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Hernani y los hernaniarras
Antxon Agirre Sorondo, 1997

 

SOBRE HÉROES Y GUERRAS

 

      La gente de Hernani desde temprana hora conquistó fama de aguerrida y rocosa, bien preparada para hacer frente a las durezas de la vida y tan sobrada de orgullo que no se inclinaba ante cualquier señor. Quintaesencia de este carácter a la vez indómito y noble es la figura de Juan de Urbieta, héroe local que siendo un simple soldado a las órdenes de Carlos V no le dolieron prendas para plantar cara y amenazar con su estoque al mismísimo Francisco I, rey de Francia, a quien hizo prisionero durante la batalla de Pavía el año 1525. Caballeros de mayor prosapia le quisieron robar el honor (ver su biografía en el capítulo Hernaniarras para la memoria), pero fue en vano: Juan de Urbieta entró en la historia por esa sutil mezcla de heroísmo y desvergüenza que tienen los grandes personajes épicos.

      Fueron aquellos del siglo XVI, años de grandes glorias y de terribles pérdidas. Uno de los episodios más conocidos por lo dramático es la famosa derrota de la llamada Escuadra Invencible que el rey Felipe II envió en 1588 contra Inglaterra. De Lisboa partieron 130 barcos con 27.345 hombres, de los que sólo unos 10.000 regresaron con vida a bordo de 66 naves. Aparte de la gran pérdida en barcos vascos, 503 soldados guipuzcoanos perecieron en aquella infausta jornada, cifra enorme para la época. Repasando con ayuda del magnífico libro de nuestro admirado José Ignacio Tellechea la procedencia de cada uno de ellos veremos que 22 eran naturales de Hernani, ocupando así nuestra villa el séptimo puesto después de San Sebastián (128 hombres muertos), Rentería (38), Oiartzun (36), Pasaia (35), Tolosa (29) e Irún (27). Ello indica la importancia de la actividad marinera en la Hernani de aquellos días, así como el precio de su aportación a las expediciones militares (al final de la obra reproducimos la lista de los vecinos fallecidos en la mencionada batalla)[34].

      A veces la vida se salvaba, pero se perdía la libertad. Así el vecino Domingo de Sarobe pidió en 1584 a las Juntas Generales una limosna para el rescate de su hermano Juan Martínez de Sarobe, que cayó en manos de moros en el curso de una batalla y estaba preso en Fez. La institución provincial decide sondear la veracidad de la denuncia (para estos asuntos la Junta tenía agentes investigadores), y en su reunión de San Sebastián del 20 de abril de 1587 notifica que ha sido rescatado mediante el pago de 150 ducados, 50 abonados por la Junta y el resto por un préstamo del capitán donostiarra Martín de Arrióla. Ya de regreso, Sarobe pide de nuevo ayuda a la Junta pues carece de medios para pagar su deuda con Arrióla, y se le autoriza a pedir limosna por la provincia. A la muerte del infausto Juan Martínez de Sarobe en 1590, y dado que tenía bienes pero no herederos y que al capitán Arrióla aún le faltaban por cobrar 9.508 maravedís, se decreta que el alcalde de Hernani venda sus bienes y con ellos liquide la deuda e incluso, si sobra, se reintegre lo que la Junta adelantó para su rescate[35].

      Hernani ha sufrido el azote de grandes guerras y de pequeñas inquisiciones. Repetidas veces sus calles y edificios han sido víctimas de la acción destructora de las armas, en tanto que sus vecinos han soportado el quebranto moral que supone esa máxima expresión de la corrupción que es la violencia.

      Todavía no se había recuperado Hernani del terrible incendio de nueve años antes, cuando en 1521 una nueva invasión francesa obliga a los guipuzcoanos a coger las armas. En 1524 se produce la batalla de Noain, en la que intervinieron cerca de 3.500 hombres organizados en 24 compañías, con participación de combatientes hernaniarras. Según refiere en una descripción Andrés Navajero, embajador de Venecia ante Carlos V, aún en 1524 Hernani y otros pueblos de la comarca permanecían reducidos a escombros como consecuencia de la entrada de los franceses.

