales 22 seles, cuyo disfrute arrendaba a San Sebastián y Hernani por 11 ducados navarros al año, según consta en un documento de 1516[73]. En el haber de las economía municipales estaba, entre otras muchas partidas, la de la venta de madera para hacer carbón. También poseía Hernani en sus montes propios (es decir, no francos) árboles que anualmente subastaba para disfrute de su leña. El año 1628 en el barrio de Lasarte había 43 robles marcados con una cruz para trasmochar, y otros 23 para talar por ser muy pequeños y de ningún provecho[74].

      Nueva concordia firman hernaniarras y donostiarras el primer día de la primavera de 1671, donde se establece un nuevo repartimiento de los montes francos entre San Sebastián, Hernani y Urnieta dividiéndolos en nueve partes: cuatro para San Sebastián, tres para Hernani y dos para Urnieta, tras lo cual se efectúa el consiguiente amojonamiento[75].

      La crisis financiera del estado y el avance de las ideales liberales durante el reinado de Carlos IV. entre otras razones, hacen que entre 1794 y 1808 se dicten distintas leyes desamortizadoras. Las autoridades locales, siguiendo el ejemplo de Ataun, Eibar, Azpeitia, Zarautz, Azkoitia y otras, proceden a la venta en subasta de gran número de tierras comunales con objeto de obtener fondos con los que sufragar los daños y gastos provocados por la reciente Guerra de la Convención (1793-1795). El calado histórico de este tema y la riqueza documental existente requeriría un estudio más amplio y extenso que aplazamos para mejor ocasión.

      Pero no todo eran concordias. También había discordias, exclusiones y marginaciones. En 1572 el gobierno del reino decide la expulsión de la provincia de “judíos, moros y agotes”, y para su cumplimiento comunica a las villas que si albergan miembros de estas minorías deberán obligarles a abandonarlas en el plazo de seis meses. En su cumplimiento, Hernani expulsa a los agotes Pero de Ezpeleta y sus hijos, y a Pedro de Azparren[76].

      Los agotes eran considerados malditos en nuestra cultura, al mismo nivel que judíos, moros o negros, al punto que en ciertas localidades del valle del Baztán tenían una puerta distinta para entrar a la iglesia. Sin embargo, quince años después de la primera orden de expulsión, el representante hernaniarra explica ante la Junta provincial que aquí había un hombre que usaba diversos nombres y últimamente el de Joanes de Aguirre de Ezpeleta, “el qual era notorio que era de generación de agotes”, pues aunque le habían exigido probase su hidalguía no hacía caso. La Junta insta al alcalde a hacer valer su autoridad, y más adelante le amenaza con una multa de 10 ducados, que en noviembre de dicho año se ejecuta ante la pasividad del primer edil. A la vez, se interroga al alcalde de Urnieta, Domingo de Arriaga, si el tal Aguirre es o no agote, a lo que responde el 25 de enero de 1589 que efectivamente lo era y de hecho había sido expulsado de la provincia cumpliendo la orden de 1572. El primer edil umietarra investigó durante 12 días, por lo que recibió 10 ducados[77].

      Equivocadamente se piensa que el sistema de protección y solidaridad social es una creación moderna. Sin embargo, hace siglos que existen mecanismos de auxilio para los desfavorecidos —si bien con medios y con fines mucho más modestos—. He aquí un ejemplo: los hernaniarras Martín de Huguzquiga, Gracia de Macagaga, Juanes de Marcotegui y María López de Arriaga perdieron sus hogares en un incendio el año 1550, y las Juntas Generales de la provincia les ayudaron con 414 maravedís a cada uno[78]. Asimismo el caserío Lorribia, que fue de Joan Martines de Hereñogu y pasó luego a manos de las monjas del monasterio de San Agustín, se quemó en 1556, y también a ellas la institución guipuzcoana socorrió con los mismos 414 maravedís[79].

 

 

 

 

[68] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.018, fol. 39.

[69] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.255, fol. 76.

[70] J.V. Op. cit. p. 465 ss.

[71] AGUIRRE SORONDO, Antxon. Año 1868: Un intento de desanexión de Lasarte. Revista Lasarte-Oria, n° 14. Lasarte, 1990, pp. 2-3.

[72] A.M.H. C/5/I/1/1.

[73] A.M.H. C/5/I/1/3.

[74] A.P.O. Secc. III. Leg. 1.042, fol. 2.

[75] A.M.H. C/5/I/3/7/6. Sobre este tema hay una investigación muy interesante de Juan Carlos MORA: Los Montes Francos del Urumea. Revista Altza. San Sebastián, 1996, pp. 37 ss.

[76] DIEZ DE SALAZAR FERNÁNDEZ, L.M., AYERBE IRIBAR, M.R. Op.cit. Tomo V, pp. 335 y 360.

[77] ibídem. Tomo X, pp. 174. 313, 355 y 402.

[78] DIEZ DE SALAZAR FERNÁNDEZ, L.M., AYERBE IRIBAR, M.R. Op.cit. Tomo I, pp. 88, 104.

[79] Ibídem. Tomo II, p. 323.