      Un nuevo capitulo se escribe en febrero de 1553, cuando las tropas del duque de Alba, virrey de Navarra, “tomaron y saquearon a la villa de San Juan de luz y la quemaron”. Sabemos que en esta partida iban veinte hernaniarras. Ante la amenaza de invasión de las fronteras del reino, Hernani envió 400 hombres “bien armados” al paso de Behobia en Fuenterrabía el año 1579, operación que repitió en 1597.

      En 1618 estallaba la Guerra de los Treinta Años, conflicto de ramificaciones políticas y religiosas entre la casa de Austria y la corona francesa. El 28 de diciembre, 23 voluntarios parten de Hernani hacia la amenazada Fuenterrabía, y al cabo de una semana retoman (con una certificación de “buena conducta”) cuando llegan a la plaza refuerzos militares. A fin de cubrir el flanco fronterizo, la Provincia vuelve a llamar a rebato en 1625 y moviliza una fuerza se 4.000 hombres de los que 150 eran de Hernani. Lejos de lograrse la pacificación del territorio, el 23 de octubre de 1636 las tropas castellanas atraviesan el Bidasoa y toman las villas de Socoa, Urrugne, Ciboure y San Juan de Luz: entre los invasores encontramos 110 hernaniarras. Motivo importante para que muchos jóvenes se alistasen en esas expediciones era la promesa de los beneficios derivados del saqueo y pillaje de los bienes del enemigo, de aquí que muchas veces el voluntario lo fuese más por razones económicas que patrióticas.

      Entre 1638 y 1639 toda la provincia se vuelca en apoyo de la plaza de Fuenterrabía, que sufría un durísimo asedio por parte de los franceses. Hernani envía una compañía de 120 hombres armados con sus correspondientes mandos, cuyas acciones aparecen reseñadas en las crónicas por su audacia y valentía. Cuando en 1643 los galos pretenden entrar en Pasajes para quemar los barcos de su puerto, 200 hernaniarras acuden a impedirlo.

      Pasada la hoja del nuevo siglo las disputas entre las monarquías de ambos lados de los Pirineos arrecian. El Regente francés declara la guerra al primer rey borbón de España, Felipe V, y acantona sus fuerzas en la frontera durante el mes de abril de 1719. Sin demora, los guipuzcoanos organizan la defensa: tanta prisa se dieron que, como recuerda el tan llorado Luis Murugarren, la compañía de 100 hernaniarras con su alcalde al frente salieron con sus armas en la mano... pero olvidaron coger la munición, por lo que tuvieron que aprovisionarse en Rentería. Todo fue inútil, pues nadie pudo evitar el avance francés, que a su paso destruyó Irún, Oiartzun y... ¡otra vez Hernani!

      Tras la Toma de la Bastilla la noche del 14 de julio de 1789, se inicia el declive de la monarquía más antigua del continente cuyo último representante probará en carne propia el artefacto ideado por monsieur Guillotin. Cambian los tiempos y se renuevan los sistemas políticos, pero en lo que nos toca las cosas no varían demasiado pues nuevamente en 1793 la amenaza francesa obliga a salir a muchos guipuzcoanos de casa para defender su tierra. A Hernani esto le costó 103.775 reales de vellón empleados en formar tercios de defensa. El primer contingente salió hacia la frontera el 18 de mayo de 1793, el segundo 30 de noviembre y el tercero en enero de 1794. La situación empeoró y en la noche del 27 al 28 de julio se tocó a rebato: 258 hernaniarras se sumaron a los defensores de la provincia. Gipuzkoa era invadida por los republicanos franceses, y comenzaba la Guerra de la Convención.

      Entramos en el siglo XIX como salimos del XVIII. Los heroicos tercios napoleónicos invaden la península y se inicia la Guerra de la Independencia. Al quedar la provincia totalmente ocupada, parte de nuestros vecinos buscan refugio en los montes de Araño y Goizueta. La villa se ve obligada a vender la mayor parte de sus bienes comunales, a fin de pagar la manutención de las tropas invasoras. Durante su humillante retirada en junio de 1813, los franceses vuelven a saquear la maltrecha Hernani[36].

      La Primera Guerra Carlista duró entre 1833 y 1840. Fue una guerra “moderna” en el peor sentido de la palabra, pues en ella ambos contendientes hicieron víctimas de su ira a la población civil. Para frenar el victorioso avance de las tropas carlistas de Zumalacárregui, el ejército cristino pidió ayuda a las potencias europeas que, sin involucrarse en el conflicto, permitieron la intervención de voluntarios. San Sebastián, ciudad liberal por excelencia, asiste a la llegada de los primeros contingentes ingleses el 10 de julio de 1835. A la vez se prepara desde Hernani el asalto a la capital y a partir del 23 de noviembre se inicia un intenso asedio sobre sus defensas. Los cristinos no solamente no entregan la ciudad, sino que salen a acosar al enemigo. Por fin, en marzo de 1837, roto ya el sitio, se inicia la marcha sobre Hernani cuya población huye hacia los montes cercanos. Las tropas carlistas deben refugiarse en San Bárbara, y el 16 de marzo estalla la terrible batalla de Oriamendi donde perecerán entre dos y tres mil hombres. Nuevamente los carlistas obligan a los liberales a refugiarse en San Sebastián. El 9 de mayo llegan refuerzos a la ciudad y se inicia una triunfal ofensiva en la que, tras Oriamendi, cae Hernani, ya para entonces abandonada, y el fuerte de Santa Bárbara. El último episodio A tiene lugar en Bergara el 31 de agosto de 1839, donde Espartero y Maroto sellan con su abrazo una paz endeble.

      Durante sus vacaciones en Gipuzkoa el año 1868, Isabel II huye a Francia empujada por el pronunciamiento de los militares progresistas Prim y Topete. Para evitar que los carlistas aprovechen el vacío de poder, los liberales de Hernani forman un batallón de cien voluntarios que el 18 de agosto de 1869 jura la Constitución y desfila en la plaza. Perfectamente jerarquizados y pertrechados, disponían de un cañón en la torre de la iglesia custodiado por cuatro hombres, y establecían rondas regulares por el casco desde su acuartelamiento en la casa consistorial.

      En 1870 se produce el primer brote de sublevación en Oiartzun, pero enseguida se impone una calma tensa que durará casi dos años. Con el aliento de las declaraciones del Carlos VII en favor de la monarquía tradicional y de los Fueros, los carlistas inician en 1872 un nuevo alzamiento. El famoso Cura de Santa Cruz, uno de los protagonistas de esta guerra, se deja ver por Urnieta a finales de año, y el 13 de abril de 1873 chocan sus hombres con las milicias liberales en el puente de Ergobia, forzando éstas su huida. En otro lance, el cura trabucaire consiguió penetrar en el pueblo y quemar la estación del ferrocarril. Las escaramuzas y los encuentros armados se multiplican, y el hostigamiento de la artillería carlista se hace cada vez más atosigante obligando a la preparación de barricadas y defensas en el casco urbano.

      El 30 de mayo de 1874 se inicia el asedio desde las posiciones de Santiagomendi, Montevideo, Oriamendi, Citcar y Olomendi. En contrapartida, los defensores de la plaza contaban como bastión con el fuerte de Santa Bárbara. En un memorial que dirigió la villa a la corte una vez concluida la contienda, se afirma que durante el sitio se dispararon 1.368 proyectiles y a cambio los carlistas lanzaron 2.165 granadas que hirieron las fachadas de la inmensa mayoría de las casas. El 2 de agosto se tuvo que evacuar el barrio de Puerto y el 12 los liberales recuperaron el alto de Ygarza-gaña o Yarzagaña.

      El 23 de mayo de 1875 el Gobernador Militar de la plaza decide convertir la casa consistorial en parque de artillería: el polvorín saltará por los aires el 16 de septiembre, y el emblemático edificio deberá ser reconstruido.

      Ya para entonces, de aquel centenar de valerosos voluntarios que desde el verano de 1869 se encargaron de proteger la villa contra la amenaza carlista, sólo sobrevivían 59 hombres. En el mismo plazo, más de 50 hijos de la villa emigraron a Cuba buscando la paz y las oportunidades que su querida pero atormentada tierra no podía ofrecerles.

      El balance final de la Segunda Guerra Carlista en Hernani es aterrador:

 

— Población militar: 47 muertos y 146 heridos.

— Población civil: 16 muertos (4 niños) y 52 heridos (11 niños).

— De 174 caseríos que tenía Hernani, 12 fueron destruidos, 14 quedaron inhabitables y sólo diez permanecieron intactos.

 

      En pago a su heroico comportamiento el alcalde solicitó el título de villa “Invicta”, lo que el rey Alfonso XII concedió en 1875[37].

      Ya en la última Guerra Civil, entre 1936 y 1939, Hernani se declaró desde un principio fiel a la legalidad republicana. Los primeros escarceos armados comienzan el 5 de septiembre de 1936 en las faldas del monte Estenaga. Al día siguiente la Legión Gallega con cinco compañías de falangistas y una de ametralladoras, sumando un total de 700 hombres, consigue aproximarse a la villa pero pronto debe replegarse, lo que aprovechan los milicianos para atacar la línea Buruntza-Santa Bárbara-Oriamendi-Santiagomendi, pero no logran su objetivo. Tampoco consiguen asaltar el monte Estenaga defendido por las tropas de Mola. El día 8 de ese mismo mes el secretario del Juzgado de Hernani y su mujer son salvajemente asesinados. La milicia popular resiste y, una vez más (por última en la historia), el fuerte Santa Bárbara se convierte en su gran bastión.

      Los días 11 y 12, los nacionales lanzan una ofensiva para ocupar los altos de Hernani y sus posiciones estratégicas de cara a la conquista de San Sebastián. Se apoderan del monte “Cónico”, y al fin las tropas gallegas doblegan la resistencia en Santa Bárbara. La aviación bombardea la villa y el 12 de septiembre las fuerzas milicianas deben evacuar. Al anochecer los sublevados entran en Hernani y comienzan las ejecuciones nocturnas cerca de Galarreta y en los aledaños del cementerio. Entre los casi 200 asesinados en esos últimos días están José de Ariztimuño, alias Aitzol (1896-1936), y Celestino Onaindía (1897-1936), sacerdotes ambos, ardientes defensores de la lengua vasca y notables escritores. El 13 de septiembre cae San Sebastián y ello obliga al abandono de Santiagomendi por parte de los republicanos.

      Terminada la guerra comienza la larga noche del franquismo, que no concluirá hasta las primeras elecciones democráticas en junio de 1977.

      Con el bagaje que estas dolorosas experiencias le proporciona, Hernani es hoy una villa moderna y dinámica que lucha por buscar soluciones: sociales, laborales, educativas y culturales, para que la vida de sus vecinos sea cada vez más próspera, más libre y más solidaria. Ello se demuestra además en sus hermanamientos con pueblos que han vivido o viven circunstancias similares a las de nuestro ayer más reciente: el nicaragüense de Nueva Guinea (desde 1987), y el saharaui de Daira de Dchera (1997), a los que procura ayudar en función de sus posibilidades.

 

 

 

 

[34] TELLECHEA IDIGORAS, José Ignacio. Otra cara de la Invencible. Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones. San Sebastián, 1988, p. 459.

[35] DIEZ DE SALAZAR FERNÁNDEZ, L.M, AYERBE TRIBAR, M.R. Juntas y Diputaciones de Gipuzkoa. Diputación Foral de Gipuzkoa. San Sebastián, 1990. Tomo X, pp. 31, 40, 58, 179, 227.

[36] MURUGARREN ZAMORA, Luis. Hernani: su historia e instituciones. Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones. San Sebastián, 1970. pp. 19 ss.

[37] Los interesados en este período pueden consultar MURUGARREN, Luis. Hernani durante las carlistadas, Boletín de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, n° 3-4. San Sebastián, 1981, del que hemos extraído la mayor parte de los datos.